China despide con sigilo a Li Keqiang, el último rival de Xi
El régimen trata de minimizar el luto por el antiguo primer ministro, cuyos restos mortales han sido cremados hoy en Pekín
Fallece Li Keqiang, el primer ministro chino que pudo reinar
Una gran pantalla muestra un retrato del ex primer ministro chino Li Keqiang en Pekín
El Partido Comunista despide con sigilo a Li Keqiang, el último rival de Xi Jinping. Quien fuera primer ministro desde hace una década y hasta marzo de este año expiró el pasado viernes a los 68 años a causa de un ataque al ... corazón. Sus restos mortales han sido cremados hoy en Pekín mientras el régimen trata de aplacar el luto de la sociedad china.
El funeral ha tenido lugar esta mañana en el Cementerio Revolucionario de Babaoshan, lugar de descanso eterno para los prohombres comunistas. La ceremonia ha contado con la asistencia de la cúpula del régimen, encabezada por el líder y su esposa, Peng Liyuan, quienes han expresado sus condolencias a la viuda del finado.
El Partido Comunista acostumbra a responder con máxima cautela a los fallecimientos de exmandatarios, ante la posibilidad de que despierten la movilización social. Dos precedentes lo demuestran: la defunción de Zhou Enlai en 1976 provocó las protestas conocidas como «el incidente de Tiananmen», y la de Hu Yaobang en 1989 las famosas manifestaciones estudiantiles que derivaron en la matanza perpetrada por el Ejército chino contra su propia población.
Dichas reservas explican la mínima cobertura realizada por los medios de comunicación del país. La mayoría de ellos se han limitado a republicar las notas difundidas por Xinhua, la agencia estatal de noticias, en lugar de elaborar artículos propios, una maniobra que evita digresión alguna respecto al discurso oficial.
La escasa información contrasta con el lamento generalizado de los ciudadanos. Millones de sentidos comentarios ocupan desde hace días las redes sociales chinas, y hoy en la capital varios cientos de personas han acudido a presenciar el paso de la comitiva fúnebre.
Sin embargo, las autoridades solo han permitido expresiones públicas de duelo en Hefei, la ciudad de origen de Li. Allí, los residentes han colocado una gran ofrenda floral ante la casa familiar del antiguo primer ministro, una conmemoración realizada bajo la estricta supervisión de los efectivos de seguridad movilizados en el lugar.
La imagen de Li como un político aperturista, brillante y respetado alimenta la preocupación del régimen ante el riesgo de que su muerte canalice el descontento social, en particular dado el palpable declive de la economía y la evolución autoritaria del sistema.
Alternativa
El propio Li representó, precisamente, la última alternativa. Corría 2007 y los rumores le colocaban como uno de los favoritos para suceder a Hu Jintao, pero en el XVII Congreso del Partido Comunista acabó superado por Xi. Al año siguiente el aspirante fue nombrado primer ministro, puesto encargado de supervisar la Administración del Estado, pero desde la cúspide del poder su antiguo oponente minimizó su figura y funciones.
Los caminos divergentes de ambos mandatarios quedaron plasmados en el XX Congreso celebrado en octubre del año pasado. Li inició entonces su retirada, Xi un histórico tercer mandato –con la posibilidad de un cuarto en el horizonte–, quebrando la alternancia en el poder instaurada por Deng Xiaoping y convertido ya en el líder chino más poderoso desde Mao Zedong.
En los meses previos a la cita política quinquenal, Li se convirtió en el depositario de cualquier remota esperanza reformista, con múltiples habladurías que incidían en supuestas diferencias de criterio con Xi, en particular respecto a la política de covid-cero que durante tres años mantuvo a China aislada del resto del mundo y sometida al virus en pos de una utopía ideológica.
Li, no obstante, mantuvo en todo momento un perfil bajo y disciplinado. El obituario oficial publicado tras su muerte le ensalzaba como «un soldado comunista puesto a prueba por el tiempo». No resulta descabellado imaginar, por tanto, que él mismo hubiera aceptado la necesidad de que, por el bien del Partido, su funeral supusiera una nota al margen, como a un peldaño de la cumbre lo aceptó en vida.