Marichalar y otros raros de linaje
la tribu dorada
Si todavía miramos un poco lejos, en esto de los exóticos de alcurnia, hasta nos sale Jaime de Mora. Ahí está Álvaro de Marichalar, como un marqués con moto Harley. Como un pirata con peluquero
Pocholo Martínez Bordiú explica de manera muy clara por qué se ha quedado fuera de 'GH VIP 8'

Hubo siempre una alcurnia de exóticos, que van del pícaro de alterne a ciertos concejales de chiste, o presidentes del fútbol, y luego hay unos exóticos de alcurnia, unos raros de linaje, que empiezan en Álvaro de Marichalar y acaban en Luis Escobar o ... José Luis de Vilallonga, por citar a dos difuntos de alto retrato. Si todavía miramos un poco lejos, en esto de los exóticos de alcurnia, hasta nos sale Jaime de Mora, que se travistió en Don Fabiolo, por hermano de Fabiola de Bélgica, un título de un tipo que no tuvo título mayor que anfitrión de la agenda de champán de los jeques, en Marbella. Pero ahí está, como un marqués con moto Harley. Como un pirata con peluquero. Para colmo de exotismos, no hay un Marichalar, sino dos.
MÁS tribus doradas
Porque Álvaro de Marichalar es hermano de Jaime de Marichalar, o sea el hermano de la moto, un hermano que ha salido con otros vicios. A Álvaro le van los mares y la moto de agua. A Don Jaime le ocupa el ensimismamiento y el esmoquin de palacio. A Álvaro le ocupa la soltería y la ropa de batalla. A Don Jaime le vi yo el otro día, en una fiesta lírica de Loewe, y me contó que al fin vive más en París que en Madrid, porque en París la 'pashmina' pasa desapercibida, y no hay paparazis. Don Jaime y Álvaro vienen de una cimentada disciplina de infancia, que llega hasta la juventud, pero el primero ha salido 'mondain' en muchos idiomas y el segundo apareja cuatro trastos para recorrer el mundo en una moto de agua que es el yate de los que no creen en los yates. Entre ambos, nos sale Pocholo. Pocholo es José María Martínez Bordiú y Bassó, XVIII Barón de Gotor, y parece un personaje inventado por 'Tómbola', pero no. Existe.

A veces me deja wasaps donde repite que se ha vuelto a enamorar de Brigitte Bardot. Pocholo es un Conan del despiste, un Tarzán de lo excesivo, un atleta del viva la vida, que no necesita soltarse la melena para demostrar que lo suyo es el desmelene. Por la otra punta, pudiera asomar Carlos Falcó, que nació en el Palacio de Dueñas, y los veintipocos años se paseaba el puerto de Miami a bordo de un Maserati regalado por su suegro, un suizo archiforrado.
Fue Marqués de Griñón, y resulta algo así como un arqueólogo de los vinos de mérito, y un biógrafo del prestigio de sus propios aceites supremos, que siempre acaban laureados por las mejores guías del género. Falcó es un nombre de la alcurnia alta de la buena vida, o de la vida de maravilla, que incluye los placeres de refinamiento. En la aristocracia alta, y sin norma, tuvimos a Luisa Isabel Álvarez de Toledo, la duquesa roja. Conoció la cárcel, y conoció el exilio, en París. Allí pilló una buhardilla de estrechez donde dicen que cabían todas las libertades. Le dio calendario al derroche y a otros placeres. Algunos de los que la trataron en los ochenta avalan que amaba los desórdenes de la diversión, y hacer vida de palacio fumando, y en calzoncillos. Lograba a veces en su propia casa una corte que era una irreverencia, una alocada, lúdica, y fascinante irreverencia. Fue una duquesa de derroche, y luego un derroche de duquesa. Como algunas otras.
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