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Un estudio publicado en la revista Science pone fecha al fin del mundo: es antes de lo esperado

Las profecías apocalípticas no son algo que solamente afirmen videntes y profetas ya que la ciencia también ha lanzado sus propias advertencias

La predicción de Nostradamus sobre el destino de Kate Middleton y la corona de Inglaterra

Un estudio publicado en la revista 'Science' sorprendió al mundo con una predicción apocalíptica basada en datos científicos Pixabay

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Desde tiempos inmemoriales, la humanidad ha sentido una gran fascinación por las predicciones sobre el fin del mundo. En ese sentido, figuras como Nostradamus y Baba Vanga han marcado la cultura popular con sus profecías apocalípticas, generando debates y teorías que, aunque a menudo son infundadas, logran capturar la atención de millones de personas. A lo largo de los años, estas predicciones han sido interpretadas como advertencias de desastres globales que van desde guerras hasta sucesos naturales. Sin embargo, el fin del mundo no es algo que solamente afirmen videntes y profetas, ya que la ciencia también ha lanzado sus propias advertencias.

En 1960, un estudio publicado en la prestigiosa revista Science sorprendió al mundo con una predicción apocalíptica basada en datos científicos. Titulado 'Doomsday: Friday, 13 November, A.D. 2026', el trabajo de investigación, liderado por el físico Heinz von Foerster, junto a Patricia Mora y Lawrence Amiot, calculó la fecha aproximada del fin del mundo. Según sus conclusiones, el colapso de la humanidad llegaría el 13 de noviembre de 2026, una fecha que ahora está apenas a dos años de distancia.

El estudio no era una mera especulación, sino un análisis detallado del crecimiento exponencial de la población mundial, que según Von Foerster, sería el causante del colapso global. Su predicción se basaba en la idea de que la población seguiría creciendo a un ritmo insostenible, llevando a la humanidad a un punto de no retorno. Los investigadores argumentaron que el incremento descontrolado en el número de personas generaría una serie de problemas en los sistemas que sostienen la vida en el planeta, desde la producción de alimentos hasta el acceso a recursos naturales, que el colapso sería inevitable.

Von Foerster y su equipo señalaron que, incluso si la humanidad encontrara la manera de solventar la escasez de alimentos, el crecimiento poblacional seguiría siendo suficiente para llevar al planeta a una crisis insostenible. A medida que el número de habitantes siguiera aumentando, los sistemas que permiten nuestra supervivencia, tanto ecológicos como sociales, se verían gravemente comprometidos. Para ellos, el fin del mundo no sería un evento cataclísmico instantáneo, sino el resultado de un colapso gradual de las infraestructuras globales, incapaces de sostener a una población desmesuradamente grande.

Críticas al estudio

A pesar de que en la actualidad las tasas de crecimiento poblacional han comenzado a estabilizarse, muchos científicos siguen preocupados por los efectos a largo plazo del aumento de la población. En ese sentido, el debate en torno a la capacidad del planeta para sostener a miles de millones de personas sigue siendo un tema candente, aunque el enfoque ha cambiado con el tiempo. En la década de 1960, la preocupación estaba centrada en el crecimiento desmesurado, mientras que hoy los debates giran en torno a la distribución desigual de recursos y los impactos del cambio climático.

El estudio de Von Foerster, aunque polémico en su momento, tuvo un gran impacto en las conversaciones sobre el futuro de la humanidad. Los avances científicos y las políticas globales han logrado desacelerar el crecimiento de la población en varias partes del mundo, pero los desafíos que planteó este estudio en cuanto a la sostenibilidad y los límites del planeta siguen siendo tan relevantes como lo fueron en 1960.

A día de hoy, muchos expertos descartan la fecha precisa del 13 de noviembre de 2026 como el 'fin del mundo' y señalan que las condiciones actuales no reflejan el crecimiento exponencial que preocupaba a Von Foerster. Sin embargo, el estudio sigue siendo un recordatorio inquietante de que el destino de la humanidad está íntimamente ligado a la capacidad de la Tierra para sostener la vida humana.

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