El origen y las gestas de la UME: guerreros contra el horror de la DANA de Valencia
La Unidad Militar de Emergencias, desplegada estos días en varios pueblos para llevar a cabo labores de limpieza y ayuda humanitaria, nació hace casi dos décadas
Moncloa y Mazón estaban coordinados hasta que la DANA acabó en catástrofe
![Miembros de la UME trabajan en la búsqueda de los dos niños que permanecen desaparecidos a causa de la DANA en Torrente, Valencia](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/historia/2024/11/10/UME-unidadmilitaremergencias-RBYKlmzmBwZTx5Gr1hAJHhM-1200x840@diario_abc.jpg)
De Portugal a Nepal. Y ahora, también hasta Valencia para paliar y prestar una mano amiga durante los trágicos sucesos de la DANA. La Unidad Militar de Emergencias –más conocida como la UME– fue alumbrada hace casi dos décadas para combatir, pero contra ... unos enemigos sin fusiles ni machetes: las llamas y las catástrofes naturales. Desde entonces, unas seis centenares de intervenciones les avalan y les han convertido en una guía que aporta seguridad y tranquilidad en las zonas afectadas. Ya lo dijo el que entonces era su jefe, Miguel Alcañiz, a ABC durante su décimo aniversario: «La unidad tiene un modelo exportable que traspasa nuestras fronteras». Y así lo demuestran hoy, limpiando barro.
Aunque, hasta alcanzar los cielos, la UME ha tenido que recorrer un camino pedregoso. Su alumbramiento, de hecho, fue la reacción a un desastre que sacudió nuestro país: el incendio de La Riba de Saélices, en la provincia de Guadalajara. «Al menos once muertos en una tragedia causada por una negligencia», explicaba ABC en julio de 2005. Aquello demostró la necesidad de reforzar la lucha contra las catástrofes naturales en España. Y de ahí, al nacimiento de la unidad de la mano de la ejecutiva de José Luis Rodríguez Zapatero. «El Gobierno creará en breve una Unidad Militar de Emergencias para afrontar situaciones de riesgo», desvelaba este diario el 2 de noviembre. También se informó de que estaría «integrada por 4.300 efectivos en cinco bases», cifra nada desdeñable.
Ya por entonces se especificaba que una serie de tragedias acaecidas a lo largo y ancho del planeta habían sido claves para acelerar su implantación: «Las recientes catástrofes por fenómenos meteorológicos que se han producido en Estados Unidos han acelerado su puesta en marcha». La mayor sorpresa, con todo, fue saber que la UME estaría más vinculada al Ministerio de Defensa que al del Interior; una máxima que se corroboró en enero de 2006, cuando se nombró a Fulgencio Coll Bucher jefe de la unidad. «El general de División, que estuvo en Irak dirigiendo a las tropas españolas entre diciembre de 2003 y hasta que se dio la orden de repliegue, estará al frente. Hasta ahora había sido también jefe de la División Mecanizada Brunete», confirmaba este diario.
Curioso origen
El carácter castrense de la UME cayó como un jarro de agua gélida en un país acostumbrado a que fueran civiles los que combatieran contra las catástrofes naturales. Los primeros en recelar fueron los militares. «No estamos para ser bomberos», se escuchaba en algunos corrillos de las Fuerzas Armadas. Fuera, los servicios forestales, de emergencias 112 y de bomberos temían por la injerencia en su profesión. La fuerte inversión en la unidad –unos 500 millones de euros en efectivos, vehículos, aviones, helicópteros y embarcaciones– terminó de tensar la cuerda y marcó el inicio de una retahíla de críticas, todo hay que decirlo, poco visionarias.
Pero la eficiencia de la UME abrió camino y su espíritu de sacrificio apagó las críticas igual que el fuego. El entonces monarca, Juan Carlos I, enterró de forma definitiva las dudas en el verano de 2008, cuando visitó por primera vez a la unidad de emergencias y corroboró a sus responsables que estaba orgulloso de su labor. Como bien escribía Paloma Cervilla en ABC, el rey les explicó en un brindis que estaba maravillado por el material militar y personal del grupo, les felicitó por su labor y destacó que sus integrantes eran «el espejo en el que se mira la sociedad en circunstancias difíciles». «Lleváis la representación de España, del Ejército y de todos. Sois parte del Ejército y de las Fuerzas Armadas», incidió.
Aunque, para entonces, la Unidad Militar de Emergencias ya era popular entre los españoles. Su primera actuación de gran envergadura se dio en el incendio que devoró La Palma en 2007 y, unos meses después, hicieron lo propio cuando se quemó parte de Cerro Muriano, en Andalucía. «Estamos preparados para actuar en cualquier lugar del territorio nacional en casos de grave riesgo, catástrofe, calamidad u otras necesidades públicas. Estamos preparados, en definitiva, para servir a la sociedad», explicaba por entonces el comandante Castro. Y es que, aunque había sido alumbrada de la noche a la mañana, la unidad contaba con «una gran especialización, tanto personal como material». Nada se le resistía ni se le resiste, ya sean terremotos, inundaciones o volcanes.
Vigía de catástrofes
Durante los meses siguientes, la UME se convirtió en un vigía de las catástrofes. Cualquiera, vaya. «La UME pone especial atención en los riesgos más significativos de cada momento. De tal suerte, en invierno se pone especial énfasis en las eventuales catástrofes en zonas de nieve, mientras que en verano la preocupación son los incendios forestales. Tienen también una permanente formación que se traduce en la adecuación a todo tipo de intervenciones con la sola excepción de los riesgos tecnológicos (tipo Fukusima), una especialidad que aún está por desarrollar», explicaba José L. García en ABC allá por 2012. Y es que, una de las principales bazas del grupo siempre ha sido la adaptación a los nuevos escenarios.
La formación continua, la organización, la eficiencia –los miembros de la UME presumen de poder desplegarse en casi cualquier parte de España en apenas quince minutos– y la profesionalidad han convertido a la unidad en pionera en Europa. «Es un referente en el mundo de las emergencias en España y un modelo exportable. […] Su rentabilidad, producto de un bajo coste y una eficacia contrastada, es una de sus mejores cartas de presentación», desvelaba en una Tercera de ABC el ya mencionado teniente general Alcañiz. Y todo ello gracias, en palabras del oficial, a su carácter castrense: «Los valores que aporta la milicia, junto con la disponibilidad, versatilidad y resiliencia, hacen que sea una herramienta eficiente».
![Miembros de la UME ratrean la Rambla del Poyo, a la altura de a localidad valenciana de Catarroja](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/historia/2024/11/10/ume2-U56510873353YIY-760x427@diario_abc.jpg)
Los hitos de la UME se cuentan por decenas. Sus miembros han pisado toda España y una buena parte del extranjero. Con todo, el terremoto de Lorca, acaecido en 2011, puso sobre la unidad los focos de la actualidad. Así lo corroboró a ABC en 2017 el mismo Alcañiz: «Nuestra actuación allí fue importantísima para dar a conocer de un modo más explícito nuestra labor. En Lorca estuvimos seis meses, montamos un campamento, realizamos nuestra misión de un modo profesional y sentimos el cariño de la población. Luego volvimos en años sucesivos con una inundación y un incendio. Lorca y la UME están unidas ya para siempre». El militar también recalcó el papel de sus chicos en la «cohesión nacional». Y era cierto, pues el grupo se ha hecho con una gran popularidad en la la Península.
Las cifras estremecen. En 2017, según escribió Esteban Villarejo en ABC, 55 países habían visitado la sede la unidad para conocer mejor sus secretos y exportarlas a toda Europa. Por entonces, sus miembros habían participado en cinco misiones internacionales y 382 intervenciones patrias. La mayor parte, incendios (un 76%), pero también inundaciones o rescates en seísmos (10%), tormentas invernales (7%) y riesgos tecnológicos y medioambientales. En la actualidad, esa cifra ha aumentado hasta 567. Y eso, sin contar las de este año. «La nuestra es una unidad bastante exigente con misiones que requieren alto compromiso y riesgo. Nunca hay que olvidar que somos soldados, y eso exige una vocación militar», incidía el teniente Armando Ledo hace un lustro.
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