Castaña

Principios del siglo XIX y la reina es negra (una cosa es que fuera tan negra como Jennifer Beals, que lo fuera y no se notara), pero también muchos de los personajes principales o secundarios en la, se supone, temporada londinense. Sí, vale, también era negro porque sí Pedro de Aragón (Denzel Washington) en « Mucho ruido y pocas nueces ».

La verosimilitud me importa tanto como el Circo del Sol, pero, hombre, un decoro. Me creo « ‘D’Artacan y los tres mosqueperros » porque todos son perros: reyes, cardenales, mosqueteros, criados. Si todos fueran negros, mosquenegros, vale . Pero esto es más bien como una variante de «Los Caraconos», que van por ahí con sus cabezas picudas como la cosa tan normal. Y pretenden que no les echemos cuentas. Me creo «Dickinson» porque me da la gana. Una locura adolescente, rebelde y moderna con la poeta de Amherst de protagonista efusiva. Claro que había negros entonces por las cortes europeas. Pero era algo excepcional. Miren el violinista George Bridgetower, al que Beethoven dedicó originalmente la Sonata Kreutzer (como era muy suyo y muy malafollá, luego se cabreó con él y le retiró la dedicatoria). Si ves «The split» (Filmin), con gente de todas las razas, lo ves normal porque es Londres hoy.

Tiene gracia que Chloé Lopes Gomes , la bailarina francesa negra, acuse a la Staatsoper de Berlín por querer que se maquille de blanco en «El lago de los cisnes». Espera el día en que Shonda Rhimes y sus huestes se hagan con la Staastoper.