Biden versus Trump: un duelo marcado por la edad y los tribunales
Tres cuartas partes del electorado creen que, a sus 81 años, el presidente es muy mayor para seguir ejerciendo el cargo
Estas son las opciones para incapacitar o destituir a un presidente de EE.UU.
'Biden y la salida del poder'
![El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el expresidente Donald Trump](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/internacional/2024/02/10/biden-trump-collage-RUWqsCYwX3UmXRIaHbhzjsO-1200x840@abc.jpg)
Una pregunta que sobrevuela Washington desde los años del 'Watergate' ha cambiado. En el último escándalo que ha sacudido la Casa Blanca, la pregunta ya no es: «¿Qué sabía el presidente y cuando lo supo?». Ahora es: «¿Qué olvidó el presidente, y cuándo ... lo olvidó?».
Joe Biden está mayor, muy mayor. No es una opinión aislada. Ni siquiera es solo algo que manifiestan una tras otras las casas de encuestas. Es una de las conclusiones de una investigación oficial e independiente sobre el manejo de documentos clasificados que ha sembrado el pánico en la Casa Blanca y ha llenado de regocijo a la campaña de un Donald Trump que se frota las manos.
Los corresponsales que cubrimos la Casa Blanca y hemos visto de cerca al mandatario estos tres años podemos dar fe de ello, por mucho que enfaden las crónicas sobre su edad al equipo de prensa de Biden y a los cargos nombrados por este dentro y fuera de Washington. El presidente no camina bien, es propenso a los tropiezos, por la mañana suele lucir en sus mejillas las marcas de una mascarilla de oxígeno. Suele confundir nombres, nada grave: en lugar de Macron dice Mitterrand, en lugar de Egipto habla de México, en lugar de la guerra de Ucrania se refiere a la de Irak. Hasta ahora, informar de esos aparentes traspiés físicos y cognitivos era material de anecdotario, historietas del presidente que se iban sumando a meteduras de pata extrañas, como cuando llamó «estúpido hijo de perra» a un periodista por una pregunta incómoda.
Desde el jueves, sin embargo, la edad de Joseph Robinette Biden es el gran problema de la presidencia y la campaña de 2024. Porque ese día, tras un año de trabajo discreto y minucioso, el fiscal especial Robert Hur publicó un informa de 388 páginas en el que afirmaba que no puede imputarle delitos al presidente en parte porque tiene las «facultades disminuidas debido a su avanzada edad», y que su memoria «está significativamente limitada».
La Casa Blanca reaccionó con furia, jueves y viernes. El equipo demócrata de opinión sincronizada, que también existe, se lanzó por tele, radio y pódcast a acusar a Hur, a quien hasta anteayer consideraba un irreprochable profesional elegido por el propio presidente para investigarle, de ser una suerte de mamporrero de la campaña de Trump, un infiltrado en la Fiscalía con el objetivo de brindarle la presidencia de nuevo al republicano, enfangado como está este último en mil y una batallas judiciales.
Un tema delicado
El de la edad ha sido un tema delicado, asunto intratable que era mejor dejar de lado si uno quería congraciarse con el equipo de la presidencia. El fiscal especial Hur se ha encargado de colocarlo en el centro de una campaña que va a ser una reedición de la de 2020, Biden contra Trump, dos candidatos que suman 158 años, los dos ya pasado el margen de la esperanza de vida, que para hombres en este país es de 73,5 años.
Señal de que el informe ha dolido en el equipo de Biden, la vicepresidenta, ella misma fiscal de formación, salió airada en defensa del jefe el viernes. «No podría estar más equivocado en los hechos y claramente motivado políticamente», dijo Kamala Harris. Lo cierto es que el fiscal alimentó con sus hallazgos, todos ellos razonados en su informe, una preocupación que queda reflejada en no pocas encuestas. La última, de la cadena NBC, salió dos días antes del informe. Tres cuartas partes del electorado dijeron que a sus 81 años Biden es demasiado mayor para seguir ejerciendo la presidencia.
Estas preocupaciones no son nuevas. A finales de los 80, Washington ya temía por el estado de salud de Ronald Reagan, entre rumores de que padecía demencia senil y quien mandaba en la Casa Blanca era su mujer, Nancy. Tenía 73 años al comenzar su segundo mandato. En la campaña de 1984 los demócratas cargaron contra él por su avanzada edad, y Reagan se defendió con una frase que pasó a la historia de la pericia política: «No voy a hacer de la edad un tema de esta campaña. No voy a explotar, con fines políticos, la juventud e inexperiencia de mi oponente».
El de la edad ha sido un tema delicado, asunto intratable que era mejor dejar de lado si uno quería congraciarse con el equipo de la presidencia
La alternativa
El problema para Biden es que no ha sido capaz de dar con una forma igual de socarrona de tranquilizar a sus votantes. El jueves, el presidente apareció ante los medios enfadado, agrio, culpando a la prensa de su propia edad y de las palabras del fiscal. «Soy la persona mejor capacitada en este país para ser presidente y terminar el trabajo que comencé», dijo. La alternativa a Biden tampoco es que sea la juventud y el brío encarnados. Donald Trump no sólo tiene cuatro causas abiertas con 90 cargos penales. A sus 77 años, el expresidente se confunde a diario, mezcla palabras y nombres, a veces dice frases sin sentido, y se niega a admitir error alguno. Dijo hace poco que ganó unas elecciones a Barack Obama, que Viktor Orbán es presidente de Turquía, que la republicana Nikki Haley estuvo a cargo de la seguridad del Capitolio. Todo falso.
En realidad, la preocupación de los votantes por la edad de los líderes es algo nuevo, porque Biden y Trump son los candidatos más ancianos en presentarse al cargo, algo además que hacen a la vez. Según Alex Keysar, profesor de Historia y Política Social en Harvard, «la edad también es un sustituto de la preocupación por la enfermedad y la posibilidad de que alguien muera en el cargo. ¿Esta persona es capaz de hacer el trabajo? Y luego: ¿Va a vivir para terminar el trabajo?».
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