después, 'naide'
Por qué en España admiramos a los terroristas
Sánchez va por ahí bendiciendo los delitos y para ello ha creado el tipo del terrorista sin intención, el que no lesiona gravemente los derechos humanos, el terrorista cuqui y diverso que llega entre una algarabía de carriles bici, subida del SMI y semáforos de colores
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![Incidentes en las calles de Barcelona en diciembre de 2019, previos a una protesta de Tsunami Democratic](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/opinion/2024/01/25/tsunami_20240125202504-RHMDD9gTdOUs5tisWUyVq4H-350x624@abc.jpg)
Anoté en mi cuaderno una arenga en contra de los desayunos modernos, esos bufetes con bol de frutas de mil colores y melón japonés, semillas de nombres impronunciables, 'brownies' hiperglucémicos, bollería con canela y superalimentos. Para mí elijo un madrugón en Sevilla con bar de ... taxistas y seguratas, resplandor frío de neones, eco de cucharillas y tragaperras, café con leche ardiendo y media tostada con jamón y aceite para aplastar con la mano y sentir en la palma el primer calor de la mañana. El desayuno clásico y fuera de casa debería conservarse en el Museo del Prado o lo que deje de él el ministro de Cultura, pues representa una certitud en estos días en los que los desayunos ya no son desayunos, ni los terroristas, terroristas.
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Vuelvo de Cádiz y Sevilla en el AVE de las seis de la mañana –«el bueno», me dice Peláez– y vengo arrastrando España en un destrozo de jirones y pereza de niebla de amaneceres sobre los páramos. Intento distraer la oscuridad y braceo entre los retales de las conversaciones del vagón. Aquel cuarentón de la mesa de cuatro, el del pelo ralo, cuando era niño mantuvo un 'affaire' con su profesora de francés en el colegio, una mujer mucho mayor que le enviaba «unas cartas de amor muy bonitas». «Ella era muy guapa», confiesa, y en la confianza que inspira el tren a los deslenguados, pronuncia su nombre con dos apellidos. El buscador devuelve una foto de la amante en la que viste boina roja, los labios pintados a juego y un cruasán que se lleva a la boca como diciendo algo.
Después vuelvo al pozo de la amnistía y sus negras consecuencias. Para justificar la medida de gracia de los delincuentes, Sánchez va por ahí bendiciendo los delitos y para ello ha creado el tipo del terrorista sin intención, el que no lesiona gravemente los derechos humanos, el terrorista cuqui y diverso que llega entre una algarabía de carriles bici, subida del SMI y semáforos de colores. Hablamos de un terrorista que planea matar pero descarboniza, un terrorista progresista, de Gobierno, de responsabilidad de Estado, esto es un buen terrorista.
Un terrorista blandengue que hubiera detestado el Fary. La santificación del criminal erigido hoy en socio necesita de una inversión tectónica de la culpa por la que los terroristas merecen salir de la cárcel y los jueces, cadena perpetua. Parece un concepto nuevo, pero en realidad, en España se ha prodigado mucho la imagen del terrorista como un tipo con fines elevados, equivocado quizás, una suerte de radical de la bondad. Nos encantaron los terroristas secretamente justificados desde los espacios de la inconsciencia virginal que se les asignaba, límpida como el cielo por el que volaba el coche de Carrero, ya sabes, alguien tenía que hacerlo. En esas justificaciones, que tanto se parecen a las de ahora, prendieron desgraciadas admiraciones que alimentaban la erótica del forajido con piso franco y una épica de desafío a los jueces y fotógrafos desde la pecera de la Audiencia Nacional. En Euskadi mucha gente validó al terrorista como un tipo demasiado convencido de sus ideales y solamente equivocado en los medios. Lo cierto es que a muchos los medios les parecían muy bien.
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