La terrible muerte de su hijo: la tragedia que nunca pudo superar Fernando Fernández Tapias
Bosco Fernández Tapias era el cuarto hijo del conocido empresario gallego, fruto de su primer matrimonio con Chiqui Riva Suardíaz
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Fue a principios del mes de octubre de 2010 cuando la Guardia Civil de Costa Teguise (Lanzarote) desplegó un equipo de búsqueda para encontrar a Bosco José Fernández Tapias Arribas, hijo del empresario Fernando Fernández Tapias, que desapareció cuando hacía submarinismo. Agentes del Instituto Armado localizaron poco después el vehículo de alquiler utilizado por el desaparecido estacionado en las inmediaciones de la Playa Chica, en la zona turística de Puerto del Carmen, lugar donde al parecer practicaba con frecuencia el submarinismo. El hombre fue visto por última vez la noche del 28 de septiembre de ese año y, aunque debía haber entregado el vehículo de alquiler que utilizaba dos días después, no lo hizo. Cuando desapareció tenía 40 años.
Tras dos larguísimos años de enorme angustia en el seno de la familia Fernández Tapias, dos buceadores civiles localizaron el cuerpo sin vida de Bosco en aguas de la isla canaria. «Es difícil recuperarse de la muerte de un hijo. Yo supe desde el primer momento que estaba muerto, pero había que enviar un submarino y el ministro Morenés (Pedro Morenés Eulate, ministro de Defensa del Gobierno de España entre 2011 y 2016) me dijo que si removían probablemente saldrían otros cuerpos. Al fin, lo sacaron. Hice el duelo hacia dentro, sin misa, funeral, ni nada», declaró el empresario en una entrevista concedida en 2015 a la revista 'Vanity Fair'.

Vida bohemia
Bosco Fernández Tapias era el cuarto hijo del conocido empresario gallego, fruto de su primer matrimonio con Chiqui Riva Suardíaz. Precisamente, Chiqui había falleció cuatro meses antes de la desaparición de Bosco.
De todos sus vástagos, Bosco era considerado como 'el bohemio de la familia'. Tras la muerte de su madre, se instaló en Lanzarote, según dicen, en un momento en que se sentía muy abatido por la pérdida de su madre. Pero es que también estaba enamorado de la isla y sus aguas y, como gran aficionado al buceo, estaba empeñado en visitar la Cueva de la Gamba (considerada de alto riesgo), un bellísimo enclave submarino que alcanza los 45 metros de profundidad. «Es un hombre muy deportista, le encanta el submarinismo, deporte que practica desde hace tiempo. También el tiro con arco. Es un bohemio que, además, se dedicaba a pintar. Hace tres meses, se fue a vivir a Lanzarote. Alquiló un piso en una zona que se llama Las Caletas, cerca de Teguise, y por lo que hablábamos y contaba a sus hermanos vivía feliz. Tiene muchos amigos que son los que han dado pistas», dijo Nuria González, la tercera y última esposa de su padre, poco después del trágico accidente, cuando aún tenían la esperanza de encontrarle con vida.

Después de dos operaciones de corazón casi consecutivas, para Fernández Tapias asumir que su hijo había desaparecido en el mar fue la peor de las noticias, dado su delicado estado de salud. La muerte y, sobre todo, la ausencia de un cuerpo al que enterrar fueron una larga agonía que solo el cariño y los cuidados de su tercera mujer y del resto de sus hijos pudieron aliviar.
Por una parte, recuperar el cuerpo del hijo desaparecido dos años antes era algo que reconfortó al empresario, en el sentido de que pudo así cerrar un ciclo. Pero, por otra, revivir todo otra vez fue tremendamente doloroso. Es por ello que en todo momento la familia pidió superar este trance en la más absoluta intimidad.
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