España entró en la normalidad. Un país de fútbol, con tantos éxitos a nivel de club, debía tener Mundiales y Eurocopas en su palmarés. En plural. En el siglo XX, la selección nacional solo había conquistado la Eurocopa de 1964. Fue con el cambio suscitado por Luis, en 2006, cuando nuestro equipo comenzó a creer en su calidad como pasaporte hacia el éxito.
El sabio tenía razón. Se adjudicó la Eurocopa 2008. Y dejó el camino sembrado para que Del Bosque continuara su labor. El salmantino impuso un cambio táctico, dos medios centro en vez de uno, y triunfó con la calidad como argumento. Xabi y Busquets fueron sus pivotes. Villa, su ariete. Iniesta, su mago. Xavi, su director. Y Casillas, el portero que salvó a España frente a Paraguay y en la final contra Holanda.
El comienzo del campeonato fue malo en resultado, no en visión de futuro. España dominó todo el partido a Suiza y un gol en contra, en un fallo, la hizo perder por 0-1 en una situación irrepetible.
No se repitió. Dos goles de Villa significaron la primera victoria en el Mundial de Sudáfrica, ante Honduras. El tercer encuentro era decisivo. O se vencía o nos íbamos para casa. El triunfo sobre Chile, 2-1, con dianas de Villa e Iniesta, clasificaron a nuestra selección como primera de grupo.
En los octavos de final vivimos un encuentro duro, difícil, apasionante. La Portugal de Cristiano era un duro enemigo. España realizó un partido muy serio, de campeonato. De campeona. Un golazo de Villa, en un trallazo, supuso el triunfo por 1-0.
Paraguay, Casillas, emoción, penaltis, miedo. Los cuartos de final fueron una apuesta a todo o nada. Los paraguayos eran un enemigo abrupto, complicado, y lo demostraron. Sus contragolpes dieron miedo. españa dominaba y no marcaba.
Todo se revolucionó en el segundo tiempo. Gerard Piqué empujó a Cardozo en un saque de esquina y el árbitro no dudó en señalar al punto de penalti. El propio delantero fue el encargado de disparar la pena máxima, que se convirtió en alegría total para España cuando Íker adivinó la trayectoria del tiro y salvó la situación clave.
El balón voló rápidamente hacia la otra portería en un contraataque español y Alcaraz derribó a Villa. Otro penalti. Marcó en primera instancia Xabi Alonso, pero varios jugadores de Vicente del Bosque habían invadido el área y se repitió el lanzamiento. Justo Villar se lanzó al lado correcto y logró rechazar el disparo de Alonso. Vuelta a empezar.
España sentenció en una galopada de Pedro, que superó la salida de Justo Villar y envió su tiro al poste, rechace que cazó Villa para marcar. España entraba en semifinales de una gran competición de selecciones por primera vez desde la Eurocopa de 1964.
Alemania fue el adversario. Siempre rudo, incómodo, físico hasta el fin. España jugó bien. Los alemanes, con Ozil y Khedira, salieron a tutear a España en un duelo de calidad y venció el mejor, el grupo de jugadores de Vicente del Bosque.
No fue fácil abrir el portal alemán. Tuvo que ser en un saque de esquina botado por Xavi y cabeceado espléndidamente por Puyol. No era una jugada ensayada habitualmente por nuestro seleccionador. Fueron los dos jugadores del Barcelona quienes le dijeron que aplicaban esa acción en algunos saques de esquina. Hernández buscaba al capitán en su centro. Y lo encontró. Vaya si lo encontró. España era finalista del Mundial por primera vez en su historia.
El enemigo por el título era la Holanda de Robben, Sneijder, Van Persie y el duro De Jong. Los jugadores de Bert van Marwijk sabían que la única forma de vencer era aplicar unos rudos marcajes a los españoles y De Jong impuso su ley con una patada a Xabi en el pecho que mereció la expulsión. Howard Webb no se atrevió. Por mantener la emoción en la final permitió esa acción y más dureza de los holandeses.
España mandó y el enemigo respondió con un contragolpe peligroso. El desgaste era una traición para el equipo de Vicente del Bosque, frente a un contrario encerrado. En una de esas contras se decidió el título. El ex madridista Robben escapó hacia Casillas en un duelo uno contra uno que marcó el Mundial. El extremo disparó flojo por su lado izquierdo. Y el portero madrileño, que se había lanzado al lado contrario, levantó su bota derecha y vio cómo el balón se topaba con su tobillo y se desviaba.
En la prórroga llegó la gloria para el mejor. España dominaba y el contrincante solo buscaba los penaltis. Por fin, Cesc abrió un hueco en el muro holandés e Iniesta marcó el gol más importante de la historia de España. El primer Mundial de un país enamorado del fútbol.