DESPUÉS, 'NAIDE'
En contra de la playa
A este mar de verano lo toman por el pito del sereno y se le meten los de tierra adentro a tocarle el culo y a tragar agua. Solamente los socorristas lo miran de frente y no le quitan ojo
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![Cientos de bañistas abarrotaban el verano pasado las playas de Sanxenxo](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/opinion/2024/07/19/sanxenxo_20240718181755-Rh4BrxZDGeor9sqPQHYm3jO-350x624@diario_abc.jpg)
Vengo a escribir en contra de la playa, de la playa del verano, ese moridero de masas, Arlington de sombrillas, tercer mundo del buen gusto, violación del mar. Reniego de la playa de julio y de agosto, esa masificación ruidosa, prolongación de lo peor ... de la ciudad, tomada, urbanizada, desalinizada, acotada de barquitas y de medusas y puesta en valor, al fin y al cabo. Playa de reportero carajote que pregunta si está fría el agua o si hace calor. Playa de agua caliente de pipí de niño y cosas flotando en un mar resignado a contener ese gentío, un mar amaestrado y que da la pata. Un mar que en invierno anda con la barbilla alta, coronado de espuma y de temporales y ahora se pliega, se amaestra y se rinde ante mi mirar descorazonado como del que ve un viejo león ir de lado a lado de su jaula.
Un mar sin horizontes ni el desagravio de escupir cosas a la orilla, lo que sea: barcos, maderas gastadas, aparejos, botellas, cuerpos humanos si hace falta, cosas robadas al mundo de la tierra. Mar que ya no amenaza con conquistar sus fronteras cuando sopla el noroeste en febrero y se mete en la calle a partir escaparates, a derribar transeúntes y aplastar coches eléctricos. Si pudiera, saldría por ahí a quemar esas malditas banderas azules, normas ISO de la costa, catalogación, animación, teatralización y otros horrores que terminan en 'ón'.
MÁS 'después naide'
A este mar de verano lo toman por el pito del sereno y se le meten los de tierra adentro a tocarle el culo y a tragar agua. Solamente los socorristas lo miran de frente y no le quitan ojo. No se ríen, pues lo respetan y saben de qué es capaz. Ay, mar de verano, regata de palito de helado de polo de naranja que solamente se alborota en las galernas, que son un desquite momentáneo de borreguillos y de arena que pica en las espinillas de los niños, que cruje en el bocata de mortadela, un cabreo de sombrillas que echan a rodar. Cómo me gusta ese desvarío, el caos sobrevenido que impone algo de justicia en el estío, ahora que todo lo que no sea una bandera roja es una ofensa para el mar.
Este mar no es el mío, el que lame la playa de los mazados, los tatuados, los del altavoz y otras hierbas de un mal gusto sin límite. Y de los de las normas, las pasarelas, los horarios y las zonas delimitadas, playa del altavoz por el que se dice que son las seis de la tarde y se ha perdido un niño con bañador rojo que no sabe ni hablar. De chiringuito de catetos 'cool' que aplauden cuando el sol se acuesta sobre el horizonte, naranja y derrotado, 'deejay' y barquito para tirarse unos 'selfies' en la proa. Playa de fondeo y de paella grasienta que ahora pienso y aborrezco, mar de no hacer nada. ¿Qué va a hacer uno a la playa si no es a surfear, comer, pescar o hacer el amor? Nada: quedarse ahí haciendo masa, estando simplemente en esa majadería informe que se llama 'desconectar', haciendo tiempo hasta que llegue septiembre con su bomba nuclear de rutinas. Dicen: «Me encanta la playa» y yo digo que la playa así, ¿a qué bestia le va a gustar?
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