Kroos le regaló el balón en el minuto 21 de la primera mitad. Gonzalo Higuaín lo tenía todo en su mano para cambiar el rumbo de la final ante Alemania, solo frente a Neuer y con todo un país detrás deseando que metiese el balón en la portería. Se puso nervioso, una vez más, y falló. Su disparo fue malo, muy desviado, y el cancerbero alemán solo tuvo que seguir la pelota con la mirada.
El argentino se volvió a tropezar con su «kryptonita». Higuaín tiene una especie de maldición con las grandes competiciones, donde nunca acaba de lucir ni de aprovechar sus oportunidades. Con grandes goles en los torneos nacionales y con un buen número de tantos, es un jugador lastrado cuando cruza las fronteras.
A los grandes delanteros se les recuerda por sus goles, pero al ver a Higuaín la mente casi piensa más en los fallos. Algunos míticos, como contra el Olympique de Lyon o el Borussia Dortmund cuando vestía la camiseta del Real Madrid. El de la final ante Alemania fue peor, no porque fuese más fácil meter el balón en la portería, sino por su importancia.
Quizás por eso celebró con tanta ansia el gol que le anuló el árbitro ocho minutos después. Se señaló el pecho, como diciendo «estoy aquí», recriminando los comentarios que siempre le acompañaban. Durante diez segundos, Higuaín soñó con ser el héroe que abría el marcador para Argentina. Pero el pitido del colegiado lo despertó. Estaba en fuera de juego.
El registro del argentino en Champions League es de 12 goles en 54 partidos, sumando un total de 15 tantos en competiciones internacionales en sus 63 encuentros. Un balance demasiado bajo para un delantero de un equipo puntero o de una selección que pretende ganar la Copa del Mundo.