Marruecos militariza sus playas para contener la presión migratoria en Ceuta
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En la playa de la explanada de la mezquita de Castillejos hay jóvenes apoyados en las vallas que impiden saltar a la arena. Están mirando el horizonte. Llegan coches, se baja gente y se queda mirando. Unos echan de comer a los gatos, ... otros a las gaviotas y otros solo miran al agua. Apenas ha amanecido en esta ciudad fronteriza de Marruecos cuando un hombre reza junto al mar. Están esperando. Desde el pasado lunes, miles de jóvenes, muchos menores de edad, se lanzaron al agua en este punto para intentar llegar a Ceuta. Los familiares que aún no han tenido noticias de ellos se acercan para ver si el mar los trae de vuelta ya sin vida. Es lo que queda de las avalanchas de estos días. Marruecos las ha cortado impidiendo el acceso con el Ejército y la Gendarmería Real, que custodian cada centímetro.
Desde la frontera con Ceuta, ya se ve más presencia policial. En los lugares donde se concentraban estos menores, o por dónde intentaban tomar la playa, se ha montado un campamento militar. A lo largo de las escolleras hay gendarmes. Es muy temprano y el calor húmedo aprieta. Algunos tienen el material antidisturbios quitado y están acostados en las rocas con los cascos al lado. Conforme se avanza por la carretera se nota la presencia militar. Los auxiliares del Ejército están desplegados. Cada 100 metros hay una furgoneta. Están de forma alterna: una en sentido a Ceuta, pegada a la playa, y otra en sentido a Castillejos, junto al monte. A la altura del hotel Senator, la segunda rotonda desde la frontera, hay un control.
La misma estrategia que se empleó en Melilla cuando la tragedia de la valla en junio de 2022. Allí fue una avalancha de subsaharianos que bajó del monte Gurugú y, al ser repelidos, hubo más de una veintena de muertos, según las cifras oficiales. En aquella ocasión, tras la crisis, ABC fue testigo de cómo Marruecos militarizó la frontera y hasta instaló un campamento en el monte, que se desalojó de inmigrantes. Se les retiró a cientos de kilómetros para que no pudieran volver.
En Castillejos la forma de actuar ha sido parecida. Desde el hotel Senator comienzan tres kilómetros de vallados para impedir el acceso a las playas. Todo el paseo marítimo está cerrado. En los tramos de metal pone 'provincia de Tetuán'. El muro de hierro llega hasta la propia mezquita. Cerca del varadero de pescadores acaban las vallas. Allí la gente ya usa el arenal como recreo, pero en el espigón frente al minarete el acceso está restringido con custodia militar. «Ahora no pueden ir a nado, pero lo intentarán de otra manera. Aquí no hay nada para los jóvenes», dice Mohamed en aquella playa desalojada.
En todo ese tramo restringido y controlado por militares, ha habido redadas estos días. Marruecos ha informado que se han llegado a detener a unas 800 personas. Los que no tenía 18 años se han llevado al centro de menores de Martil, una ciudad cercana, para devolverlos a sus tutores legales. El resto se ha llevado en autobuses para el sur, a cientos de kilómetros, para dificultar el regreso a esas playas, donde una madre se hizo viral entre gritos y llantos pidiendo a su hijo que regresara, después de que el joven se aventurara en el mar para alcanzar Ceuta. Algunos nadan más de seis kilómetros durante ocho horas para llegar a playas sin custodia de la Guardia Civil.
El vídeo se hizo viral en TikTok, como otros muchos. Es la red social donde se ha propagado el movimiento 'harraga', que en el dialecto del árabe en la zona significa 'inmigrante clandestino'. La palabra está escrita a modo de grafiti en la pared frente a la puerta de entrada al polígono del Tarajal, donde Ceuta acoge a parte de los 508 niños que tiene alojados desde que comenzara a llegar el chorreo de adolescentes marroquíes y argelinos. Ayer, no obstante, hubo siete entrada de menores.
El goteo no cesa. El movimiento 'harraga' sigue vivo en Marruecos, pese a los esfuerzos de las autoridades, que han anunciado investigaciones en redes sociales para controlar a estos jóvenes desesperados, que buscan un futuro en Europa alentados por las falsas promesa de trabajo, dinero y bienestar. Marruecos quiere eliminarlo, sobre todo de TikTok. Sabe que está perdiendo muchos jóvenes en el mar. Solo en Ceuta ya se han recuperado cinco cadáveres, pero no se tiene el recuento marroquí ni se sabe cuántos están perdidos en el Estrecho de Gibraltar para siempre.
«El bizum» a Marruecos
Desde hace dos días el flujo de llegadas ha parado. «Les ha llegado el bizum», dice uno de los trabajadores del aparcamiento donde esperan los que cruzan en la operación Paso del Estrecho, mientras toma café en el chiringuito de la frontera. Es un dicho en Ceuta, donde se acusa a Marruecos de dejar pasar a los inmigrantes hasta que España o Europa acuerdan dar fondos para regular la inmigración con Frontex o cualquier otro programa. Es la misma frase que dijo un legionario en las puertas de acceso a la calle que hay entre verja y verja en mayo de 2021, cuando Marruecos comenzó a dispersar el salto masivo de 12.000 personas a la ciudad con gases lacrimógenos.
Con o sin bizum, Marruecos es quien ha parado la avalancha otra vez, como en 2021 y 2022. La de este año tiene colapsada a Ceuta con más de 500 menores, cuando solo puede acoger a 80, y casi 800 adultos en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) cuando solo tiene espacio para 500. Además, lo que ha ocurrido obliga a tener activo un dispositivo especial de seguridad. Hay refuerzos de GRS, Servicio Marítimo y Buzos de la Guardia Civil. «Se activan cuando avisan que hay movimiento y van comenzar las llegadas», aseguran desde la Delegación de Gobierno, que explican que la ciudad lleva dos días en calma y que, pese a que la marea empuja hacia Marruecos, no para el chorreo de entradas. Siete más en la madrugada del viernes.
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