El día que De la Rosa tomó pasta en casa de Berlusconi
El empresario catalán asegura que vivía en un antiguo convento a las afueras de Milán con 40 sirvientes
Dos matrimonios, 5 hijos y una novia 35 años más joven: el historial amoroso de Berlusconi
![Silvio Berlusconi u Javier de la Rosa eran grandes amigos](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/gente/2023/06/16/berlusconi-de-la-rosa-RdKGaeFKRwQM4SyFs6yydDM-1200x840@abc.jpg)
«Es como le llamaban sus amigos y el pueblo llano, como muestra de afecto. También sus enemigos para despreciarle. Era simpático. siempre sonriente y con un aire de no enterarse de nada, pero no se le escapaba nada». Así describe el empresario Javier de la Rosa a su amigo Silvio Berlusconi. Las negociaciones entre ambos sobre Mediaset se vieron frustradas por desacuerdos en el reparto publicitario, pero pese a ello De la Rosa fue decisivo para que Berlusconi acabara tomando el control de Tele 5.
De la Rosa, que visitó a Berlusconi varias veces a principios de los años 90, explica que «vivía en las afueras de Milán, en un antiguo convento convertido en una mansión con grandes extensiones de prado porque sus hijas guardaban allí los bellísimos caballos que tanto les gustaba montar. También disponía de varios helicópteros para ir a buscar a sus amigos al aeropuerto o llevarlos donde necesitaran. A cinco kilómetros vivía su primera esposa con sus hijos. Justo en la otra dirección había comprado el palacio Visconti con una enorme salamandra de jardín. Lo había convertido en una hacienda esplendorosa. Allí viviría con su segunda esposa, a cuyo carísimo y polémico divorcio asistimos hace más de diez años».
El empresario catalán, que mantuvo una cercana relación profesional y personal con el exprimer ministro italiano se fijaba que en que «sus colaboradores no eran de alta extracción social y solían ser bastante horteras -con la excepción de su refinada secretaria, gran experta en todo tipo de telas y tejidos venecianos y que se ocupaba de cada detalle de la vida de su patrón- pero también eran siempre muy listos y habilidosos para los negocios. Silvio tenía una capacidad especial para detectar el talento en bruto y pulirlo a su manera para sacar el máximo rendimiento de las personas de las que se rodeaba, tal vez sin estudios y sin apellidos notables pero que a su lado conseguían siempre triunfar».
Según De la Rosa, a Berlusconi «le encantaba enseñar a sus nuevos amigos todos los detalles de cómo vivía. Era muy abierto y en su casa se servía una excelente comida italiana preparada por chefs de primer nivel gastronómico, aunque como sus colaboradores en los negocios, no tenían grandes restaurantes ni eran popularmente conocidos. Desde su primer divorcio y hasta que se casó vivía solo con 40 sirvientes, vestidos totalmente de negro». Más en el matiz de la persona poco conocida para el gran público, De la Rosa subraya la disciplina de su amigo: «Que fuera simpático y fiestero no significa que no fuera concienzudo, muy trabajador y meticuloso. En la puerta de madera de su dormitorio -una puerta de madera antigua- le colgaban cada noche un cartel con la lista de lo que tenía que hacer al día siguiente para que la viera al levantarse. Dormía con el pijama abierto y un sombrero con borla, por el gusto de crear una cierta leyenda de él como personaje».
De la Rosa relata que en uno de sus viajes a Milán, «en el momento que yo aterrizaba, despegaba Gianni Agnelli, que iba a convencerle de que diera el salto a la política para poder defenderse mejor de sus crecientes problemas legales. Los dos estaban convencidos de que la justicia italiana iba a por ellos».
Gran anfitrión
De la Rosa pudo constatar que «también en Porto Cervo tenía una casa con unas vistas maravillosas en la cima de una pequeña colina. Bajando por el monte de la casa al mar, todas las casas que había eran suyas y las tenía abiertas y con el servicio apunto por si tenía que invitar a más amigos. En la última casa, ya al lado del mar, vivía su abogado e íntimo amigo Marcelo d'Ultri con una entonces muy bella actriz italiana: Monica Vitti. Tenía un apabullante montaje de barcos a disposición de sus invitados pero él no estaba en absoluto interesado en ninguna clase de embarcación acuática, y que de hecho había evitado cualquier contacto con el mar desde que en sus inicios fue cantante de guitarra en los típicos cruceros italianos de más de 1000 personas. No guardaba buenos recuerdos de aquella época. Sin embargo, tenía un mercante que había arreglado como un transatlántico, y que daba la vuelta al mundo durante todo el año, para invitar a sus clientes, o prestarlo para que pudieran hacer ellos sus favores a terceros. El aire le gustaba más. Tenía dos aviones a su disposición y tres enormes helicópteros».
Javier de la Rosa concluye que «Berlusca fue un tipo frívolo, pero inteligente, amable pero de una amabilidad siempre interesada, simpático pero de una simpatía no exenta de dureza y a veces crueldad. Fue también siempre muy escurridizo y pocos sabían lo que realmente pensaba. Uno que lo conoció bien llegó a la conclusión de que cuando sonreía significaba que 'sí', y que cuando hacía ver que no había oído bien lo que le decían significaba que 'no'».
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