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«El menú infantil no existe: es para que los niños ‘no den guerra’ en el restaurante»

Los nutricionistas Lucía Martínez y Aitor Sánchez, volcados en la divulgación, han lanzado al mercado nuevo libro: «¿Qué le doy de comer?»

Aitor y Lucía ofrecen alternativas a alimentos para niños que parecen ser sanos pero no lo son VÍDEO: CAROLINA MÍNGUEZ
Ana I. Martínez

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«¿Qué le doy de comer?» . Esta es la tradicional frase que cada día se preguntan miles de padres y madres cuando ven cómo sus hijos empiezan a elegir lo que quieren cenar, negándose a comer ciertos alimentos. O bien cuando el pequeño empieza con la alimentación complementaria, dejando a un lado ya la lactancia materna o el biberón como alimentación exclusiva. Y es que da igual la edad de los menores que, ya sea por un motivo u otro, esa maldita pregunta siempre ronda por la cabeza de los progenitores.

Para facilitarles la tarea, Lucía Martínez y Aitor Sánchez , dietistas-nutricionistas volcados en la divulgación, han escrito este libro con el objetivo de contribuir a una alimentación saludable de los más pequeños y más teniendo en cuenta los elevados índices de obesidad infantil que nos rodean.

«¿Qué le doy de comer?» ofrece a los progenitores recursos (qué puede comer un niño en un restaurante sin recurrir al menú infantil o qué ofrecer en una fiesta de cumpleaños sin caer en el exceso del azúcar) para alimentar a los menores de la mejor manera en todas las etapas. Habla del supuestamente necesario «mi primer yogur» o de qué hacer cuando el móvil llega a la mesa. Y todo ello con razones de peso más que suficientes. Como ellos mismos cuentan en su libro: «Hasta hace poco, hablar de diabetes y niños era hablar de diabetes de tipo 1, también conocida como la diabetes juvenil. La otra diabetes más común, la del tipo 2, era un problema de adultos, de mayores de 40 años. Sin embargo, esto ya no es así, ya que hace años que hemos empezado a ver en niños, preadolescentes y adolescentes esa diabetes».

En libro recoge algunas pautas que chocan con las tradicionales indicaciones que siguen dictando muchos pediatras en consulta. Si eres padre o madre primerizo, te dan esas directrices, y luego lees en el libro que no son necesarias, ¿qué pueden hacer esas familias?

Lucía Martínez . Los padres y madres deben tener un poco de espíritu crítico para poder tomar decisiones. Hay que tener en cuenta que la nutrición no entra dentro de las especialidades de los pediatras. Es otro profesional, el dietista nutricionista, el indicado para dar consejos de alimentación. Lo que pasa es que, en España, estos profesionales no están incluidos dentro de la sanidad pública y mucho menos en Atención Primaria. Ello provoca que otros compañeros, como los pediatras o los enfermeros, tengan que cubrir dicha área sin estar actualizados, por lo que siguen dando pautas obsoletas. Así, en muchas consultas de pediatría, por desgracia, se sigue aconsejando que a los cuatro meses se empiece a dar papillas al bebé. Sin embargo, la OMS indica estar hasta los seis meses con la lactancia materna. Los padres pueden fiarse de fuentes fiables y actualizadas como la OMS, la AEP, que en su último documento sobre alimentación complementaria aconseja el BLW, o la última guía de alimentación de la Generalitat.

Este libro viene en un momento en el que se empieza a alertar de los altos índices de obesidad infantil. Parece que se empieza a tener conciencia de ello. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Se podía haber evitado?

Aitor Sánchez . Hemos llegado hasta aquí porque en España tenemos un modelo de intervención en sanidad que es de llegar tarde, de tratar patologías. Invertimos poco en promoción y poco en prevención. Por tanto, «es normal» que si los niños están gorditos, como se dice, no se vea como un problema. Las consultas no se llenan para tratar este asunto. Pero no se llenan hoy. No tenemos visión de salud pública a largo plazo y esto lo hemos recogido por sembrar cosas que han provocado esa situación. Por ejemplo, no nos hemos preocupado por controlar la publicidad que reciben los niños, la que hacen los supermercados, menús que se dan en los hospitales o colegios escolares... En estos últimos se permite, por ejemplo, que coman en un día salchichas, pasta blanca con tomate y, de postre, flan. Todo ello sin olvidar que los niños salen al recreo y tienen máquinas expendedoras con palmeras de chocolate y refrescos. Si no actúas y dejas que cada cual haga lo que quiera, lo hace y más en un entorno en el que no se facilitan las mejores selecciones. Por eso, ahora, estamos recogiendo los resultados de no haber querido hacer un modelo que previniera este patrón de alimentación actual.

Nadie te lo pone fácil. ¿Es suficiente con que una familia solo en casa introduzca cambios en la alimentación?

Lucía Martínez . El cambio en la familia es algo que ellos sí pueden decidir, mientras que tú no decides qué comes en el comedor escolar o en el hospital. Por tanto, lo lógico es empezar por aquello que son 'tus decisiones' y con eso tenemos ya una base. Hay que recordar que el niño hace en el colegio 5 comidas de las 14 ingestas principales que tiene la semana. Si además de ello, la familia ya concienciada en casa, puede influir en la mejora del menú escolar junto a otros padres a través del AMPA, mejor aún. Y en el hospital, si te traen leche con cacao y tú quieres fruta, puedes pedirla. Si seguimos con 'yo no voy a hacer nada porque todo esta tan mal que no vale de nada', nunca habríamos avanzado. Los cambios empiezan por demandas aunque sean pequeñas . En resumen: aunque el entorno sea hostil, avanzar en casa es siempre beneficioso. Y si luego se puede influir fuera del hogar, mejor.

En el libro decís que los menús infantiles no existen. ¡Y en todos los sitios se ofrecen!

Aitor Sánchez . El menú infantil no debería existir como tal. El problema es que en muchas cartas existe. No debería existir desde el punto de vista nutricional porque los alimentos que pueden tomar los niños son los mismos que toman los adultos . Todas esas adaptaciones que se hacen para crear un menú infantil no se realizan en base a aspectos nutricionales. Es decir, no se elabora en base a si el niño lo va a poder masticar o puede haber riesgo de brocoaspiración. En realidad el menú infantil se ha convertido en algo para que los niños no den guerra , se lo coman bien y listo. Por ello carecen de verduras pero tienen harinas refinadas, pasta blanca con tomate, patatas fritas, lomo, pollo... Todo ello para que los niños 'no se quejen'. En cambio, si la familia escoge cualquier otra opción de la carta, tiene muchas posibilidades de mejorar en salud el menú infantil. Al niño se le puede dar igualmente un revuelto de huevos con espárragos, pimientos de padrón... Lo que te apetezca.

¿Cuál es vuestro capítulo favoritos del libro?

Aitor Sánchez . Tenemos dos capítulos que creemos que son, frente a otros libros, aportaciones muy diferenciadoras. El 3 (Enfoque nutricional de patologías infantiles comunes) y el 4 (Educación alimentaria: perspectivas básicas). El tercer capítulo es valiente y peliagudo desde el punto de vista clínico porque nos hemos atrevido, gracias a la experiencia de Lucía en nutrición pediátrica, a dar una serie de consejos en aquellas patologías más comunes (celiaquía, diabetes, sobrepeso, obesidad en niños) para poder ayudar a las familias que muchas veces no tienen ni recursos para ello, incluyendo las vegetarianas o veganas , que no encuentran respaldo. Con respecto al cuatro capítulo, nos hemos mojado más desde la evidencia científica, como siempre, para repasar algunos recursos con los que poder inculcar mejores hábitos en casa, como el tema de las tabletas o los móviles. Ofrecemos una serie de recursos para poder empezar a involucrar a los chavales en la comida y poder mejorar de manera progresiva.

¿Existe un perfil de niños obesos?

Lucía Martínez . Sí es verdad que hay patrones que coinciden. En general, suele haber un problema de alimentación en toda la familia aunque acudan a consulta solo por el niño. No suele pasar que el menor coma mal y el resto de familia bien. Por ello, la intervención nutricional debe ser a toda la familia. En general, en los hogares existe un exceso de comida insana: batidos, bollería, galletas, precocinados, poca verdura, lácteos azucarados, flanes, refrescos... Y a ello se le suma que las salidas de ocio son a hamburgueserías, etc. Muchas veces también nos encontramos con niños muy sedentarios y que, en su tiempo de ocio, están más bien sentados, con ordenador o televisión. También suele tratarse de familias con recursos económicos escasos. Pero aquí quiero hacer una apreciación: los que vienen a consulta, sí tienen recursos económicos. Los que no vienen es porque no se lo pueden costear. Por tanto, a menor nivel económico, mayores son las tasas de obesidad en la familia .

¿Cuáles son las excusas que más os dicen las familias para no llevar a cabo cambios?

Lucía Martínez . Es habitual frases tipo: 'Esto no, no se lo va a comer', 'pero como le voy a dar esto', 'pero como le voy a decir a la abuela que no le de croquetas para cenar'. Es verdad que si vienen a consulta, están más predispuestos a que algo tienen que hacer. Si el niño o niña tiene cierta edad y puedes hablar con él, negocias: 'Si nunca comes fruta, esta semana eliges tú la fruta que quieras'. El menor lo acepta y lo hace. Y con los padres hay que negociar, explicándoles que no se puede seguir así y que hay que ir introduciendo cambios poco a poco. Hay veces que es dificil hacerles entender a los padres que es mejor que su hijo no meriende a que se coma un bollo de chocolate con un refresco. Y te dicen: 'Pero como no va a merendar'. No pasa nada porque no meriende. Le sobran kilos. Y con la frase de: 'Es que es lo único que come', quizás haya que plantearse que el niño no tiene hambre. Hay que ofrecerles siempre un yogur, un plátano... Y sino, que se espere a la cena. A veces es controvertido decirles a los padres que no pasa nada si se saltan una comida . No pasa nada si no desayuna la magdalena, ya comerá más tarde.

Aitor Sánchez . Muchas familias ponen como obstáculo la falta de tiempo cuando se trata en realidad de una falta de recursos o de ideas. 'No tengo tiempo y le doy cereales con chocolate', dicen, cuando es más rápido coger un plátano e irse al colegio. O abrir un bote de garbanzos, partir un tomate y un pepino es una cena más rápida que encargar una pizza.

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