Hazte premium Hazte premium

«La violencia es ahora como una gangrena que se extiende y nos amenaza a todos»: el relato de una médica de MSF en Haití

La tensión se disparó definitivamente el pasado 28 de febrero, cuando el Gobierno anunció que iba a esperar hasta agosto de 2025 para convocar elecciones generales

Así naufraga Haití ante su peor crisis política y violenta en cuatro décadas

La gente pasa junto a los restos de vehículos que fueron incendiados por pandillas, en Puerto Príncipe REUTERS

Priscille Cupidon

Médica de MSF en Haití

Soy médica en la capital de Haití, Puerto Príncipe. Desde hace meses, el sonido de los disparos entre grupos armados y policía por el control de la ciudad es una constante, aunque en las últimas semanas los ataques se han vuelto cada vez más violentos, como si de una guerra se tratase.

La tensión se disparó definitivamente el pasado 28 de febrero, cuando el Gobierno anunció que iba a esperar hasta agosto de 2025 para convocar elecciones generales. Los grupos civiles armados reaccionaron uniéndose contra el Gobierno, atacando comisarías, oficinas administrativas, bancos, instalaciones portuarias y aeroportuarias y otras instituciones estatales. Esto impidió al primer ministro Ariel Henry regresar a Haití, dado que nuestros aeropuertos estaban cerrados.

La violencia es ahora como una gangrena que se extiende y nos amenaza a todos. Muchos ciudadanos de Puerto Príncipe han huido después de que grupos armados incendiarían o saquearan sus casas. Cada vez más zonas de la ciudad se vacían, a medida que avanza el conflicto. Decenas de miles de personas se han trasladado a escuelas, iglesias o campos deportivos en condiciones indignas, donde pierden su intimidad y se vuelven más vulnerables.

Otros permanecen en casas que se han vuelto inhabitables, expuestos al fuego cruzado y los saqueos. Además, el incremento de la violencia en la capital está dificultando el acceso a agua potable en algunos barrios, ya que los camiones cisterna no han podido realizar sus labores de reabastecimiento. En definitiva: la crisis humanitaria se ha desbordado y estamos inmersos en el caos y en la desesperación más absolutos. Resulta evidente que la situación actual en Puerto Príncipe exige de una respuesta urgente, especialmente para necesidades vitales como la atención sanitaria, el agua y el saneamiento.

Actualmente, dirijo una clínica móvil de Médicos Sin Fronteras que presta asistencia sanitaria en algunos de los barrios de la ciudad afectados por esta violencia que se ha convertido en crónica. Día tras día, mis compañeros y yo vemos los efectos directos e indirectos de esta situación en la salud de nuestros pacientes. Entre ellos hay adultos que en estas circunstancias tienen serias dificultades para poder mantener bajo control enfermedades crónicas como la diabetes, y niños con fiebres y diarrea. Además, vemos cada vez más necesidades causadas por el nivel extremo de estrés que tienen que soportar, como traumas mentales o hipertensión. Y también hay muchas personas que sufren infecciones cutáneas por falta de agua para mantener la higiene adecuada.

Tuberculosis

Nuestro equipo visitó el 19 de marzo un barrio cercano al centro de la ciudad, al que no habíamos tenido acceso desde el 29 de febrero. Las necesidades médicas de la zona son muy elevadas y es probable que aumenten ahora que la atención sanitaria es tan limitada. Por ejemplo, vimos a pacientes con tuberculosis que no se sienten seguros para salir del barrio para recibir tratamiento debido a los conflictos y la tensión entre las distintas zonas. Desde aquel día, las barricadas y los enfrentamientos en toda la ciudad han impedido al personal de nuestra clínica móvil volver a ir a esta zona a trabajar, dejando a estos pacientes en una situación muy vulnerable.

Un relato que ejemplifica bien esta violencia es el que narró Pierre-Marie, un paciente de nuestro hospital Tabarre, en Cité Soleil, a varios de mis compañeros de MSF. Llegó al hospital con heridas de bala después de que le asaltaran unos hombres armados, que empezaron a disparar en mitad de la calle. Contaba que, en el momento, nadie pudo ayudarle porque todo el mundo intentaba esconderse mientras los hombres armados irrumpían en el lugar, por lo que perdió mucha sangre. Aunque él logró salvar la vida, su madre murió por una bala perdida que le alcanzó mientras estaba en casa.

Pierre-Marie, en el hospital de MSF Tabarre, en Cité Soleil Réginald Louissaint Junior

Y no es un caso aislado. Desde el 28 de febrero hasta principios de abril, en el hospital de Tabarre hemos atendido a 950 pacientes, de los cuales 180 eran heridos de bala.

Por otro lado, las mujeres que hemos atendido en nuestras clínicas móviles en los últimos meses son a menudo supervivientes de violencia, incluidas violaciones. Como médico y como mujer, puedo decir que muchas tienen miedo de hablar de ello, porque la amenaza sigue estando en la comunidad. El estigma social también puede hacer que las supervivientes sean reacias a hablar, porque no quieren que sus familias y vecinos sepan lo que les ha ocurrido. Hacemos todo lo posible para que las supervivientes se sientan seguras cuando confían en nosotras, pero en ese momento muchas ya tienen embarazos en un estado muy avanzado o sufren alguna infección de transmisión sexual.

Sanitarios, en el punto de mira

Durante años, los profesionales sanitarios de Haití hemos trabajado en un entorno difícil. La creciente crisis política y económica del país ha dejado a los centros médicos con pocos recursos y nuestro sistema sanitario se está desmoronando.

Al igual que otros profesionales, los trabajadores de la salud hemos sido blanco de la violencia, sobre todo a medida que la situación ha ido empeorando. Muchos médicos y enfermeras han abandonado el país rumbo a Estados Unidos y otros lugares, incluidos varios de mis amigos y colegas. Ahora ya no quedamos muchos.

Al igual que otros profesionales, los trabajadores de la salud hemos sido blanco de la violencia, sobre todo a medida que la situación ha ido empeorando

La violencia también está impidiendo que los pacientes y el personal lleguen diariamente a los centros médicos. Y algunos hospitales, como el Hospital Universitario Estatal de Haití, ya no funcionan. Otro hospital universitario, el Saint-François de Sales, ha sido completamente destrozado y los médicos jóvenes ya no pueden completar allí su formación. El único hospital universitario público que sigue funcionando es La Paix, pero a menudo está sobrecargado y carece de recursos.

El principal puerto y aeropuerto de Haití están cerrados y la República Dominicana ha endurecido las restricciones en la frontera entre ambos países. Dada la agitación de las últimas semanas, tengo la impresión de que la salida de más profesionales de Haití, incluidos médicos y otros trabajadores sanitarios, podría acelerarse una vez que los viajes vuelvan a ser posibles.

La gran parte de los heridos que llegan al hospital de MSF sufren heridas de bala Réginald Louissaint Junior

Los que seguimos en Haití hacemos todo lo posible por servir a la comunidad cuando podemos, pero, al igual que muchos de nuestros pacientes, también necesitamos apoyo en salud mental, porque estamos siendo testigos de muchísima violencia y crueldad. Y eso al final conlleva un peso muy grande.

Nos gustaría poder recuperar al menos la serenidad que teníamos hace unos años. Hoy, trabajamos, volvemos a casa y nos encerramos allí como si fuera una jaula. Estoy convencida de que todos mis hermanos y hermanas haitianos, si pudieran, dirían lo mismo que yo: queremos vivir nuestras vidas. Es un derecho que hemos perdido y no hay nada que ansíe más que recuperarlo.

SOBRE EL AUTOr
Priscille Cupidon

es médica de MSF

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación