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MSF denuncia la situación de las embarazadas de Gaza tras la destrucción de los hospitales: «Algunas reciben el alta una hora después de dar a luz»

El Hospital Emiratí de Rafah (al sur de la Franja) está saturado: atiende entre setenta y setenta y cinco partos al día con solo cuarenta camas

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Personal de Médicos sin Fronteras atiende a una mujer palestina tras dar a luz en el Hospital Emiratí de Rafah MSF

S. Nieto

Madrid

A punto de cumplirse cuatro meses desde el comienzo de la guerra entre Israel y Hamás -desencadenada por los atentados del grupo islamista y hoy librada con extraordinaria dureza en territorio palestino-, la situación de las mujeres embarazadas en la Franja de Gaza -aproximadamente, unas 15.000- resulta dramática. Así lo demuestra la información de Médicos sin Fronteras publicada este miércoles, en la que se detalla cómo tienen que superar una carrera de obstáculos -y enfrentarse a graves riesgos para su salud y la de sus futuros hijos- antes de dar a luz, debido al hostigamiento de la operación terrestre israelí contra los hospitales.

«Nos hemos encontrado con un sistema de salud colapsado por falta de espacio, ya que los hospitales han sido atacados y destruidos», lamenta por teléfono Ruth Conde, enfermera y responsable de actividades de Médicos sin Fronteras en la Franja de Gaza. «Por falta de espacio, muchos hospitales son utilizados por la población civil como refugio, pues se identifican como zonas seguras, aunque ya no lo sean. A eso hay que añadir la falta de materiales médicos y de medicamentos».

Esa inseguridad volvió a ponerse de manifiesto el martes, cuando los medios reprodujeron unas polémicas imágenes en las que se apreciaba a varios soldados y miembros de la Inteligencia israelí -disfrazados de médicos y de mujeres palestinas- durante su asalto al hospital Ibn Sina de Yenín (Cisjordania). Según fuentes israelíes, la operación concluyó con la muerte de tres pacientes, entre ellos un miembro de Hamás vinculado a los atentados del 7 de octubre. «No queremos convertir los centros médicos en campos de batalla, pero estamos mucho más decididos a no permitir que los hospitales de Gaza, Judea y Samaria [Cisjordania] o el Líbano, ni en la superficie ni en túneles subterráneos bajo hospitales, se conviertan en refugios para el terror», justificó el portavoz del Ejército, Daniel Hagari.

Necesidades urgentes

A pesar de ello, ese tipo de acciones provoca que los civiles se acaben convirtiendo en las víctimas mayoritarias de la violencia, sobre todo los más indefensos. De hecho, en medio de la destrucción y del sufrimiento generalizados, las mujeres embarazadas son uno de los grupos más castigados y vulnerables. «El hospital más grande de salud maternal se situaba en el norte de la Franja, que era donde se producía la mayor parte de los partos», cuenta Conde. «También está el Hospital Emiratí, que se encuentra en Rafah y ahora es el único maternal que funciona. Tiene cuarenta camas. Antes de la guerra, hacía un promedio de quince partos al día. Ahora, hay entre setenta y setenta y cinco», añade.

En el Hospital Emiratí, cuyo aumento de pacientes se explica por el desplazamiento masivo de población palestina desde el norte debido a los bombardeos israelíes -de 300.000 antes de la guerra a millón y medio de vecinos hoy-, Médicos sin Fronteras creó una extensión con veinte camas para la atención posparto. Al fin y al cabo, el camino de las mujeres hasta que consiguen dar a luz es peligroso, pero hay otros muchos riesgos se presentan una vez que han conseguido traer al mundo a sus vástagos. «Las altas se dan de forma temprana. Hay mujeres a las que mandan a casa una hora después de dar a luz y hay otras que pasan una cesárea y salen del hospital cinco horas más tarde, en cuanto recuperan la movilidad de las piernas. El objetivo de las camas extra es ayudar a esas madres y controlar las complicaciones que puedan surgir en el posparto: las hemorragias, el manejo del dolor o los tratamientos con antibióticos», detalla Conde.

Sin embargo, atenuar el sufrimiento en el parto o durante la cesárea no resulta sencillo. «El acceso a los anestésicos es limitado para todas las cirugías», comenta Conde. «También para las curas de pacientes de trauma o para los niños quemados, que siempre se deberían hacer con sedación. Se están realizando procedimientos no cumpliendo con lo adecuado, ideal y recomendable, porque se realizan lo mejor que podemos y con lo que tenemos». La escasez de recursos es, pues, devastadora.

«El acceso a los anestésicos es limitado para todas las cirugías», lamenta Ruth Conde, de Médicos sin Fronteras

Parar la guerra

Conde termina la conversación con una petición clara: «Alto el fuego inmediato y permanente». Lo exigen las razones humanitarias más elementales: «El sufrimiento de la población civil es universal. No varía ni respecto al color, ni a la ideología, creencia religiosa o género. Es algo que no debemos olvidar. Estamos hablando de vidas de personas, de mujeres y de niños, y no tenemos que cansarnos. Las necesidades de la población no van a ir a menos. La situación no va a mejorar. Lo que está pasando va a tener efectos a largo plazo y va a costar muchísimos años superarlo».

Según datos de enero de las Naciones Unidas, citados a partir de la Organización Mundial de la Salud, un total de 613 personas han perdido la vida dentro de instalaciones sanitarias en los territorios palestinos desde el 7 de octubre. De ellos, 660 han muerto en la Franja de Gaza.

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