El huerto como generador de salud física y mental
La horticultura es una herramienta infinitamente útil pero sencilla a disposición de programas de prevención y tratamiento de la salud, física y mental.
El 60% de los que precisan terapia por su salud mental no la reciben
En el corazón del barrio de Amposta, en el distrito madrileño de San Blas, un huerto comunitario ha transformado la vida de sus vecinos, una historia que se repite en muchos sitios del mundo. Este espacio, gestionado por el Centro Municipal de Salud Comunitaria (CMSc) de San Blas dependiente del Ayuntamiento de Madrid, no es solo un lugar donde cultivar hortalizas; es un proyecto que fomenta la salud física y mental, combate la soledad y revitaliza un entorno marcado por la vulnerabilidad social.
Los Centros Municipales de Salud Comunitaria (CMSc) son los centros del distrito especializados en la promoción de la salud y en la prevención de la enfermedad. Atienden gratuitamente a todas las personas que viven, estudian o trabajan en el distrito, dando prioridad a las zonas y grupos sociales con mayores necesidades de salud.
Partimos de la idea de que en promoción de la salud no basta con la trasmisión de información, también hay que generar espacios que promuevan cambios en el entorno para favorecer vivir de una forma más saludable.
La historia del huerto es interesante. Comenzó como una idea sencilla impulsada por Conchi, una trabajadora de limpieza del centro que añoraba los huertos de su pueblo. «Ella fue quien, sin saberlo, plantó la semilla de lo que es hoy este proyecto. Empezó con unas pequeñas hortalizas y ahora tenemos un espacio con 26 bancales, un invernadero, árboles frutales y áreas de convivencia», explica Mari Carmen Soto García, directiva del CMSc de San Blas y de formación Enfermera. En homenaje a su memoria, el huerto lleva su nombre: Huerta de Conchi.
El equipo del CMSc lo define como un eje «vivencial» que contribuye a mejorar los estilos de vida de los vecinos.
La horticultura tiene beneficios que van mucho más allá de lo físico. Según Herrera Martín, el trabajo en el huerto ayuda a reducir el estrés y la ansiedad. «Estar al aire libre, en contacto con la naturaleza, disminuye los niveles de cortisol. Además, obliga a ralentizar el ritmo frenético de la vida moderna y nos enseña a ser pacientes. La tierra tiene sus propios ciclos, y aprender a respetarlos nos ayuda a combatir la frustración», explica.
Amparo es una paciente del centro de Salud a la que sugirieron hace 7 años asistir al Huerto de Conchi «lo que más me gusta es trabajar con mis manos la tierra, sembrar y por supuesto, recoger la cosecha». Además en el huerto tengo muchas amigos y practico la paciencia. Cuando llego a casa estoy muerta de hambre, me ducho y me siento muy feliz. Aunque vivo en Usera llego la primera y me encanta asistir».
Al servicio de los diferentes recursos del centro
Uno de los recursos destacados es el uso del Huerto de Conchi en un programa de intervención familiar. «El objetivo general del programa es favorecer maternidades y paternidades positivas que posibiliten el desarrollo adecuado del menor. Trabajamos en empoderar a las mujeres en su embarazo, promoción de la lactancia materna, en la crianza infantil positiva. Apoyo y bienestar emocional durante el embarazo, y la crianza. Atención individual a familias con vulnerabilidad social. En conclusión: formación y sensibilización» nos explica Herrera Martín.
Para las personas mayores, el huerto es una herramienta valiosa para mantenerse activos física y mentalmente. Plantar, cuidar y cosechar fomenta la planificación, la memoria y la atención. «Cada tarea tiene un propósito y unas etapas. Esto aporta rutina, satisfacción y autoestima al ver los frutos de su trabajo», añade Soto García.
Pero el impacto no termina ahí. El huerto se ha convertido en un lugar de encuentro para personas de todas las edades y orígenes. Grupos con discapacidades intelectuales, personas con trastornos mentales graves, menores y colectivos intergeneracionales se benefician de las actividades organizadas en el huerto. «Es un espacio donde todos son iguales. Se fomenta la integración y la convivencia, algo crucial en una ciudad como Madrid», destaca la enfermera.
El Huerta de Conchi también tenía una dimensión educativa. «Estas actividades no solo transmiten conocimientos, sino que ayudan a cambiar hábitos y conductas desde una edad temprana», afirma Herrera Martín.
Durante la pandemia, el huerto cobró un nuevo significado. «En aquellos meses difíciles, las cosechas se distribuyeron entre las personas más necesitadas. Fue una forma de apoyo comunitario que demostró el valor de este proyecto», recuerda Soto García.
Salud, comunidad y medio ambiente
El huerto no solo es un espacio de cultivo, también es un ejemplo de sostenibilidad. Se promueve el uso de compostaje y métodos ecológicos para el cuidado de las plantas. «Aquí aprendemos a cuidar el medio ambiente. Usamos abonos naturales y plaguicidas hechos con plantas. Es una forma de mostrar que la producción ecológica es posible, incluso en un entorno urbano», comenta Herrera Martín.
Este enfoque ambiental se combina con actividades participativas e interculturales. Vecinos de distintas culturas comparten sus conocimientos y tradiciones agrícolas, creando un espacio de aprendizaje mutuo e integración. «La horticultura tiene la capacidad de unir a las personas, independientemente de sus diferencias», añade Soto García.
El proyecto también colabora con otras entidades como PAUTA, AMAFE y la Fundación Manantial, o Afanías que trabajan con colectivos vulnerables. Estas asociaciones destacan el papel del huerto en la rehabilitación y la integración social. «La horticultura les permite desarrollar habilidades sociales y profesionales, lo que es fundamental para su reintegración laboral y personal», subraya Herrera Martín.
Un espacio de esperanza
El Huerta de Conchi es mucho más que un lugar donde se cultivan hortalizas. Es un espacio de transformación personal y comunitaria. Un lugar donde las personas recuperan la conexión con la naturaleza, mejora su salud física y mental y encuentran un sentido de pertenencia.
«Lo que hacemos aquí no es solo sembrar semillas en la tierra, sino también en las personas. Ayudamos a construir una comunidad más saludable y resiliente», concluye Mari Carmen Soto García.
Este huerto, en el corazón de San Blas, demuestra que pequeños proyectos pueden tener un impacto profundo en la vida de las personas.
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