Dolores

Uno de los logros del documental es cruzar las opiniones de Alicia (la madre) y Dolores sobre su propia relación. Para Dolores, ni siquiera estaba clara. Hay diferencias de criterio sobre lo que eran, cómo dejaron de serlo e incluso sobre la posibilidad de hechos o intenciones violentas en persona interpuesta (la madre de una, la hija de otra. O sea, violencia vicaria, tú por aquí). Se abre la puerta al ignoto mundo de la violencia entre mujeres.

Por otro lado, la lesbofobia consistía en problematizar y masculinizar a una mujer por ser profesional , inteligente y karateca, pero ¿se está diciendo con ello que al ser masculinizada se le atribuyó la masculina condición de criminal?

El caso Wanninkhof, que fue también el caso Dolores Vázquez, fue un error sistémico, valga la expresión. Falló la policía (¡la mejor del mundo!), falló el sistema judicial (la piña que denuncia el heroico abogado), falló la institución del jurado popular y fallaron los medios, sin que se conozca que le costara a nadie la reputación. Es más, los que nos lo contaron entonces nos lo cuentan ahora, como Toñi Moreno, productora, a la que hay que felicitar por el documental.

Con lo de la lesbofobia se quiere decir que estamos mucho más ‘avanzados’, mejor, pero lo sustancial del caso fue la presunción de inocencia, pisoteada, y la importancia de las pruebas y sobre este particular no hay más que recordar los juicios recientes y su encanallamiento político, mediático y popular.

El gran atractivo es descubrir a Dolores . La convirtieron en mala por ‘fría’ y por rara tanto como por lesbiana. Era medio inglesa, suya, distinta, y no casaba bien (ni casa) con la viscosa y truculenta simpatía nacional.