Anabel Alonso: «Como persona LGTBI, me pareció maravilloso que mi personaje en '7 vidas' fuera lesbiana»
La actriz se incorporó a la mítica y exitosa comedia de Telecinco en la quinta temporada, en el año 2000, y a los pocos episodios descubrió que su personaje, la también actriz Diana Freire, le gustaban las mujeres. Dos temporadas después, en 2002, incluso se casó con una militar
Hay una lesbiana en mi serie española favorita
El Orgullo de las series españolas diarias
Anabel Alonso (Baracaldo, 1964) puede presumir de haber protagonizado la primera boda entre dos mujeres en España. Al menos en la ficción nacional. Fue en el capítulo 113 de la comedia de Telecinco '7 vidas', allá por verano de 2002, cuando su personaje, Diana Freire, se casó con una militar, a la que interpretaba Elisa Matilla. Aquello acabó en divorcio. Anabel Alonso, en pleno rodaje de la temporada final del serial de época 'Amar es para siempre' (Antena 3), ni siquiera se acuerda de cómo acabó Diana Freire (¿compuesta y sin novia?), pues la serie acabó en 2006 de un día para otro a pesar de las buenísimas audiencias.
—Diana Freire.
—No sé si la pionera, pero sí la más ruidosa, seguro.
—Casi, casi. Gloria Muñóz, en 'Mar de dudas' (1995), interpretó a un personaje homosexual. Tenía novia. Diana hizo historia.
—Estar en 'prime time', en una serie de éxito, yo creo que sí era la primera vez.
—Diana se incorporó al final de la cuarta temporada. Pasó a personaje regular en la quinta, pero su orientación sexual no tardó mucho en ser revelada. ¿A ti te contaron qué planes tenían con el personaje?
—Sí. Me dijeron que habían pensado que yo, de repente, me daba cuenta de que, igual de entrada fuera bisexual, no directamente lesbiana, pero que sí íbamos hacia ese camino, que se enamorada de mujeres y sus relaciones sentimentales fueran con mujeres.
—¿Te dio miedo? ¿Reparo? ¿Igual?
—No me dio nada en absoluto. Me pareció una idea fantástica. No me dio ni reparo, ni miedo. Al revés. Me pareció una buenísima idea.
—En '7 vidas' no fue un gran problema que ella descubriera que le gustasen las mujeres.
—Sí, totalmente. ¡Vamos, como en la vida! En general. Todo debería ser así de sencillo. Es verdad que Diana de repente se da cuenta de que se enamora de una mujer. Y a partir de ahí no tuvo ningún conflicto de ningún nivel personal, de planteamiento, y tuvo los mismos problemas, los mismos amores y desamores, que el resto de los humanos.
—Al final, la serie se reía de Diana como actriz, las series que le tocaba hacer… No sé si recuerdas alguna gracia o algún personaje que se pasaba de la raya.
—El frutero [Santi Rodríguez], siempre. Un animal. Decía barbaridades. Siempre diciendo burradas, 'la tijerita', esas cosas que diría cualquier garrulo hoy en día. Tampoco era homófobo. Entre burro e ignorante. No era homófobo porque todos éramos amigos. Era un animal. Entre básico y un poco cerrado. Cerrado fundamentalmente. Allí todos convivíamos. Era como torpe, gañán… '¿Y entonces el hombre quién es?'.
—Diana se acabó casando y divorciando con Nieves, una militar. En este caso, la realidad superó a la ficción y se adelantó. Esto sucedió en el año 2002 y todavía quedaba un par de años para la aprobación del matrimonio igualitario.
—Además, con Diana, fue una cosa muy bonita. Desde el minuto uno, cero problemas, con la mayor naturalidad… Era la primera vez que en una serie de éxito en 'prime time', familiar, aparecía un personaje de estas características… Las novias de Diana fueron las mujeres más atractivas de la televisión española. Por allí pasó Belén Rueda, Esther Arroyo, Ana Milán, Anne Igartiburu… Tuve las novias más guapas que todos, que Willy [Toledo], que Santi [Millán]... Y además recibimos muchas cartas agradeciendo que hubiera un personaje de esas características, que se tratara de esa manera… Mucha gente se sentía muy ayudada, muy acompañada, con este personaje. Recibimos muchos premios de colectivos LGTBI por visibilizar a un personaje que era una lesbiana. Fue muy bonito cómo lo trataron los guionistas. Al personaje le pasaban las mismas cosas y hacían sangre de todas las cosas, de sus gracias y desgracias, de que la dejaran… Entrábamos todos en el mismo saco.
—No había redes sociales. Había hambre por la representación. Legiones de fans. Sigue habiendo ese hambre por la representación. Sucede ahora con las series diarias. Sucedió con 'Amar es para siempre' y '#Luimelia'.
—Son muchos años… Con Diana, y fue en los años 2000, se dio un paso muy grande. Luego 'Hospital central', 'Amar…'. Hay hambre porque han sido muchos años de no representación. Tienen ganas de verse allí, de que pasen cosas… La gente, por la televisión, ve otras realidades y ve que ni son tan ajenas ni tan extrañas ni tan diferentes… Todo se hace cotidiano y cercano. Eso es lo que necesita la gente.
—Contabas que las novias de Diana eran unos pibones.
—A cada cual más y mejor. El frutero se pillaba por todas.
—Entiendo que la mayoría de las novias de Diana eran muy femeninas, o muy guapas, que no 'molestaban'.
—Sí, te entiendo.
—Una de las reivindicaciones ahora es: 'Sí, hablemos de mujeres homosexuales o bisexuales, pero que no todas estén cortadas por el mismo patrón y sea la lesbiana guapa'.
—Sí. Nosotros en aquel momento hicimos lo que hicimos. Han pasado 20 años y ese hambre es de mayor representatividad, con mayor diversidad, indudablemente. Rompiendo una lanza a favor de la ficción, es cierto que en general, y sobre todo en una comedia, siempre son muy guapas y muy guapos. En cuanto a la imagen podríamos decir que hay una discriminación en general. Tú buscas gente guapa. Pero han pasado 20 años y puede haber más diversidad, más tipos de mujeres lesbianas o bisexuales. Siempre tenemos que avanzar. Siempre nos falta subir un escalón más. Pero poco a poco. Nosotros llegamos hasta ahí.
—Cuando hablamos de historias con personajes LGTBI, nos vamos al drama. ¿Era incluso más revolucionario que se hiciera desde la comedia? Desde una 'sitcom'.
—Sí. Totalmente. Dándole ese tono de humor, divertido… Porque es verdad que normalmente han tenido una carga dramática, de problema, de relaciones más o menos complicadas, tortuosas… Y esto era un soplo de aire fresco.
—A nivel personal, ¿qué supuso para ti?
—A ver. Yo, por ejemplo, cuando me preguntabas antes… Los guionistas me preguntaban 'oye, estamos pensando que tu personaje sea lesbiana'. Yo creo que me lo preguntaron también porque yo lo era. Para ver si me sentía incómoda o tenía algún problema. Todo lo contrario. Como actriz, nunca me causa problema que mi personaje sea lo que sea: asesina en serie, maltratadora, cualquier cosa…, que le gusten los señores mayores. Sobre mis personajes nunca opino. Intento comprenderlos para darles carne. Ni los juzgo ni tengo prejuicios sobre mis personajes. Pero a nivel personal me gustó mucho. Era como romper una lanza en ese sentido. Yo, como persona LGTBI, no como la actriz que interpreta a ese personaje, me pareció maravilloso.
—En la profesión uno a veces hace caminos paralelos con los personajes que hace. En tu caso, ¿ya habías hecho tu camino, y fin, o te dio un empujón, te ayudó?
—No. Yo siempre he hecho mi vida. No me cambió. No hizo que yo viera las cosas [de otra manera]. A nivel personal, o de vivir mi vida, no me supuso ningún cambio.
—¿Propusiste cambios con el personaje o te ajustaste a lo que escribían los guionistas?
—No. Le das tu impronta, pero estaba todo muy bien hilado. Era el mismo tratamiento que se daba a los amores o desamores o problemas de cualquier personaje heterosexual. ¡A mí me iba mejor que a los otros! Estaba tan bien precisamente porque no diferenciaban. Luego me di cuenta de la repercusión que estaba teniendo, pero yo en ese momento no lo vi así. Yo estaba haciendo una serie, se plantea ese personaje, a mí en mi fuero interno me parece muy bien, pero no me lo tomé como abanderada.
—A veces se confunde al personaje y a la persona. Los espectadores creen que Anabel Alonso es Diana Freire o viceversa. ¿Pasó? ¿Se disipaba la línea entre realidad y ficción?
—Hombre, si daban cosas por hecho, ¡encima acertaban! [se ríe].
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