DESPUÉS, 'NAIDE'
Se ha puesto de moda grabar las broncas
Antes en una discusión te sacaban una navaja o una pistola y ahora, un móvil con cámara de dieciséis megapíxeles
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Por todas partes va la gente grabando sus discusiones y las de otros. Lo mismo se filman humillando a un camarero porque no sabe catalán que a un estudiante judío en el campus de Massachussets. Se graba la gente en las discusiones por un ... aparcamiento, en la cola del supermercado, si le montan el pollo a un concejal, si no es amable el repartidor o si han pillado al marido con otra. En cada altercado aparece un teléfono grabando, porque antes te sacaban una navaja o una pistola y ahora, te apuntan con un teléfono de dieciséis megapíxeles.
MÁS después, 'naide'
La cima de la retransmisión de movidas con cámaras la hemos encontrado en las protestas propalestinas en las que los universitarios norteamericanos no piden la paz en Gaza, sino la derrota de Israel a manos de Hamás, pero ese es otro tema. Allí a cada poco aparecen vídeos grabados por los propios manifestantes, silenciosos, embozados como lúgubres fantasmas con sus teléfonos en la mano. Dejan testimonio porque entienden que la historia juzgará los hechos que retratan y es un signo inequívoco del idiota creerse viviendo en su propia posteridad.
Doy gracias a Dios por haber crecido y haberme divertido en un tiempo en el que los móviles no tenían cámara. De mis días de gloria solo pueden dar testimonio las memorias de mis amigos discretos y pronto desmemoriados. También agradezco que no hubiera móviles porque estoy seguro de haber evitado algunas broncas innecesarias al sabernos los que discutíamos en una perfecta intimidad. La violencia que se sabe posible es siempre menos probable. La soledad de dos que luchan favorece la paz y no el combate. Siembre que algún elemento separa a los contendientes –los amigos, la coraza de metal y vidrio del coche, el teléfono, ahora–, la pelea escala imparable. Así es cómo una mami de treinta y dos con sus dos hijos en el asiento de atrás puede pasar por encima a un ciclista pues han discutido en un ceda el paso y él le ha llamado «idiota».
Todo este mecanismo corona una sociedad denunciante, un patio de chivatos de visillo que en pandemia mostró la perfección de su mecanismo delator. Hablo de un mundo en el que tipos de cualquier calaña salen a la calle sedientos de no sé qué justicia y de la exposición del que hace algo mal. A cada poco le dan al botón de grabar mientras se relamen imaginando el linchamiento futuro del otro en redes, la muerte pública del que aparece grabado. El teléfono se ha convertido en el perfecto catalizador de broncas de hoy en día. En lugar de crear una barrera por la que los contrincantes adoptarían formas más educadas ante la presencia de potenciales testigos, el efecto es justamente el contrario. El personal se embrutece aún más ante el convencimiento de que tienen la razón y la perspectiva de que todo el mundo va a dársela. Después se hace público el vídeo y por lo general el que graba queda como un auténtico imbécil exaltado.
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