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Una española que viaja a Marruecos cuenta su experiencia en una tienda de suvenires: «Esa parte tenía polvo...»

La cordialidad puede llevar al visitante a descubrir tesoros escondidos incluso en los lugares más turísticos

Una española solventa las dudas de si es peligroso viajar sola a Marruecos

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Turistas comprando en el casco antiguo de la ciudad marroquí de Marrakech AFP/FADEL SENNA

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A la hora de viajar, es importante procurar ser lo más respetuoso posible con los lugareños y sus costumbres. Esto no es solo una muestra de cortesía, sino que puede abrirle las puertas al visitante a descubrir tesoros escondidos incluso en lugares donde el turismo de masas ya ha arrasado con todo.

Algo parecido es lo que le ha ocurrido a la periodista Érica Cerdeña durante un viaje con su pareja a Marrakech (Marruecos). Tal y como cuenta en su perfil de TikTok, @ericacerdena, conoció a una persona en la ciudad que la llevó a reflexionar sobre el turismo y sus consecuencias.

La periodista empieza el vídeo explicando que mientras esperaba en la cola de un centro turístico se fijó en un grupo de gatos callejeros y quiso ir a tocarlos. Después, un hombre llego en moto y lo primero que hizo fue acercarse a acariciar a los felinos.

El hombre la invitó a su tienda

Cerdeña cuenta que entablaron una conversación. Él le comentó que su hermano trabajaba en el centro turístico al que ella estaba esperando entrar, y que él tenía una tienda de suvenires justo al lado. «Por supuesto, me comprometí a acercarme cuando saliera del lugar», asegura la chica.

Dicho y hecho. Unas horas después, el hombre los recibió en su tienda, donde les enseñó orgulloso una gran cantidad de joyas y bisutería destinada principalmente para los turistas. «Sin embargo, yo en lo que me fijé fue en unos libros que había detrás del mostrador, por lo que le pedí permiso para acercarme», explica la joven.

El hombre estaba algo extrañado, pero le contestó que por supuesto que podía. «Los libros llevaban mucho tiempo allí, estaban cubiertos de tierra«, asegura Cerdeña, que explica que el hombre le confesó que aquello antes era una librería, y que era la primera clienta que se había fijado en los libros y no en los suvenires.

«Terminé comprando un par de libros de cocina. Uno en inglés y otro en francés. ¿Que por qué compré libros de algo tan básico que ni siquiera estaban en mi lengua? Muy sencillo: el hombre antes era librero, y se notaba que lo que él quería vender eran libros. El pobre había tenido que adaptarse al turismo y ponerse a vender regalos, pero eso no era lo que le llenaba», reflexiona la joven.

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