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Limonada: cuál es su origen y las claves de esta refrescante bebida

La receta tiene alrededor de diez siglos de historia

Memoria embotellada: las bodegas más antiguas de España

Andrea del Valle

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En películas y series americanas, así como en fiestas para los más pequeños y mayores. La limonada se ha convertido en todo un clásico entre los refrescos, y en una de las estrellas entre las bebidas más caseras y sencillas de elaborar. Con miles de años a sus espaldas, chefs y ciudadanos de todo el mundo han dado su toque, personalidad y variaciones al refrigerio. Así, es posible hablar de algunos de los 'tips' para preparar una buena limonada y de sus orígenes y primeros años, aunque algunos datos se encuentren algo borrosos por el paso del tiempo.

La limonada encuentra sus origen alrededor del siglo XIII, concretamente en Egipto. Prueba de ello han sido antiguos papiros en los que, según se cree, los judíos preparaban una bebida a base de zumo de limón. Así, aunque originalmente ha sido una mezcla de lo más sencilla y sin un ápice de alcohol, en los nuevos tiempos esto ha cambiado en algunas mezclas y variaciones del clásico.

Innovaciones y giros sencillos

Tras su aparición en el país africano y asiático, fueron los franceses los que comenzaron a comercializar la bebida, concretamente en el siglo XVIII. En esta ocasión, al zumo de limón se sumaron agua con gas y miel, y no sería hasta pasado el año 1877 cuando, tras la aparición de la ley seca en Estados Unidos, se popularizaría la bebida en el país.

Así, la limonada estadounidense es una de las más afamadas. Para preparar un litro del brebaje, las claves son simples. En un inicio, se baten cuatro limones sin piel en 250 mililitros de agua. Tras esto, es el momento de incluir el resto del agua y el azúcar —con unos 80 gramos sería suficiente, aunque esto siempre va al gusto—.

Con el paso del tiempo —y aunque el clásico agua con azúcar y limón sigue siendo la estrella de las mezclas—, se han ido introduciendo nuevos elementos. Chefs de la talla de Karlos Arguiñano se han pronunciado al respecto. En el caso del cocinero vasco, este añade otra fruta a la elaboración: fresas. Tras preparar una jalea de agua, azúcar y jengibre fresco —que da un toque picante a la bebida—, se suma el zumo de limón y las fresas trituradas.

Así, la 'Pink Lemonade' es otra de las variantes de la bebida. Esta destaca por su tono rosado, que se consigue añadiendo frutas de estos tonos: frambuesas, cerezas, fresas, granada o arándanos. Especias como la hierbabuena o la menta también aparecen en ocasiones en la ecuación, al igual que hace Arguiñano al introducir el jengibre. Además de esto, es importante tener en cuenta las posibilidades a la hora de endulzar la mezcla —o incluso no hacerlo—. Lejos de ser el azúcar la única opción, la miel, la stevia o el sirope de ágave son algunas de las alternativas.

En cuanto al alcohol, destacan algunas bebidas que también se han convertido en clásicos. Una de ellas, sobre todo en Italia, es la conocida como limoncello. El clásico del país de la bota contiene ente un 30 y un 40% de alcohol, obtenido por la maceración del propio alcohol de la cáscara de limón y otros cítricos, mezclado con jarabe de agua y azúcar. De la mima manera, la sangría es otro de los refrescos tradicionales que puede recordar a la limonada y que hay que mantener muy presente. De origen español y portugués, generalmente consiste en vino, gaseosa, licor, azúcar y trozos de fruta— normalmente cítrica—, como el limón o la naranja.

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