El kit de belleza y la obsesión por el peso de Mario Vargas Llosa
Mucho ha criticado el Nobel las rutinas de belleza de Isabel Preysler cuando el propio Mario tenía las suyas propias
Villa Preysler, un castillo de cuento del que reniega Vargas Llosa
Mario Vargas Llosa pedía a Isabel Preysler que le arropase cada noche y que le diese un beso con la luz apagada
Isabel Presyler quiso romper con Vargas Llosa, hace dos años, pero le dio pena por su avanzada edad
En 'Los vientos', Mario Vargas Llosa, retrata a anciano que expresa algunos de sus anhelos e inquietudes dichas reflexiones se interpretaron como humillaciones hacia la familia Preysler. En concreto hacia Isabel y su hija, Tamara Falcó. A las que, según algunos, deja como frívolas, obsesionadas por la estética. «Nuestro cuerpo es sagrado y hay que cuidarlo. Para ellos, en verdad, lo sagrado son las perfumerías y las farmacias. Me preguntaron si no me había echado algo para el sol y como les dije que no, que nunca usaba cremas protectoras, se escandalizaron. Me confesaron que todo el dinerito que ganan con trabajos eventuales y las pensiones que recibían por el mero hecho de existir, los invertían en comprarse pastillas, lociones, tónicos, todo aquello que impide el deterioro de la piel, los ojos, los dientes», relata el escritor.
Curiosamente en cuanto Mario se instaló en Villa Preysler pronto adoptó una lujosa rutina que a muchos sorprende tras conocerse. A Mario le atendía un mayordomo, que le preparaba el baño y la ropa cada vez que salía y que incluso le ayudaba a vestirse.
El Nobel se levantaba entre las 5 y las 7 de la madrugada para escribir. Luego subía a su habitación para colocarse el chándal y salir a caminar por los alrededores de la urbanización. A su regreso, la cocinera le preparaba el desayuno que consistía en un café con leche, un gran bol de muesli con leche y miel y un vaso de zumo de naranja recién exprimida, así como papaya, su fruta favorita. Sus manías impedían que en casa de Isabel se tomaran las frutas con pepitas o huesos, hasta desaparecieron de las aceitunas.
Antes de acostarse, pasaba por el aseo y se ponía sus cremas. Lo que no lleva es perfume porque dice tener alergia y un cutis muy delicado. Pero por el rostro y el cuerpo se ponía bien de crema. Tampoco escatima en los cuidados de su pelo. La peluquera de Isabel le fórmula una mezcla mágica para mantener su cabello cano perfecto. Le hacían un champú y un fijador especial para él. Era asiduo a la manicura y pedicura cada sábado en casa de Isabel.
![Tamara Falcó y Mario Vargas Llosa en Marbella](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/gente/2023/01/27/mario-tamara-paseo-U41841355287UXp-624x800@abc.jpg)
Para combatir sus excesos con la comida, 'La Buchinguer', en Marbella, es su santuario sagrado desde hace muchos años, donde acude para regular su peso. O sea, es esclavo de la imagen, aunque trate de criticarlo a través de su cuento.
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