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«La trinchera infinita» se va a luchar por el Oscar

Un repaso de las cualidades y desventajas de la candidata española a mejor película internacional en la 93 edición de los Oscar

Antonio de la Torre y Belén Cuesta en «La trinchera infinita»
Oti Rodríguez Marchante

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La Academia del Cine ha elegido «La trinchera infinita» para irse a la guerra en Hollywood por el Oscar a la mejor película internacional, una obra de mayor tamaño y de mayor ambición temporal y sentimental que las otras dos que formaban, junto a ella, la terna de elegibles, la intimísima «Lo que arde», de Oliver Laxe, y la negrísima «El hoyo», de Galder Gaztelu-Urrutia. Ninguno de estos tres títulos está avalado por nombres que a «los de Hollywood» les mueva a salir de su piscina de riñón para concederles su interés, como ocurrió el año anterior con Pedro Almodóvar y su «Dolor y gloria» , que prácticamente tenía ganada la «nominación» porque allí, como en todos sitios, es uno de los grandes.

La película de Jon Garaño, Aitor Arregi y José María Goenaga, «La trinchera infinita», que aquí no fue ninguna sorpresa pues sus autores ya traían el prestigio de otras como « Loreak » o « Handía », tiene algunas cualidades y algún pequeño inconveniente que pueden influir en esas primeras escaramuzas para lograr quedarse entre las cinco que sobrevivan al final, es decir las «nominadas» por los académicos de Hollywood, que para esta candidatura suelen ser pocos y raros.

Las cualidades son evidentes : narra una peripecia llena de sentimiento sobre una pareja recién casada durante la Guerra Civil, el marido permanece confinado en un agujero de la casa, un «topo», durante años por el miedo a caer en las manos del enemigo; también narra los distintos ambientes, el exterior de guerra, postguerra y cambios sociales, y el interior de miedo, de paso de tiempo y de poso íntimo de esos personajes; son comprensibles las emociones, las reacciones, precauciones, intrigas, asfixias y amarguras, y también validan como cualidad la gran interpretación , llena de pigmentos y confusiones, de Antonio de la Torre y Belén Cuesta.

En el apartado de inconvenientes , tres que no se pueden medir con otro cronómetro que el propio: dos horas y media de película es una cantidad de tiempo enorme si se quiere volver rápido a la piscina de riñón; el asunto de la Guerra Civil española , sus hebras y trincheras, puede resultar lejano y secundario para los que no tuvieran un bisabuelo en la contienda, y el desarrollo de la trama y sus caminos de odio y hacia la reconciliación no calan igual en la melancolía a quienes no hayan visto los capítulos de la serie « Cuéntame ».

«La trinchera infinita» es una buena película no solo de aquí, o para aquí, pero, en su carrera en Hollywood y entre académicos, puede ocurrir lo que tantas otras veces: que no la vean con el interés que nosotros le damos . Naturalmente, es un problema de ellos, pero no es el mayor que tienen.

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