Costa-Gavras: «Mi generación creía en una Europa perfecta que podía cambiar el mundo»
El cineasta de 91 se convierte en un ejemplo de vitalidad en el Festival de San Sebastián, donde ha presentado 'El último suspiro'
Crítica de 'El último suspiro', 'El hombre que amaba los platos voladores' y 'Por todo lo alto', por Oti Marchante
![Costa-Gavras, este miércoles en San Sebastián, donde ha presentado a sus 91 años la película 'El último suspiro'](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/play/2024/09/25/1486588472.jpg)
Sobra una escena para describir a Costa-Gavras: Al terminar la entrevista con ABC, sale de la suite que le ha prestado el Festival de San Sebastián y marcha camino de la rueda de prensa en el Kursaal, al otro lado del río que atraviesa ... la Bella Easo. Le escoltan apenas dos personas del equipo de prensa que lo ha traído a España (ayer con Johnny Depp sumaban casi tres docenas) y le invitan a bajar por el ascensor. «Nada, vayamos andando», exclama con júbilo enfilando la regia escalera del María Cristina. Nada de esto tendría importancia si el cineasta griego no tuviera 91 años y estuviera aquí presentando en Sección Oficial su nueva película, 'El último suspiro', donde presta su mirada a los enfermos terminales y a los doctores que se encargan de acompañarlos en las últimas horas.
«Hice la película porque el tema me interesaba mucho: tengo el problema en el horizonte, el final se acerca», dice con una media sonrisa y un español cultísimo con acento italiano, aunque luego pedirá perdón por su falta de vocabulario, que no es tal. «He tratado siempre de hacer películas que me atañen en lo personal, porque para hacer una película se necesitan varios años de trabajo y debe ser una historia de amor. Si no hay amor, no se puede trabajar tantos años [en un tema]», explica mientras apura un café que se enfrió hace un buen rato.
No le puede negar la vitalidad y la actualidad a un tipo que hace cinco años, con 86, ya estrenó 'Comportarse como adultos' y en 2012 'El capital', cuando el griego Varoufakis ocupaba titulares y la prima de riesgo llenaba de telarañas las cuentas corrientes. Por entonces la Prensa escribía «la última película de Costa-Gavras» no como una descripción del trabajo más reciente, sino como un temor: el de que realmente fuera a ser el título final de una filmografía con 23 películas, algunas de ellas parte de la historia del cine, como 'Z'… Pero no pasó: en estos últimos cinco años no ha parado de trabajar: «Además de esta película, publiqué un libro y traté de hacer una serie de televisión pero la dejé después de un año trabajando porque era complicado. Me parece que una serie no es verdaderamente un espectáculo artístico», lamenta.
«¿Yo soy un ejemplo?» -se pregunta Costa-Gavras cuando se le cuestiona si su vigor puede animar a sus coetáneos- «No, no quiero y no pienso que sea un ejemplo. Cada uno es como es. Sería muy peligroso, desde el punto de vista psicológico, pensar que uno es un ejemplo», remata el cineasta, que lleva casi seis décadas casado con Michèle Ray-Gavras, su productora. «¿Y los jóvenes cineastas franceses acuden a usted a por consejos?». «Me interesa mucho lo que hacen y hacemos muchas presentaciones en la 'Cineteca francesa', me parece muy interesante cómo hablan de la sociedad de hoy. Pero de ahí a darles consejos… No, no, no, no… No quiero dar normas ni consejos, porque luego dicen que Costa-Gavras pide hacer las cosas así y no quiero», remata riendo.
La muerte de cerca
«No se puede mirar fijamente ni al sol ni a la muerte», dice un protagonista de 'El último suspiro' en una frase del guion, firmado por el mismo Costa-Gavras. «Por desgracia, ahora parece que cuando la gente llega a vieja le crea un problema a la sociedad. Por suerte la gente vive más años ahora. Pero para mí el tema es cómo uno muere, si con dignidad o con terror, y la tristeza que genera [cuando enferman] a los otros durante años. Una persona cerca de la familia decía 'no me dejéis ir'. Era tremendo. Deja una impresión que persigue para siempre… entonces hay que prepararse», relata el cineasta griego de nacionalidad francesa, ganador del Oscar y conocedor de cinco idiomas.
Así, Costa-Gavras lamenta que el sistema de cuidados paliativos sea «antiguo y reducido». «Fui a centros de cuidados paliativos y visité a mucha gente, incluyendo al doctor con el que habla Régis Debray [escritor y filósofo del que Costa-Gavras ha adaptado su trabajo para 'El último suspiro'] porque me interesaba ver cómo funciona todo. Me interesó mucho la gente que trabaja en estos centros, son educadísimos, abiertos… verdaderos compañeros que acompañan a los enfermos terminales hasta que van a morir. Me gustó conocerlos porque en los hospitales habituales, los doctores o enfermeras tienen mucha autoridad, aquí son diferentes», explica.
La vieja Europa, en paliativos
Costa-Gavras, uno de los grandes del cine europeo del siglo XX, lamenta cómo la Europa social que conoció su generación ha ido mutando en una Europa a la que solo interesa el dinero. «Mi generación creía en una Europa perfecta que podía cambiar el mundo. Yo todavía creo que la Unión Europea es absolutamente necesaria no solo [como contrapeso] de Estados Unidos o China, sino porque aquí empezó casi todo: la cultura, la política, las artes… Europa es muy importante como ejemplo para el mundo, pero tenemos una guerra en mitad de Europa y no hacemos nada. Hay esperanza porque cambiará con el tiempo. Se necesita, desafortunadamente, mucho tiempo para cambiar a la gente. La gente no cambia de un día para otro. Cada vez que hemos tratado de cambiar a la gente con una revolución inmediata, se pasa a lo contrario», remata.
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