crónica
Catarsis de Raphael en la Maestranza de Sevilla
El legendario artista andaluz firmó anoche un soberbio concierto ante más de 7.500 personas, exhibiendo todo el dechado de virtudes artísticas que atesora y una vigorosidad admirable
Raphael: «Me enfrento todos los días a cuatro generaciones al menos. Es una barbaridad. No lo he visto en otro artista»
Raphael triunfa en la Maestranza de Sevilla, en imágenes
Confesaba Raphael en una entrevista previa a este periódico que cada noche se enfrenta a cuatro generaciones diferentes, algo que no ha visto nunca en otro artista. No le falta razón, pero es que nadie es Raphael.
Lo que está hecho con corazón y talento, lo genuino, lo auténtico, ni entiende de modas, ni pierde vigencia. Los rigores del ciclo vital no nos dejarán comprobarlo, pero somos muchos los que pensamos que la atemporalidad de su arte es tal, que estamos convencidos de que un conciertazo como el que el jiennense ofreció anoche en la Real Maestranza de Sevilla cautivaría igualmente dentro de cincuenta o cien años.
El espectáculo cumplió a rajatabla con los cánones artísticos y estéticos de un genio hegemónico y curtido como el de Linares: brillante, emocionante, completo y exquisito, una joya de dos horas que consiguió una conexión colosal con el público, al que acarició las fibras más sensibles gracias a su torrencial e inconfundible voz, que lució a gran altura (mejorando con creces su última actuación en la ciudad, en la Plaza de España), y a sus no menos características dotes interpretativas, esas que por momentos frisan con el tremendismo. En este sentido, no faltó a la cita su arquetípico show en 'Frente al espejo', ya saben, la que incluye mazazo contra el cristal, que queda hecho añicos (anoche de manera virtual) mientras él abandona despechado el lugar del crimen.
Maneja como pocos los tempos de un concierto. Huele perfectamente cuando el repertorio se vuelve plano, momento para dar uno de sus zarpazos al alma y poner al público en órbita. Y tema zanjado. Faltaría más, la pasión es algo innegociable en el universo Raphael.
Por suerte no hizo mucha falta. De 'Victoria', el disco que publicó a finales del año pasado y que está producido y escrito por Pablo López, solo mostró tres cortes ('De tanta gente', 'A punto de besarte' y 'Victoria', más la versión de 'Lo saben mis zapatos'), precisamente los únicos tramos en los que la caldera que hervía con violenta incandescencia desde el inicio se dio una tregua. Consciente de ello, sirvió doble ración de madera a la llamarada tras cada una de ellas: 'Yo sigo siendo aquel', 'Estuve enamorado' y 'Cuando tú no estás'.
Parco en palabras pero generosísimo en entrega, la estrella internacional lo dio todo –estuvo empapado en sudor toda la noche– con himnos ecuménicos de la talla de 'Mi gran noche', 'Digan lo que digan' o 'Yo soy aquel', una terna que vistió nuevas pieles gracias a un acertadísimo barniz electrónico que el artista se llevaba a su terreno con bailes marca de la casa. En este sentido, también destacaron los elegantes arreglos de 'Cuando tú no estás', punto de inflexión del concierto justo cuando se cumplía el ecuador del mismo. Tampoco faltaron la coreada 'Estar enamorado' y sus tradicionales versiones de 'La quiero a morir', 'Llorona' y 'Gracias a la vida'.
Sonido espectacular: potencia y nitidez difícilmente igualable
El 'Ruiseñor' estuvo arropado en su vuelta al ruedo maestrante (ya actuó en 2016 con su gira sinfónica) por un gran grupo de músicos, tanto en lo cualitativo como en lo cuantitativo (hasta diez instrumentistas y un coro de tres voces), cuyos miembros oscilaron toda la noche entre el notable y el sobresaliente en su papel de subalternos del maestro, secundando y potenciando el excelso virtuosismo del protagonista absoluto, como debe ser. En este sentido, cabe destacar que el sonido fue sencillamente espectacular. Potencia y nitidez difícilmente igualable.
Con el reloj superando con creces las once de la noche y a pesar del derroche exhibido durante casi dos horas de ritmo frenético, el andaluz mantenía incólumes sus fuerzas, incluso mejor que al principio, con la garganta completamente desatada. Llegó a la recta final presto y dispuesto a dejarse la piel en una despedida abrumadora que puso boca abajo la Maestranza. Y es que si en la última mano, cuando se juegan los cuartos, llevas un póquer de ases como 'Qué sabe nadie', 'Yo soy aquel', 'Escándalo' y 'Como yo te amo' se antoja imposible no ganar la partida. Y vaya si lo hizo. Triunfo rotundo.
El de anoche, que reunió a más de 7.500 personas tras una ampliación de aforo para la ocasión, fue el concierto con más público de todos los que integran la segunda edición del ciclo Noches de la Maestranza. Es digno de análisis el hecho de que Raphael (80) y Joaquín Sabina (74) sean los artistas que más público hayan convocado.
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