Mario Götze y André Schürrle. Dos jugadores de equipo, dos jugadores de banquillo, dos jugadores que nunca perdieron la esperanza de ser campeones del mundo. Desde el campo o desde fuera, apoyando a sus compañeros, como hicieron cuando supieron que no entraban en el once titular. Esperaron su momento y les acabó llegando. Al final, ellos fueron los héroes.
Fue en la prórroga cuando fabricaron la jugada del gol; ese que entrará en la historia de Alemania. Schürrle cogió el balón en la banda izquierda. Levantó la cabeza y no dudó ni un instante cuando vio a Götze entrar en el área. El del Bayern llevaba esa mirada de goleador desde que sustituyó a Klose en el minuto 88. Lo había intentado un par de veces antes de la prórroga, pero siempre se encontró con Romero. Hasta que pisó el área en el 113.
Entonces encontró la conexión con Schürrle. Controló como pudo el balón que le envió el mediocampista del Chelsea desde la banda y en dos toques lo metió en la portería. El primero, con el pecho. El segundo, de media volea, para meter el tanto que le dio la Copa del Mundo.
Götze llegó a Brasil como una de las esperanzas de Alemania. Jugó de titular los primeros partidos, pero la elocuencia de Klose en los momentos clave de algunos encuentros lo desterró al banquillo. No lo quitaba cualquiera del once, sino una leyenda, el máximo goleador de la historia de los Mundiales. Pero él no se rebotó, sino que peleó en cada entrenamiento y en cada minuto que pasaba en el campo. Como en la final.
Schürrle sí sabía que sería suplente. Solo una debacle en el centro del campo lo colocaría sobre el césped de inicio, pero un cúmulo de casualidades hicieron que jugase la final casi desde el principio. La lesión de Khedira en el calentamiento y el choque de Kramer que lo dejó conmocionado en el minuto 30 provocaron que se colocase en el medio, como pareja con Kroos.
El del Bayern repartía los balones y él se dedicaba a vigilar su espalda, como fiel escudero. Sin embargo, el héroe no sería la estrella sino el chico de segunda fila. Una lección de banquillo, una lección de equipo.