Antonio OTAN

Antonio es que es así. Voz campanuda de vacío, remojarse los 'pinreles' en Mojácar y ponernos, con la paga de julio fundida en la patineta del niño y la cenita con recena, en cola, a la solana, a votar y a reflexionar con Galicia ardiendo. Antonio es una estrategia de sí mismo; nada existe más allá de su mirada. La resiliencia, los gestitos como lastimeros con Jordi Évole en un cafetín de Argüelles, son fases pasadas. Castilla o San Sebastián hace a sus hombres (Bolaños, Redondo) y Sánchez los deshace. Cómo es Antonio, que ni le pitaron los oídos cuando los barones y la vieja guardia hicieron una autorreflexión que no les tocaba, pero la hicieron con Corcuera, sin patadas en la puerta y gestos del estado del alma subsiguiente a la resignación.

De Ibarra a Nicolás Redondo y por ahí, por el camino de Swann. Pero es que Antonio no es de ayer ni de mañana, sino de los siglos venideros y que lo admiren en los cuatro puntos cardinales. Queda en el viento su rúbrica, que ya dijo el otro día citando a Zapatero con el que empezó todo que «el PSOE es el partido que más se parece a España». Y España se le parece como un huevo a una castaña, pero la frase le sirve, claro que le sirve, que el trapo y el abertzale y el charneguismo 'chulomadriles' de Rufián le valen en su proyecto de proyectarse (sic).

En Bruselas ya deben de esperar el cuadro, la estatua, el monumento de su perfil cuando el incendio de la sierra de la Culebra. Siempre se nos van los mejores. La fuga de talentos y tal.