Lo que esconde el diario que Goebbels escribió hasta dos días antes de suicidarse y por qué se ocultó durante 50 años
El colaborador más cercano de Hitler comenzó a redactarlo poco después de fundar el Partido Nazi en la década de 1920, pero al terminar la Segunda Guerra Mundial, desapareció
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![Goebbels, en uno de sus discursos como ministro de Propaganda nazi](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/historia/2024/03/21/goebbels-Rnl7sRlwp5LE1MDOV00BeNI-1200x840@diario_abc.jpeg)
«Expreso mi resolución irrevocable de no abandonar la capital del Reich aunque caiga, y de terminar antes junto al 'Führer' una vida que para mí personalmente ya no posee ningún valor si no puedo ponerla al servicio del Führer y a su lado», escribió escribió Joseph Goebbels en un anexo al testamento de Hitler, dos días antes de suicidarse. Ese mismo día, el ministro de Propaganda del Tercer Reich redactó la última entrada de su diario, haciendo presente el mismo deseo de morir junto a su familia.
Ya lo había expresado antes. En un editorial de octubre de 1944, comentó: «Para una persona, nada sería más fácil que despedirse de este mundo». Y el 28 de febrero de 1945, adelantó en uno de sus discursos por radio: «Moriré con mis hijos defendiendo la capital». Por eso Hitler le permitió quedarse en Berlín junto a su familia en los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial, cuando todo estaba perdido, y ya había decidido junto a su mujer, Magdalena, que se quitarían la vida llegado el momento crucial.
En esos últimos meses, tal y como había hecho en los últimos veinte años, Goebbels no dejó de ampliar su diario personal, hasta acumular más de 75.000 páginas manuscritas o escritas a máquina, que estuvieron perdidas, ocultas o ignoradas durante décadas. Las últimas entradas representaron una visión fría de los estertores de la Alemania nazi y un relato de primera mano sobre los últimos meses de vida del Führer. Una descripción excepcional del día a día de las postreras y desesperadas maniobras militares y políticas para intentar frenar a los aliados que se acercaban a Berlín por todos los frentes.
El testimonio del único jerarca nazi que se mantuvo hasta el final junto al dictador, a diferencia de Himmler o Göring. Hitler se disparó en la cabeza esa misma tarde del 30 de abril. Goebbels se deprimió por su muerte y, según relató el vicealmirante Hans-Erich Voss, el jerarca insistió: «Es lamentable que un hombre como este ya no esté más tiempo entre nosotros y que no pueda hacer más por nosotros. Ahora todo está perdido y la única salida que nos queda es la que Hitler eligió. Voy a seguir su ejemplo».
El suicidio
El 1 de mayo, Goebbels llamó a un dentista de las SS, Helmut Kunz, para inyectar morfina a sus seis hijos y así, cuando estuvieran inconscientes, aplastar una ampolla de cianuro en cada una de sus bocas. Después, él y su esposa abandonaron el búnker y caminaron hasta el jardín de la Cancillería, donde se suicidaron. Según la versión más conocida, el jerarca disparó a Magdalena y luego a él mismo.
Durante veinte años y hasta el último momento, el ministro de Propaganda no dejó de escribir su diario. Era una obligación para él, pues lo consideraba destinado a la posteridad. No permitía que nadie más apuntara o le dictara nada. Aquel documento era suyo, como demuestra el hecho de que muchas de sus entradas eran tremendamente íntimas. En la del 12 de julio de 1924, por ejemplo, recoge cuando ve a Hitler en persona por primera vez en Weimar: «Estoy afuera, asomado a la ventana, y lloro como un niño pequeño... me siento otro. Ahora sé claramente que él es quien dirige, nació como líder. Por este hombre estoy dispuesto a hacer cualquier cosa».
A finales de 1944, cuando el final se acercaba, ordenó que se transcribiera todo lo que había manuscrito y mecanografiado y, al ver que el trabajo avanzaba con demasiada lentitud, pidió que se hicieran copias con ayuda de las nuevas técnicas de microfilmación. Sin embargo, pocos días después del suicidio, todos estos archivos se dieron por desaparecidos y fueron apareciendo de manera parcial a lo largo de las décadas, en un episodio extravagante y rodeada de misterio.
Los fragmentos
Los primeros fragmentos, correspondientes a 1925 y 1926, se descubrieron por casualidad antes de que acabara el año de 1945, pero no fueron publicados hasta 1960. Eran la mejor fuente para comprender la personalidad de uno de los personajes más importantes del siglo XX, aunque aquellos extractos no eran más que la punta del iceberg de lo que escribió Goebbels. Poco después, aparecieron otros que se remontaban a 1942, 1943 y 1944. Y, en octubre de 1972, más copias parciales del diario procedente de fondos guardados por la Unión Soviética que llegaron a Alemania Federal a través de la RDA.
Tras complicados y desagradables litigios en materia de derechos de autor, el Instituto de Historia Contemporánea de Múnich logró publicar, en 1987, los fragmentos recogidos y descifrados hasta la fecha. De la edición se encargó la historiadora Elke Fröhlich y fue recogida por ABC en artículos como 'Goebbels, crónica diaria del periodo de auge del nazismo' y 'Los nazis no incendiaron el Reichstag, según Goebbels'.
Esta edición todavía parcial, discutida por algunos historiadores, existió precisamente por las copias que mandó hacer Goebbels. Sin embargo, la gran sorpresa se produjo en marzo de 1992, cuando la historiadora Elke Frohlich descubrió en el Archivo Secreto del Estado de la Unión Soviética, en Moscú, 1.600 negativos en cristal con la filmación completa y ordenada por el antiguo ministro de Propaganda. Con ese hallazgo se cerraban por fin las lagunas existentes. Con esta base y con los manuscritos hallados anteriormente, el Instituto de Historia Contemporánea pudo editar todos los diarios siguiendo estrictos criterios científicos.
La publicación completa
La noticia no se supo hasta julio de 1992, casi medio siglo después de la muerte del jerarca nazi. ABC lo plasmó en los siguientes titulares: 'Aparece en Moscú el diario completo de Goebbels', 'Los diarios de Goebbels provocan la guerra entre los periódicos londinenses', 'El diario de Goebbels revela cómo Hitler engañó a Europa'. Quedaba por fin al descubierto uno de los mayores secretos de la Segunda Guerra Mundial, la obra completa en la que el lugarteniente del 'Führer' había estado trabajando entre el 17 de octubre de 1923 y el 29 de 1 de mayo de 1945. Un total de 75.000 páginas con las que su autor quiso dejar testimonio de su visión sobre el nazismo.
«El diario ha permanecido aparentemente ignorado durante 47 años en los archivos rusos y permitirá ahora descubrir algunos periodos oscuros y no aclarados en la historia del Tercer Reich», destacaba ABC en el primer artículo. Lo que desconcertó a muchos investigadores es que la persona que examinó por primera vez el material tras el descubrimiento fue David Irving, un historiador conocido como un apologista de Hitler y que anteriormente había asegurado a la prensa que había encontrado los diarios de Hitler, aunque resultaron ser una falsificación.
La duda, por lo tanto, estaba sembrada con los de Goebbels, pero en este caso no parecía haber duda de que el material era auténtico. Nunca se llegó a averiguar cómo consiguió ser el primero en acceder a un documento tan valioso. No se sabe si tuvo que pagar por ello, aunque los rusos aseguraron que ellos nunca cobraron. 'The Sunday Times' lo corroboró pocos días después, tras consultar el periodista Peter Millar las más de 1.500 placas de vidrio. El historiador le llevó después al director de dicho diario, Andrew Neil, «una de las placas de vidrio que había sacado prestada de los archivos». «Cuando se la mostré, la tomó con las manos temblorosas. 'Eres la primera persona que la examina en 50 años', le dije. Neil se dio cuenta de que era la exclusiva más adecuada para mantener la atención tras la historia de la princesa Diana», declaró Irving a 'El País' en 1992.
La venta
Según se conoció más tarde, Irving consiguió permiso del Archivo de Moscú para copiar dos placas de 45 páginas cada una para su publicación. Sin embargo, se llevó muchas más a Alemania con la intención de venderle la exclusiva a 'The Sunday Times'. El periódico pagó 75.000 euros y le cedió al historiador un porcentaje por los derechos de autor a cambio de ello. El negocio permaneció en secreto dos semanas, hasta que un corresponsal del diario moscovita 'The Independent' reventó la historia.
Las críticas no tardaron en llegar. En primer lugar de Frohlich, que había sido la primera especialista en identificarlos. De hecho, esta especialista del Instituto de Historia Contemporánea de Múnich y su director ya habían llegado a un acuerdo con los rusos para examinarlos ellos por primera vez y publicarlos. Esta misma entidad estaba preocupada por el uso que un apologista del nazismo pudiera hacer de aquellos documentos, tal y como subrayaba el titular de la información adelantada por 'The Independent': 'Un defensor de Hitler se ocupará de los diarios de Goebbels'.
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