El soldado que salvó de una horrible muerte a Francisco Franco... o no
Gutmaro Gómez Bravo analiza en 'Los descendientes' cómo la memoria oral, esa que a veces sustituye a los archivos, se ve influida también por la política
«La utopía 'woke' está formada por fanáticos con verdadero desprecio por la historia»

Gutmaro Gómez Bravo tiene claro qué segundo subtítulo pondría a 'Los descendientes' (Crítica), su nuevo ensayo. Al otro lado del teléfono, sostiene que sería algo así como «la zona gris». Porque sí, este catedrático de Historia de la Universidad Complutense de Madrid apuesta ... por alejarse de maniqueísmos y centrarse en la historia más blanca, esa que no está envenenada por tendencias políticas. Sabe que es difícil, porque está convencido de que hasta la memoria oral de las fuentes primarias –esos que vivieron los sucesos– está adornada y modificada por la ideología que prima en un momento determinado o ese silencio que genera el miedo.
Y para ejemplo, el de sus abuelos; dos historias que vertebran su nuevo ensayo. El uno, Julián, repitió hasta quedarse ronco que había salvado la vida a Francisco Franco durante la Guerra de África con la ayuda de un compañero al que apodaban el 'Guapo'. Y del otro, Gundemaro, siempre se creyó que había sido represaliado por haber participado en política durante la Segunda República. Pues bien, ni una cosa, ni la otra. Y todo ello lo ha descubierto gracias a su trabajo en unos archivos que «la sociedad debería visitar más», pero que, también admite, «no guardan en su interior todo».
-Parece que su libro va mucho más allá de la historia
Sí. La primera cuestión es la de intentar contar el hecho, pero también es un tema personal. Para ambas no tienes otras herramientas que no sean las del historiador, así que te dedicas a hacer una comparativa en los archivos. El cruce de esas dos miradas es la finalidad en sí, el final más especial. A partir de ahí me he topado con muchas visiones diferentes. Hay gente que me ha dicho que es una forma de entender el siglo XX a través de la familia, por ejemplo.
-Es crítico con los archivos...
Hay determinadas cosas que no se sustentan en papeles, porque no los hay. Y eso merece por lo menos una reflexión para alguien que se gana la vida con esto de la historia. Habría que analizar por qué hay sucesos que no están investigados, o por qué no hay información de otros, o por qué a veces está trucada esa información.
-¿Se refiere a temas relacionados con la Guerra Civil?
Guerra Civil, pero también antes. Es una reflexión mas grande. Con mi bisabuelo, que vivió a finales del siglo XIX, ya hemos perdido el eslabón. No sabemos qué pasa con la transmisión de las cosas, con la propia genealogía. El pasado es muy complicado de reconstruir. Y sí, pasa con la Guerra Civil, donde hay una reinvención potente, pero también con otros tantos hechos que mi generación da por sabidos. El problema es que todo ese entramado está llegando ahora a mis hijos, que consumen la versión de la primera generación, pero en formato digital.
-¿Cree que ese problema es culpa de la falta de visitas a los archivos?
No tenemos cultura de archivo en España. Son distantes, no están abiertos a la familia, a la sociedad. Hice un posgrado en Inglaterra y, allí, veías a gente que no era profesional investigar la historia de su familia. Pasaban allí las tardes. Aquí los archivos son inhóspitos y duros. Ojalá cambie esta situación.
-En el libro habla de uno de sus abuelos, presentes en la Guerra de África...
De los dos abuelos, que, en realidad, tienen dos historias paralelas. Uno fue a la Guerra de África, otro no. Por el que me preguntas siempre nos explicó que había estado allí y que ayudó a salvar a Francisco Franco de morir. He descubierto que es mentira. Pero lo importante no es eso, sino cómo, a través de la propia leyenda, la gente se forja una posición y la transmite. Ante la falta de datos en los archivos, este tipo de leyendas se viralizan.
Los descendientes

- Editorial Crítica
-¿Cuál era esa leyenda?
Es curiosa. Hasta ha trascendido y la saben mis hijos porque se la contó mi padre. Mi abuelo estuvo tres años en la Guerra de Marruecos, casi cuatro. Él siempre dijo que estuvo con el capitán Franco, pero que, cuando volvió, era ya comandante. La clave es que, según su versión, le salvó la vida en un combate en la zona. Al parecer, Franco cayó herido y mi abuelo, con otro del pueblo al que le llamaban el 'Guapo', le cogió y se lo llevó a hombros. Insistía en que le habían dado una medalla por ello, aunque era por haber combatido durante tanto tiempo allí.
-En parte es preocupante... ¿hasta qué punto podemos fiarnos entonces de fuentes primarias como, por ejemplo, un paracaidista que se lanzó sobre Normandía en 1944?, ¿le preocupa esto?
Sí, claro que me preocupa. Si preguntas a un paracaidista que se lanzó tras las líneas enemigas en Normandía te dirá que lo pasó fatal y que vomitó durante dos horas. Es cierto que eso no está en los archivos oficiales. Pero lo que me preocupa a mí es que las nuevas generaciones sepan diferenciar. Ellos vienen con la verdad aprendida y da igual lo que les mandes leer.
-¿Por qué cree que su abuelo extendió esta idea?
Le pasa a muchos. Si se dan cuenta de que hablan a un gran público, o quieren trascendencia, cuentan una historia diferente. Lo hacen a lo grande, para que cale. Si hablan de las penurias, de lo mal que lo pasaron, te cuentan otra cosa, y lo hacen en voz baja.
-¿Qué opina de la Ley de Memoria Democrática?
Está bien desde el punto de vista de que llena un vacío y pone el foco en las víctimas. El problema es la utilización política del pasado o la confrontación. Acaban deformando lo que pasó y la gente joven, que es a la que nos debemos, también acaba deformada.
-¿Hemos contado bien la historia?
Necesitamos una historia más formativa y divulgativa. Tenemos una historia muy especializada y académica, y una muy mala. Hace falta algo entre medias, un gris general y consensuado.
-¿A qué se refiere con mala?
Una pseudohistoria. Gente que proyecta en la historia el presente y lo tiene que hacer ajustar. Te dicen que España empezó con los visigodos, y eso es insostenible; o que se empezó a perseguir a la izquierda en el siglo XIX. Ajustar el pasado a la lectura actual es muy peligroso.
-La historia de su otro abuelo, Gundemaro, es una de esas dos patas de las que habla
Es una historia que he entendido hace poco. Llevaba siete años peleando con el Ministerio del Interior para obtener documentación sobre él, me decían que no había nada, pero, al final, me llegó un CD con 308 páginas. ¡Y eso que decían que no había nada! Gracias a ello reconstruí y vi que la historia que había contado la familia no era real, lo mismo que la leyenda de África. Era un cuento para autoprotegerse.
-¿Qué le ocurrió en realidad?
Con Mola pasó a ser destinado en Cádiz y, cuando llegó la República, cogió la excedencia. Pertenecía a un partido republicano conservador; fue depurado, pero se quedó sin partido. Él se pasó la vida intentando que le readmitieran, hasta sobornó y utilizó influencias de la familia...Pero no pudo. Se arruinó, para él fue algo muy duro. Tuvo que colocar a los hijos con familiares del entorno. Un golpe.
-¿Qué tal ha caído esta información en la familia?
El cambio choca. Tu quieres continuar la cadena, contar la misma historia, que narro en el libro, pero te toca decir a la familia que todo es mentira. Al final es tu deber, pero me sirve para ver que las cosas no son blancas ni negras. He afrontado todo cuando mi madre perdió la cabeza, porque le dolía el tema. Sus hermanos murieron con esa versión. Todavía me sorprende la firmeza con la que la gente puede mantener una creencia.
-Entiendo, entonces, que esta obra es una oda a los grises
Sería un buen subtítulo, desde luego. Pero también hay una profunda reflexión de cómo se construye todo el relato hasta hoy. Lo difícil que es explicar eso a una gente que no tiene conocimientos básicos de historia.
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