El colosal ejército secreto de judíos que recorrió miles de kilómetros para aplastar a Franco
Una nueva exposición en el Centro Sefarad-Israel de Madrid recuerda a los brigadistas semitas que acudieron a España en la Guerra Civil
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El polaco Shloyme Yankev no había tenido una vida fácil. «Cuando oía a Hitler decir que había que liquidar a los judíos, sabía que tenía que hacer algo, pero no podía hacer gran cosa», expresó. En su país era un semita; un apestado perseguido por la policía. Pero todo cambió poco después. «Cuando me enteré de la lucha en España me fui allí. En España fui alguien. Formé parte de un ejército, estuvimos luchando». El testimonio de este médico es uno de los muchos –decenas– que se pueden disfrutar, a partir de este 12 de diciembre, en la nueva exposición que acoge el Centro Sefarad-Israel de Madrid: 'Por vuestra libertad y la nuestra. Los judíos en las Brigadas Internacionales'.
Porque sí, fueron muchos los judíos que arribaron hasta la península para combatir en la Guerra Civil: entre 8.000 y 10.000, según las estimaciones. Y porque sí, han pasado de largo en los libros de historia, sepultados por la vorágine del conflicto español. Por todo ello, el Centro Sefarad-Israel se ha aliado con el Ministerio de Política Territorial y Memoria Democrática y con el Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europa y Cooperación para darles su justo reconocimiento.
Un total de cinco salas que abarcan desde la llegada a la península de los primeros combatientes allá por 1936, hasta la salida en octubre de 1938 de las Brigadas Internacionales a través de la frontera catalana. Dos años de penurias que ahora afloran.
Arranca la exposición con una instantánea colosal que muestra a una multitud mano en alto y esvástica al pecho. Dice la comisaria, Almudena Cruz Yábar, que es «algo fuerte», pero necesaria para entender el contexto. «Es Núremberg, en 1933. Tras la subida al poder de Hitler, más de tres millares de judíos se trasladaron a Barcelona para alejarse del peligro e, incluso, intentar cruzar el charco», sostiene. Otros tantos atravesaron la frontera hasta Cataluña para participar en las Olimpiadas Populares que iba a celebrar la Segunda República entre el 22 y el 26 de julio de 1936. Unos y otros fueron los primeros en alistarse para combatir al autodenominado Ejército Nacional tras el estallido del golpe de Estado.
Luchas perdidas
La exposición recoge la historia de algunos de los atletas que combatieron. Uno de ellos, un tal Minsk, dejó testimonio de ello: «Me hicieron miembro del Grupo Internacional que se formó al día siguiente, integrado casi exclusivamente por judíos polacos y judíos alemanes».
La mayor parte de ellos lucharon en la que fue una de las primeras contiendas de la Guerra Civil: la defensa de Irún por parte de las unidades republicanas para mantener la comunicación con el sur de Francia. Una infinidad de judíos bregaron desde el 27 de agosto hasta el 5 de septiembre al norte de España. Sirvió de poco, pues el ejército sublevado tomó la urbe tras unos enfrentamientos encarnizados.
Y de ahí, al reclutamiento masivo para combatir por estos lares. Un llamamiento internacional que trajo hasta la península a luchadores como el polaco Joseph Epstein –militante del Partido Comunista Francés y, a la postre, destacado líder militar– o a Remigio Maurovich, el primer brigadista istriano en caer durante el conflicto. Cruz pone el acento en las mujeres, esas olvidadas que también atravesaron la frontera para enfrentarse al Ejército Nacional, y señala la cartela de Esther Zilberberg. El texto es claro: «Participó en la Sanidad de las Brigadas Internacionales. Durante la guerra demostró gran valentía. Tras la muerte de un compañero, ocupó su puesto como ametralladora, resultando herida en la batalla de Villarreal».
Más que batallas
Son infinitos los personajes, aunque no así el número de unidades formadas de forma exclusiva por judíos. Una de las pocas de las que tenemos constancia también tiene su hueco en la exposición: la Unidad Judía Botwin o Compañía Judía Naftali-Botwin. Su historia comenzó el 12 de diciembre de 1937, cuando fue formada dentro de la 13 Brigada Internacional y fue bautizada con el nombre de un conocido activista. A partir de entonces se hicieron populares gracias a su periódico –'El combatiente por la libertad'– y a sus valerosas actuaciones en las batallas de Belchite y del Ebro. Debieron de desempeñarse bien, porque fueron reconocidos con la Medalla al Valor del gobierno republicano.
Pero no todo son brigadistas de fusil y bayoneta. Además de los soldados, la exposición recoge también las vidas de algunos periodistas y escritores. Entre ellos se cuentan Margaret Michaelis y Kati Horna. La primera documentó la revolución social en su apogeo; la segunda destacó por realizar instantáneas que cruzaron fronteras y se publicaron en revistas internacionales de la talla de la británica Weekly Illustrated.
En todo caso, tantos los combatientes como buena parte de los reporteros se vieron obligados a abandonar España en 1938, cuando la guerra empezaba a tocar a su fin. La exposición recuerda también esos instantes a través del discurso de despedida de Juan Negrín. Y, como colofón, pone el foco en las leyes recientes que han luchado por la integración de los judíos dentro de nuestras fronteras.
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