La guerra de lejos, la familia y la alerta sexual y nutricional de la infancia, temario de Cannes 2023
Ken Loach cierra la competición con 'The Old Oak', otra de sus recetas de tolerancia y solidaridad para el corazón del público
La vieja guardia del cine de autor se hace fuerte en el Festival de Cannes
Buena manera de ponerle el sello a la competición, con dos cineastas muy de la cuadra del festival, el veterano Ken Loach, que ya ha ganado dos Palmas de Oro, y la joven Alice Rohrwacher, que también ha ganado dos premios, el ... de dirección y el del jurado, pero no la Palma de Oro. Eran dos películas, 'The Old Oak' y 'La chimera', que fortalecían la idea expuesta en la última crónica sobre los dos equipos contendientes en esta y otras ediciones, el de directores curtidos que traen su película de siempre, a ser posible mejorada, y el de lo jóvenes que aún quieren sorprender con el desafío mientras buscan un estilo.
'The Old Oak' tiene todos los ingredientes y alicientes del cine de Loach, una historia social y de solidaridad que busca el corazón y la cabeza del espectador; trata de refugiados sirios que llegan a un pueblo del norte de Inglaterra, antes zona minera y ahora con los dilemas del Brexit. Como siempre, con guion de Laverty y esa mirada de Loach que bizquea entrañablemente entre el mundo como es y el mundo como debiera de ser. Atrapa intactas la verosimilitud del lugar, de sus personajes y de sus reacciones de todo tipo, para lo que despliega su talento como director de actores que no lo son y que intensifican esa sensación de realidad. Una de esas películas que conectan a lo ancho con el público y que lo llenan de sentimientos provechosos. Además, trata de tres de los asuntos muy insistentes en el temario del cine que se ha presentado este año: la guerra a distancia, o sea, su eco; la familia como puntada nuclear del individuo, y las relaciones con la infancia, tanto educacionales como sexuales.
Dejaremos la película de Rohrwacher, 'La quimera', para el final y seguimos el hilo del temario de esta 76 edición del Festival de Cannes. Es curioso que varias películas hayan coincidido en contar historias de guerra sin entrar en ellas, pues, además de la de Ken Loach, muy atenta a los efectos de la guerra de Siria y a la situación de los refugiados y el efecto de rechazo, intransigencia y racismo que ha producido en diversos lugares de Europa, buscaba un sentimiento parecido la de Aki Kaurismaki, 'Las hojas muertas', con una presencia casi obsesiva en la radio que escuchan los personajes de la guerra de Ucrania; no va de guerra la película, sino de soledad y necesidad de amor, pero está empapada del ruido de ella. Y de un modo más extremo, también lo trataba Jonathan Glazer en 'The zone of interest', con una historia situada junto al muro de Auschwitz, en un caserón donde vive la familia del comandante nazi; se oyen y sienten los ecos, pero la cámara no entra allí. Su juego de ironías y estéticas, en cierto modo cercano al del presidente del Jurado, Östlund, la convierten en una de las favoritas para ganar la Palma de Oro.
La familia y la infancia son lo sustancial de lo que trajo Koreeda, 'Monster'; lo de Jessica Hausner, 'Club Zero', o lo de Marco Bellocchio, 'Rapito', en la que un niño judío es birlado por la Iglesia Católica a su familia e introduce otro de los temas recurrentes, la educación, ese quién y cómo educa a los propios hijos. Se ve claramente en la película de Bellocchio lo inapropiado (intolerable) de que el catolicismo le arrebate a la familia judía ese derecho a la educación, pero hay que considerarlo igual de intolerable si lo hace un partido político, una cultura, sea 'woke' o lo que venga, o unos intereses ideológicos, identitarios o lingüísticos. Pero, como dice el vasco del chiste, ¿a qué estamos, a setas o a Rolex?
Y esa mirada a la infancia se ha acentuado en lo tocante a lo sentimental y sexual, con tres títulos que han expuesto circunstancias de abuso a menores, y dos de ellos ocasionados por mujeres adultas y en situación de poder absoluto: el de Todd Haynes, 'May December', en el que una profesora seduce a un adolescente, y abandona a su familia y se casa con él, y el de Catherine Breillat, 'El último verano', donde una mujer madura se enreda con su hijastro ante las mismas narices del padre. La de Nuri Bilge Ceylan, 'La hierba seca', trata también de un caso entre un profesor y una joven alumna, aunque el gran director turco lo conduce por caminos sorprendentes.
Y algo querrá decir todo esto sobre los aires que mueven al cine actual, en cierto modo representado aquí por muchos de sus grandes y prometedores cineastas. Hay varios modos de verlo, pero uno de ellos también es que se aprecia cierto hartazgo y una (sin llegar a molestar, claro) prevención hacia lo políticamente correcto (por exagerar y caricaturizar, a ese 'familia mala', 'mujeres buenas', 'maestros guarros y sospechosos', 'niños que deciden' o 'qué sabrán los viejos').
Sobre 'La chimera', de Alice Rohrwacher, protagonizada por Josh O'Connor, el príncipe Charles en 'The Crown', y por Isabella Rossellini, esperemos que disfrazada de anciana, se puede decir que tiene el encanto y la extravagancia del cine de esta directora, aunque quizá se le haya quedado algo por debajo de la anterior, 'Lazzaro feliz'. Coincide en el retrato ambiental, marginados y pícaros, también en el modo de encuadrar lo sobrenatural del protagonista, alguien con un don para descubrir valiosos restos arqueológicos, pero no acaba de centrar el interés, como si hubiera querido contar muchas más cosas de las que cuenta.
Los favoritos
En cuanto a los que parecen favoritos unas horas antes de que se sepa el palmarés, y teniendo en cuenta la personalidad cinematográfica del jurado, o de algunos de sus miembros, hay un par de títulos que llegan como sospechosos: 'The zone of interest', de Jonathan Glazer, y 'Anatomía de una caída', de Justine Triet (personalmente, a costa de las dos hierbas y hojas secas, la de Bilge Ceylan y la de Kaurismaki); el de interpretación femenina sería raro que no se lo dieran a Sandra Hüller, protagonista de la película de Glazer y de Triet, o sea, que está completamente en el ajo; de la interpretación masculina, ni rastro, y del especial del jurado, pues para el que no haya ganado la Palma. Todo en el agua, como una buena bullabesa.