Festival de Cannes
La vieja guardia del cine de autor se hace fuerte en el Festival de Cannes
El inamovible estilo de Wim Wenders, Kaurismaki, Ceylan, Moretti o Koreeda contrarresta al actual y provocador de cineastas como Glazer, Triet o Hausner
Nanni Moretti vuelca con pasión su idea de 'El sol del futuro'
![Wim Wenders presentó este jueves 'Perfect Days' en Cannes](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/play/2023/05/25/1466867298-kiXD-RLW6PsGt1wzCWHszo8PiC7L-1200x840@abc.jpg)
La entrada en competición de Wim Wenders con 'Perfect Days', una película tan suya, tan de las que hace décadas que no frecuenta, siempre tan volcado en el documental, en el cortometraje, en el pensamiento y el arte, da para una pequeña reflexión sobre ... los directores y el tipo de cine que acepta y promueve el Festival de Cannes. Pero, antes de entrar de lleno en esas especulaciones, dedicamos un espacio a 'Perfect Days', no vaya a ser que se nos quede fuera de campo, y que de paso sirve perfectamente de puerta de entrada.
Vuelve Wenders al lugar de partida, una película de mirada al paisaje y al paisanaje, en este caso centrada en lo japonés, con un guion exprimido de varios cuentos y que presenta un personaje, Hirayama, de apariencia y existencia rutinaria, que trabaja como limpiador de baños públicos, que vive en una casa sencilla, ordenada y llena de libros y discos (lee y escucha la literatura y la música que le gusta a Wenders, como es natural) y que parece feliz con sus hábitos y monotonías. Se ha visto en ese personaje, en su minuciosidad en la labor de un trabajo ingrato y en el orgullo al desempeñarlo, una cercana alusión al que interpretaba Emil Jannings en 'El último', obra maestra de Murnau, aunque de lo de Wenders se sacan otras impresiones y sentimientos.
Le deja mucho espacio al espectador para que construya lo que no se dice del personaje, probablemente un intelectual en fuga, ex alcohólico, frustrado y que encuentra en la sencillez algo mucho más valioso que en la complejidad. Como 'Alicia en las ciudades', como 'En el curso del tiempo', pero con menos movimiento, 'Perfect days' es una película que se regodea en esa monotonía cercana al aburrimiento, y que te atrapa con momentos de emoción, de música, de mirada calma. Asumen Wenders y su película el papel de viejas glorias, y es ahí, en ese retorno, donde adquiere toda su grandeza.
Y este es el sello de esta (y otras) edición del Festival de Cannes, que acoge a los directores que siempre hacen la misma película y que le brindan al festival su mejor versión, la gran idéntica obra. Este año, por ejemplo, hemos podido ver las películas de siempre y algunas mejoradas, de Nuri Bilge Ceylan, de Koreeda, de Aki Kaurimaki, de Marco Bellocchio, de Nanni Moretti, la mencionada de Wim Wenders y, probablemente, puesto que se verá en unas horas, la de Ken Loach. Ese es un frontal de la muestra de cine más importante del mundo, pero tiene otro, justo el contrario, directores que vienen a impresionar con lo nuevo, lo inesperado, lo provocador, lo supuestamente moderno, y que son, hay que decirlo, los que más conectan con la crítica, los jurados y los premios. Directores como Jonathan Glazer y 'The zone of interest', Justine Triet y 'Anatomía de una caída', Jessica Hausner y 'Club Zero', o incluso Wes Anderson, que también viene con la película de siempre, 'Asteroid City', pero en el equipo de los nuevos.
En ese cine de siempre y de los directores de siempre (y es un 'siempre' evidentemente cercano, no hay que confundirlo con el 'siempre' fetén, clásico) está lo mejor que se ha vista en esta edición de Cannes, en 'Las hierbas secas', de Bilge Ceylan, o en 'Las hojas muertas' de Kaurismaki, también en esa militancia nostálgica de Nanni Moretti en 'El sol del futuro'. La impresión, y estaría bien equivocarse, es que ese tipo de cine (naturalmente, lo de Víctor Erice es la sublimación de todo esto) no va a contar mucho en los cálculos del jurado, que generalmente quieren poner su impronta en el Palmarés. Descubrir o inventar algo, y de eso saben Ruben Östlund y Julia Ducornau.
Eso es en una breve maqueta el marco del Festival de Cannes, la misma mejor película de un director habitual y laureado aquí, los cineastas pujantes que empiezan a prender las notas de un estilo, y el relleno de la producción francesa por esos países, digamos, exóticos, o películas que quieren impulsar y amortizar. Ayer, junto a la de Wim Wenders, se programó en competición otra francesa, francesa, de Catherine Breillat, muy conocida por su cine fascinado por lo sexual y en el límite de lo erótico. Recoge la historia y los guionistas de aquella tremenda película danesa, 'Reina de corazones', y hace un melodrama erótico y muy incómodo: una mujer madura y profesional se lía con el hijo adolescente de su marido. Un papelón que el filme danés rompía en tragedia y en un desarrollo feroz e insoportable, y que aquí también es insoportable, pero por otros motivos. Toda la maldad de aquélla pierde aquí sentido, grandeza y conflicto. Quedan por competir solo Alice Rohrwacher y Ken Loach, y se supone que torcerán hacia cada uno de los equipos contendientes.
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