«Muchos no se quejan de su artrosis por no parecer quejicas. No hagan eso»
Un experto explica que aunque esta dolencia lleva muchos años de proceso, «no podemos permitir que un dolor crónico afecte de esa manera a las personas. Hay que parar el ciclo mucho antes»
Estas son las claves para lograr un envejecimiento activo

Quien tiene mayores en la familia seguro que ha escuchado en más de una ocasión la plabra artrosis, una dolencia que padecen muchas personas al llegar a la tercera edad. Juan Cartagena, confundador de Rosita Longevity, matiza que la artrosis es una ... epidemia silenciosa que afecta al 80% de la población mayor por un proceso de envejecimiento de los cartílagos, pieza fundamental que regula el movimiento y la conexión entre huesos y músculos. «Es una enfermedad que históricamente no ha sido clasificada como grave porque no causa muerte, solo limita la calidad de vida. En un marco de esperanza de vida de 70 años, su impacto es leve. Pero si el marco se traslada a los 100 o 120 años, que el 80% de la población mayor de 60 la padezca, es sencillamente un drama».
Asegura que cuando una persona tiene dolor, se vuelve más sedentaria, consume más horas de televisión, pierde masa muscular y aumenta el riesgo de caídas. Si se cae, se puede romper una cadera, lo que deriva en una intervención quirúrgica que termina con el implante una prótesis, una larga rehabilitación, pérdida de más masa muscular, sarcopenia y finalmente, cuando el usuario no puede levantarse fácilmente de la silla, dependencia. «Son muchos años de proceso, pero no podemos permitir que un dolor crónico nos afecte de esa manera. Hay que parar el ciclo mucho antes. No podemos esperar a estar mal».
¿A partir de qué edad hay que estar atentos a esta dolencia? ¿Lo sufren por igual hombres que mujeres?
El cartílago articular no tiene capacidad de regeneración por sí mismo. Así pues, el desgaste aumenta con el tiempo, provocando a medio y largo plazo una artrosis y el deterioro funcional. La falta de movilidad reduce el flujo de la articulación lo que genera un bucle muy negativo.
Al ser una enfermedad degenerativa, la realidad es que lo vamos a padecer todos. Ahora bien, la cuestión no es que tengas o no tengas artrosis, sino en qué grado te genera suficiente dolor como para quejarte o invalidarte. Alrededor de los 65-70 años es cuando muchas personas empiezan a notarlo lo suficiente como para tratarse, un proceso que se ha acelerado debido a los hábitos de vida. El sobrepeso, por ejemplo, no ayuda porque carga más la articulación. Algo que también ocurre con la falta de masa muscular en piernas.
Las mujeres parecen padecerlo más, pero probablemente solo porque tienen más esperanza de vida que los hombres o por tener menos masa muscular.
¿Cuáles son los síntomas claros que pueden hacer sospechar que se tiene?
Se trata de un dolor molesto y regular. Se puede reducir con pastillas, pero las consecuencias del dolor no. Cuando te duele, te haces más sedentario. Dan menos ganas de salir. Y esto afecta a todas las funciones vitales: peso, metabolismo, riesgo cardiosvascular, déficit respiratorio además del coste emocional. Ya que la pérdida de actividad aumenta la soledad y reduce el sentimiento de pertenencia. Por eso, aunque la sensación de dolor no se trate en sí mismo como una enfermedad, debemos entender que afecta de forma directa a todo lo que es una vida saludable. Muchas personas tienden a minimizarlo por no molestar o por no parecer quejicas. No hagan eso, tómenselo en serio desde el principio.
¿Qué efectos producen en el organismo?
Además de las conscuencias indirectas que ya hemos mencionado, de forma directa el dolor principal hace que nuestro cuerpo modifique patrones motores para reducirlo y desarrolle posturas antiálgicas que derivan en problemas secundarios. Por ejemplo, para que no me duela una rodilla, cargo más la otra, y acabo afectándola, pero también mi cadera o mi hombro, acelerando la artrosis en otras articulaciones. Aumentan las contracciones musculares para compensar y estas terminarán generando rigidez y falta de movilidad.
¿Qué médicos la tratan? ¿De qué manera?
Nuestros sistemas de salud son excelentes para lidiar con enfermedades agudas como una rotura o un ataque al corazón. Sin embargo, las enfermedades crónicas son muy lentas y trabajar en ellas requiere mucha proactividad por parte del paciente y un seguimiento importante por parte del especialista. Esto deriva en que lo más sencillo es prescribir medicación para el dolor y entregar al paciente un folio con una serie de ejercicios de una hora que acaba pegado con un imán un par de semanas en la puerta de la nevera y de ahí directamente a la basura.
Esto explica en parte que seamos el decimoquinto país de Europa en gasto en salud, pero el tercero en gasto farmacéutico. En ese contexto tampoco nos puede sorprender que España tenga la mayor esperanza de vida de Europa, pero solo esté en la media de la esperanza de vida con buena salud.
¿Solo se puede paliar el dolor de manera farmacológica?
Ahora se sabe que si no haces nada el proceso de artrosis se acelera y que si realizas algo de entrenamiento, pese a que puntualmente pueda dolerte, el proceso se ralentiza. Es clave hacer un ejercicio seguro, teniendo en cuenta la carga adecuada, las limitaciones, picos de dolor, patologías independientes y otros riesgos. Por eso se aconseja que las personas no lo hagan solos, sino que busquen un fisio-entrenador que les guíe.
Pese a que los pacientes con artrosis son a menudo reticentes a hacer ejercicio por el dolor, sabemos que la terapia física es un arma fundamental contra esta patología. Esto ha sido confirmado por numerosos estudios, donde los pacientes que habían recibido la terapia física presentaban menos dolor y mayor funcionalidad que aquellos que habían sido tratados con glucocorticoides. Por lo tanto, aunque los glucocorticoides pueden ser un arma efectiva para reducir el dolor a corto plazo, las intervenciones de ejercicio son la estrategia más eficaz para reducir el dolor a largo plazo.
El principal hándicap en estos pacientes es dar con la dosis (intensidad y frecuencia de ejercicio) adecuada según el grado de inflamación en el que se encuentren. Se hace necesario que un profesional sanitario prescriba el tipo de ejercicio más adecuado según si el paciente se encuentra en un brote o fase aguda o en un periodo de latencia de la enfermedad.
¿Es posible prevenirla?
Además de un estilo de vida saludable y visitas puntuales al fisioterapeuta para reducir las contracturas musculares, se puede trabajar con terapias acuáticas y terapias termales. En el Balneario de Cofrentes, donde vivo, también se hacen tratamientos de células madre con plasma rico en plaquetas. Para entenderlo, se sacan unas células madre de la barriga, se centrifugan y se inyectan en la articulación, donde arraigan y pueden regenerar cartílago. Esto funciona muy bien, sobre todo si aún nos queda cartílago, por lo que no debemos esperar a perder toda la movilidad.
MÁS INFORMACIÓN
Se trata de una enfermedad lenta y todos debemos aprender a identificar sus primeros síntomas, ya que todos la desarrollaremos en mayor o menor medida. Cuanto antes empecemos a practicar ejercicios adaptados y lo complementemos con los diferentes tratamientos avanzados, menos sufrirán nuestros cartílagos y mejor flujo articular tendremos para afrontar nuestra vida en las mejores condiciones posibles.
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