Apitchapong, el director ilegible que ganó una Palma de Oro, vuelve idéntico al Festival de Cannes
El tailandés regresa una década después al Festival de Cannes con ‘Memoria’, con Tilda Swinton estelar

Como ya hacía mucho tiempo que no aparecía por aquí el director tailandés Apichatpong Weerasethakul ha habido que mirar el nombre varias veces para escribirlo. Hace más una década, cuando ganó la Palma de Oro con ‘Tío Boonmee recuerda sus vidas pasadas’ , salía de corrido y sin andar mirando. Ha venido a esta edición a competir por otra con ‘Memoria’, una película que mantiene intactos sus signos de identidad, siendo el ‘qué es esto que estoy viendo’ uno de los principales. Aparece como coproductora de ‘Memoria’ Tilda Swinton, además de otros varios países como Francia, Colombia y México, lo cual explica sus localizaciones en Bogotá y en la selva colombiana, además de la presencia breve de actores como Daniel Giménez Cacho, Jeanne Balibar o Juan Pablo Urrego, aunque todo el protagonismo sea para Tilda Swinton.
Misterios de su cine
El argumento es puro Apichatpong y encuentra su excusa en que el personaje de Swinton oye de vez en cuando un extraño ruido en su cabeza, una especie de explosión metálica que será el motivo de búsqueda, primero con un técnico o ingenios de sonido, que lo detecta como si fuera un retrato robot, y luego con un deambular sin un sentido, digamos, argumental que la llevará a la resolución, más o menos, de lo que se podría considerar intriga. H ay varias cosas sorprendentes, pero la mayor de todas es una cena a la que acude Tilda Swinton y pide ¡osobuco! ... Tilda Swinton, con ese aire de saltadora de altura, de masai albina, y lo implacable de un osobuco no parece una imagen posible de reunir. Naturalmente, se hace una elipsis que evita verla comiéndoselo.
El cine de Apichatpong Weerasethakul (ya casi sin mirar) adquiere cierto músculo en una rara mezcla de fantasía y espiritualidad, y hacia allá va la historia, que se entretiene en una ligera idea de arqueología, tiempo remoto y humanidad, y sin que falte ese momento tan suyo de desubicar la pinza, que en este caso tiene la forma de ovni. Su planteamiento secuencial y su natural alargamiento antinatural de algunos planos contribuyen a que el espectador no se olvide fácilmente de que está en una película de Apichatpong .
Estelar Léa Seydoux
Y del tailandés, al director francés Bruno Dumont , que ha ganado ya varios premios aquí en Cannes, pero no la Palma de Oro, y lo intenta en esta edición con ‘France’, protagonizada de arriba abajo por Léa Seydoux , la actriz que está en todo, como la tía Avelina cuando invita a cenar a su casa. Es la tercera película en esta competición en la que está Seydoux, además de la de Wes Anderson y de Ildikó Enyedi, y en alguna más fuera de la sección oficial. Y se entiende que así sea, pues lo que le falte a ella no lo tiene ninguna otra actriz de la zona. Su personaje aquí, aunque está mal dibujado, ella lo compone con enorme doblez, gracia y dramatismo; es una estrella de la televisión, con un programa de reportajes que los amaña muy cucamente (de guerra, de sucesos, sociales, lo que sea) y con una vida familiar penosa. La trama tiene mucho de estúpido, que Dumont se encarga de no ocultar con subrayados y tropiezos, y con una mezcla grotesca de lo trágico y lo romántico; se supone que hay en ella algo de crítica social y periodística, pero de luces cortas.
Lo más alegre y gustoso del día fue la película marroquí ‘Casablanca Beats’, de Nabil Ayouch , que se desarrolla en un barrio suburbial de Casablanca y en un Centro de Cultura al que van jóvenes a aprender rap y danza moderna. De contarse esta historia en Nueva York no tendría la menor gracia, pero allí, entre el pulso de la tradición, la religión y los hábitos, sí la tiene. La manera de vestir, de expresarse, de meter los dedos en la palabra libertad le dan frescura a la historia, que naturalmente está llena de conflicto social e individual. Los actores le ofrecen lo mejor de ellos a la cámara de Ayouch, y cantan, bailan y se mueven como para ganar un premio. Y hablan entre ellos de lo esencial allí, de lo cerca que se está de confundir la libertad con fe ciega y furia explosiva.
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