¿Qué tienen en común Rusia, China, Irán y Corea del Norte?
Aunque no se puede hablar de alianza formal, su objetivo compartido no es otro que acabar con los principios, reglas e instituciones que hasta ahora han sustentado el sistema internacional
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Ante el dilema de otra guerra, la Primera Guerra Mundial, el presidente Wilson en abril de 1917 se enfrentó al histórico aislacionismo de EE.UU. con el argumento de construir «un mundo seguro para la democracia». Tras un siglo de internacionalismo liberal, ante el ... dilema de otra guerra como la de Ucrania, cada día resulta más evidente el esfuerzo por lograr un mundo seguro para las autocracias, pero extremadamente peligroso para el resto.
Como recordatorio sirva la siniestra reunión del presidente de Rusia y el líder de Corea del Norte. En la cita de Pionyang, Putin y Kim Jong-un han desempolvado una alianza defensiva de la Guerra Fría, dejando la puerta abierta a una mayor cooperación técnico-militar. Aparte de limusinas blindadas, el pacto se considera como la recompensa más visible del Kremlin a cambio de docenas de misiles balísticos y más de 11.000 contenedores de munición facilitados por Corea del Norte.
Desde la invasión de Ucrania en febrero de 2022, el eje del muy mal no ha descansado. Moscú ha desplegado más de 3.700 drones de diseño iraní. China, por su parte, se ha convertido en el principal salvavidas de Rusia. Pekín ha incrementado sus compras de petróleo y gas rusos, aportando miles de millones de dólares para financiar la guerra. A pesar de las sanciones occidentales, las importaciones rusas de chips y componentes informáticos han aumentado hasta alcanzar los niveles anteriores a la guerra. Más de la mitad proceden de China.
Más allá de su diversa naturaleza –la declinación fascista de Moscú, la espiral comunista de Pekín, la teocracia de Teherán y el estalinismo norcoreano– estas cuatro potencias tienen muy claros sus intereses comunes, sincronizan su retórica y coordinan movimientos diplomáticos y militares. Aunque no se puede hablar de alianza formal, su objetivo compartido no es otro que acabar con los principios, reglas e instituciones que hasta ahora han sustentado el sistema internacional. Por su puesto, cuando el eje del muy mal coopera, sus acciones tienen un efecto mucho mayor que la suma de sus esfuerzos individuales.
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