FOTOMATÓN
La Campos, una rara estirpe de bravas mujeres
Fue dándonos el parte diario de sí misma, porque el periodista de raza, el periodista de verdad, aunque trabaje en la tele, ha de contar lo que pasa y asimismo lo que le pasa
Las impactantes imágenes de la reaparición de María Teresa Campos tras su ingreso hospitalario
Los motivos del ingreso de urgencia de María Teresa Campos
![María Teresa Campos](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/gente/2023/02/03/teresa-campos-presentadora-RsarHKAMZLrsWVjmiNjQ1lO-1200x840@abc.jpg)
María Teresa Campos ha sido una más de nuestra familia, durante siglos, dando noticias en el salón de casa, muy de mañana, o bien poniendo salsita andaluza y al loro en los patios del chisme nacional, que alborota como nadie. Entendió el periodismo como ... sacerdocio y el vivir como valentía, y ahí está, un poco saqueada, por la edad, y de vuelta de un hospital donde le han hecho una revisión.
Durante unos años últimos la han arrastrado mucho en las teles venenosas, y tampoco es eso. Quieren, a ratos, quebrarle la biografía, pero la biografía la dejó ella hecha, porque se ha abierto en sus platós la blusa dura de la confidencia o el cabreo, mientras venía de entrevistar a un ministro o mientras iba a hacer promoción de unos colchones. Entre colchón y colchón, entre ministro y ministro, Teresa fue dándonos, inevitablemente, el parte diario de sí misma, porque el periodista de raza, el periodista de verdad, aunque trabaje en la tele, ha de contar lo que pasa y asimismo lo que le pasa, yendo y viniendo de la primicia a la confesión, y al contrario.
El resto son locutoras de escaparate o escotes de temporada. En la tele, se olvida todo muy pronto, pero no es justo olvidarse de Teresa, o recordarla sólo para el tomatazo del chisme. Hizo un día unas memorias, donde no le hacía ascos a hablar del cáncer propio y peleado ni tampoco de la aventura volcánica de ser madre. Aquel libro presentaba a Teresa en otro papel, el de imprenta, pero Teresa siempre está en el mismo papel, el de la Campos, un cruce de terremoto con faldas y heroína fraterna, para lo que toque.
Alguna vez he escrito que el peatonaje no veía la tele, sino que veía a la Campos, lo cual acredita a Teresa no ya como informadora, sino también como persona. Hizo opinión, porque la tuvo, y también hizo información, porque insistía en avalarse de esas gentes madrugadoramente atareadas que se empeñan en enterarse de todo antes que nadie. Hizo de sí misma un género, y de esos ejemplos hay pocos.
La he visto poner en su sitio a estafadores de corbata y la he visto llorar de emoción sentida y sincera, al cumplir mudanza sentimental o de la otra. Pertenece a una rara estirpe de bravas mujeres que llevan faca en la liga que no llevan. Usa chófer, al que ahora maltratan de habladurías, pero da butacón primero de auxilio a los desheredados o desheredadas, si toca. Decía Raúl de Pozo que organiza el plató como una invasión, y es verdad.
Yo he estado en muchas de sus invasiones. Ha gastado una coquetería de tacón de colores y un entusiasmo de látigo que no cesa. A mí me dio esquina de poeta, en sus tertulias, y eso no se olvida. Hasta me dejaba recomendar libros líricos entre Rociíto y Lecquio. Se viene empeñando en ser la Campos hasta el final, pero es la Campos desde hace mucho. Desde siempre. «Quien resiste, gana», arriesgaba el lema de Cela. Parece inventado por Teresa. Ella dirá que no, pero yo digo que sí. Suerte y salud, jefa.
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