Festival de cine de San Sebastián
Profunda mirada de Costa-Gavras a los finales de la vida en 'El último suspiro'
El veterano director se presenta en el Festival de San Sebastián con el ánimo de competir por la Concha de Oro
Entrevista con Costa-Gavras por 'El último suspiro': «Parece que cuando la gente llega a vieja crea un problema a la sociedad»

El director griego, o francés, Costa-Gavras va camino de los 92 años y lo hace con una elegancia y una lucidez envidiables, y con el ánimo de competir por la Concha de Oro con su película 'El último suspiro', una también elegante y ... lúcida consideración sobre la vida y la muerte, el asedio de la enfermedad y las soluciones paliativas para atravesar de modo natural y sin empujones ni tormentos esa frontera cuando es inevitable.
Utiliza el guion para explicarse dos personajes principales, un filósofo curioso por conocer los detalles, los ánimos y desánimos, rechazo y aceptación del individuo ante el hecho de que la medicina no puede hacer ya nada por él, y un médico de paliativos experto en enfrentarse a esos pacientes y acompañarlos en ese doloroso trance que consiste, precisamente, en evitarles otros dolores. Lo explica bien el excelente actor Kad Merad, que lo interpreta: la práctica esencial de la medicina es curativa y, cuando se hace inútil, encuentra su utilidad como escolta y consuelo.
'El último suspiro' está tan lejos de ser una película sobre la eutanasia, como la eutanasia activa de los cuidados paliativos, y el recorrido que hacen médico y el escritor filósofo, sus conversaciones, los casos que presenta y las situaciones y personajes que aborda ayudan a esclarecer no solo esta diferencia sino también, y en cierto modo, el sentido de la vida y de la muerte. Y merece sin duda un aplauso (y ya veremos si algo más) que Costa-Gavras se ponga tan de frente como el torero de Albert Serra, y con el trapo rojo de su edad, a lidiar entre la cornamenta de estas materias.
Con mucha información y reflexión, con un equilibrio entre el sentido dramático, el sentido común y el sentido del humor, la película ofrece diversos modelos y patrones de actuación, lo que permite una muy humana interpretación de Kad Merad y una alerta constante del personaje que piensa y filosofea, que interpreta Denis Podalydès; y también la presencia de Charlotte Rampling (un caso, un modelo) o de Ángela Molina, cuyo tramo en la historia está lleno de fantasía y tópicos gitanos y que le da ocasión a la actriz de demostrarle a la cámara lo inextinguible de su belleza, su gracia, matiz y chispa que el tiempo no sabe cómo arrebatarle.
Como película, es de una 'utilidad' evidente y que toca por cualquier costado a cualquier persona, y se esfuerza en no caer de bruces en los territorios resbaladizos del sentimentalismo, aunque no rehúye los momentos de emoción y de penetración en los temores, enterezas y flaquezas del ser humano.
Argentina profunda
También en competición está la argentina 'El hombre que amaba los platos voladores', de Diego Lerman, una historia condimentada con diversas especias, la más potente la de un humor entrañable, sobre un personaje embrollado, un tipo empeñado en crear y creer unas presencias alienígenas en una zona rural y perdida de la Argentina profunda. Lo interpreta un Leonardo Sbaraglia realmente eficaz en el relleno de matices, esquinas y llanuras en su personaje, y que demuestra una vez más que, en so contacto con la comedia, tiene una energía increíble.
El relato de este reportero y sus relatos tiene una clara dirección, aunque también un sentido algo zigzagueante, lo que te permite disfrutarla en su 'lógica' y en su incoherencia. Parece ser que hay unos hechos reales que avalan esta ficción, lo cual pone aún más en evidencia lo cerca que estamos de que 'los marcianos' nos invadan en cualquier momento.
Y a la sección Perlas llegó un título, 'En fanfare' ('Por todo lo alto' se titulará aquí), que cambiaba por completo los estados de ánimo, que ofrecía una esperanzadora versión de los terrícolas y que contaba, en un entrelazado de drama y de comedia, una de esas maravillosas historias que uno, de vez en cuando, agradece que le cuenten. Es francesa, la dirige Emmanuel Courcol (hace un par de años se estrenó de este director 'El triunfo') y tiene una montonera de personajes buenos y entrañables, y los principales son un prestigioso director de orquesta (Benjamin Lavernhe) y su hermano recién descubierto, pues ambos son adoptados, y que interpreta Pierre Lottin (espléndido también en 'Cuando cae el otoño', de François Ozon, vista aquí hace unos días). Todo es tan musical, humano, gozoso y divertido, todo tan pegado a las cosas y los azares de la vida, que sale uno tan contento y silbando el 'Bolero' de Ravel.
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