Por qué frases como 'Un bofetón a tiempo le hubiese quitado todas las tonterías' ya no valen para criar a los hijos hoy
Blanca Arias, psicóloga, explica cómo la crianza respetuosa es la mejor herramienta con la que educar y ayuda a que vacaciones sean agradables y bonitas para toda la familia
«A los padres nos cuesta mucho hablar de emociones con los hijos»
![Por qué frases como 'Un bofetón a tiempo le hubiese quitado todas las tonterías' ya no valen para criar a los hijos hoy](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/familia/2024/07/29/bofeton-menores-RWTpQo7j46VLEhowPmsXzPM-1200x840@diario_abc.jpg)
En el verano, padres y madres pasan más tiempo con sus hijos. Y esta realidad, que puede parecer idílica, conlleva en ocasiones más discusiones, enfrentamientos, cuestionamientos... Sin embargo, «disfrutar de estos días de forma más agradable es posible», asegura a ABC Blanca Arias, psicóloga transpersonal especializada en neurodesarrollo infantil.
-Apuestas por la crianza respetuosa. ¡Menudo concepto! No creo que haya padres o madres que piensen que crían de manera irrespetuosa. Por tanto, ¿de qué hablamos exactamente?
Todo el mundo está haciendo lo mejor que puede y sabe y todos somos humanos: nos equivocamos y aprendemos -aquí está una de las claves en esta crianza-. Está libre de jerarquías verticales y unidireccionales donde sólo uno tiene la razón, ordena y el resto obedece. En lugar de que papá y mamá sean figuras de autoridad a las que mirar hacia arriba, se promueve que sean figuras de referencia en las que sus hijos puedan apoyarse y fijarse, en las que confiar para crecer con la seguridad y con la confianza que necesitan para poder hacerlo en todo su potencial.
Sin embargo, a menudo pensamos que nuestras actitudes, respuestas, reacciones… son respetuosas y/o ni siquiera las cuestionamos cuando, en realidad, son automatismos que hemos normalizado a lo largo de la vida por muchos factores, tanto culturales como educacionales. Están tan arraigados que se reproducen por inercia, confundiéndolos con lo 'normal' e 'inocuo'.
Por tanto, para entender lo que es la crianza respetuosa hay que hablar de autoconocimiento. ¡Para mí son inseparables! El autocuestionamiento y la mirada hacia dentro por parte del adulto, para su propia autogestión y regulación, en la vida y en el acompañamiento a sus hijos. En esta crianza es necesario trabajar en nuestra consciencia: saber y darse cuenta de lo que se piensa, se siente, se dice y se hace; tener conocimiento de todo ello.
Bajo mi modo de entenderlo, no sólo hablamos de un estilo educativo, si no de una filosofía de vida. Pero si nos centramos en el estilo de educación pienso que es uno más honesto, y no sólo con la infancia sino con todos. Hablamos de generar un entorno de seguridad y, por supuesto, de respeto. De tener en cuenta que cada persona, niño y adulto, tiene unas necesidades emocionales que se han de cuidar, así como una esencia propia que es muy válida y merecedora de ser amada y reconocida, sin juicio. Conceptos como amor propio, autocuidado, comunicación asertiva, cariño, límites sanos visten toda esta crianza.
Conocer nuestro mundo interior y emociones es necesario, así como el darles cabida sin escondernos ni hacer que los niños lo hagan, promoviendo el bienestar y dando lugar al criterio de todos. A menudo queremos que los niños 'se regulen emocionalmente' pero esto es un aprendizaje a lo largo de la vida y si los adultos de alrededor no están preparados para acompañar esa lección, ¿cómo vamos a pedirles que lo hagan ellos? Es muy injusto exigir a los niños cosas que los adultos no hacen.
Siempre pregunto: '¿Quieres ser figura de autoridad o de referencia?' Piensa en lo que te evoca cada una y decide cuál quieres ser'. Yo no tengo ninguna duda en mi respuesta.
-¿Y cómo se hace?
Por ejemplo, algo muy habitual que han sufrido las generaciones anteriores es la mutilación de las emociones: el típico 'no llores, que con eso no arreglas nada' y frases similares que, por desgracia, aún se siguen replicando en ocasiones y que son indicativo, probablemente, de cómo se autogestiona quién las dice. Validar las emociones es fundamental para una crianza con respeto.
«Es muy injusto exigir a los niños cosas que los adultos no hacen»
No hay que olvidar tampoco la violencia normalizada: 'Un bofetón a tiempo le hubiese quitado todas las tonterías' o 'A mí mis padres me pegaron y estoy perfectamente', sin darnos cuenta del tremendo sesgo que hay tras estos mensajes, los cuales normalizan que un límite bien establecido conlleva un golpe con mano dura y esto no puede estar más alejado de la realidad. Aquí es fundamental comprender que, como adulto, podemos racionalizar muchos comportamientos que vivimos en la infancia, pero eso no tiene nada que ver con que en el momento en que los vivimos, estuviésemos sintiendo que eso era 'normal' o que nos estuviese haciendo sentir seguros y no dejase huella. Estoy convencida de que hoy en día la sociedad está más concienciada de la no tolerancia a la violencia entre adultos que de estas conductas -violentas- hacia los niños. ¿Quién permitiría que su jefe le pusiese un límite en el trabajo dándole una bofetada para que aprenda cómo tiene que comportarse en la oficina? Es inconexo e irracional.
Sin embargo, los límites son necesarios y esto lo defiende muy bien este estilo de crianza porque, a diferencia de lo que muchos piensan, no tiene nada que ver con un estilo de permisivo. Los límites, sanos y adecuadamente establecidos, se necesitan para que los niños crezcan seguros y porque ellos no tienen la capacidad (¡ni la obligación!) de tomar según qué decisiones ni de saber todo en todo momento. Estos límites se han de poner con coherencia, lenguaje verbal y no verbal de la mano, vocabulario claro y de manera firme -con seguridad-, cumpliendo las premisas mencionadas, de seguridad y respeto. Nunca las del miedo, venganza o lucha de poder.
-Los adultos, hoy papás y mamás, no han sido educados de esta manera. ¿Cómo les influye esto a la hora de educar hoy a sus pequeños?
Esto siempre va a ser muy personal e individualizado de cada persona ya que, por suerte, no sólo somos nuestras experiencias o nuestra genética. Somos holísticos y estamos impregnados de muchísimos factores que son complejos de escudriñar y separar como para poder decir una respuesta rotunda y general. Sin embargo, la educación recibida forma parte de nuestra formación como personas y, por mi experiencia, sin consciencia por parte del adulto y sin un autoconocimiento, a menudo se reproducen conductas y respuestas que se obtuvieron en la infancia. Y el tema es que muchas veces no se cuestionan porque están demasiado integradas para verlas.
Estas actitudes responden, por lo general, a las heridas emocionales, patrones de respuesta obtenidos entonces y el sistema de creencias que de todo eso se fue generando, basadas principalmente en miedo. Esto comporta que el adulto no accione, sino que reaccione, con automatismos aprendidos y cristalizados en etapas precoces, sintiéndose desarmado frente a actitudes de sus hijos que están activando alguna inseguridad en él y que tiene más que ver con su interior que con su hijo.
Con un profundo trabajo de autoconocimiento, se le puede dar la vuelta a estos automatismos y criar desde la elección y la acción, en lugar de desde la inercia y la reacción.
-¿Es un buen momento el verano para ponerlo en práctica por primera vez?
Bajo mi punto de vista, siempre será un buen momento para empezar a criar y acompañar con consciencia. Y ya que en el día a día, con la vorágine de coles, extraescolares, los trabajos de mamá, de papá, la casa, etc., todo se complica, qué mejor momento que cuando estamos juntos, en vacaciones, pasando más tiempo en familia del que normalmente podemos, para empezar a mirarnos como merecemos, como ese equipo que rema en la misma dirección, que tiene en cuenta a los que tiene a su lado y que se esfuerzan por ser su mejor versión, ayudándose a que todos lo sean también. No hay mejor momento que el presente. Si este se nos escapa, en cualquier otro momento será positivo empezar a mirar hacia dentro para criar fuera.
«En la crianza respetuosa, los límites son necesarios. A diferencia de lo que muchos piensan, no tiene nada que ver con un estilo de permisivo»
-Aconsejas a las familias que se comuniquen de manera asertiva. ¿Puedes poner algún ejemplo? Porque 'mi niño llora por todo y no puedo estar todo el día validando sus emociones'.
Un ejemplo de comunicación asertiva incluye validar la emoción/necesidad propia mientras también tenemos en cuenta la ajena sin juzgar ni una ni otra. Por ejemplo: 'Para mí es importante que podamos ir a comprar con calma, sé que tú tienes muchas ganas de ir a jugar y eso te emociona pero aún no es la hora, ¿qué podemos hacer para que este ratito sea más ameno?. O, frente a un momento de intensidad emocional con un niño porque se le ha roto su juguete, validar la emoción sería describir el hecho: 'Estás triste porque este juguete que tanto te gusta se ha roto', y ayudarle a encontrar una alternativa o que pueda encontrar su manera de sentirse mejor: '¿Qué necesitas?', '¿Crees que lo podemos arreglar?'. Son mejores opciones a decir: 'Venga va, pero si no pasa nada, las cosas se rompen y es sólo un juguete'. Esto último es emitir un juicio invalidando por completo su sentimiento. Para él o ella, eso que está pasando es importante, igual que lo es para ti cuando se te estropea tu prenda de ropa preferida o tu teléfono. Quizá lo gestionas diferente -o no…- porque eres adulto, pero te fastidia también.
Al respecto del ejemplo en la pregunta, habría que hacer un acompañamiento más personalizado y específico, puesto que habría que ver qué es 'llorar por todo' y 'validar todo el día'. Somos seres emocionales, hay que darle el lugar que esto ocupa y también hay que reconocer que a veces nos desborda, a los pequeños y a los adultos. Si no validamos y atendemos las emociones que van surgiendo, ¿de qué sirve tenerlas? Están ahí para algo, envían un mensaje.
Validar la emoción es reconocerla y no juzgarla cuando surge, simplemente aceptar que está ahí. Por otro lado, y dado que nos habitan todo tipo de emociones, también habrá que reconocer los momentos de emoción estable, no sólo fijarnos en los momentos difíciles de gestionar. Si realmente un niño llora por todo, tendremos que hacer una valoración más extensa de por qué está sucediendo eso y de qué manera estamos respondiendo como adultos: ¿Será un patrón aprendido porque sólo así siente que se le escucha?, ¿Será que no estamos entendiendo sus necesidades y hay un cúmulo de frustración?, ¿Hay un sistema nervioso descompensado porque sus necesidades básicas no están cubiertas?
-Pantallas en verano: ¿cómo influyen y qué alternativas hay?
Por desgracia, lo triste es que nos tengamos que preguntar qué alternativa hay a las pantallas, como si nos quedasen tan lejos nuestras propias vacaciones de infancia donde ni siquiera existían. A cualquiera que me preguntase esto le invitaría a hacer una retrospectiva a su niñez y que me diera la respuesta. ¿Qué alternativas hay? ¡Son infinitas! Tantas como la propia imaginación te proponga. Y forma parte de los adultos ofrecer esas posibilidades a los más pequeños y promover que ellos mismos las generen. Para ello, también tenemos que conectar con nuestros niños interiores y recordar que siguen vivos dentro de nosotros.
Manualidades, crear historias, representarlas, ya sea con teatro de marionetas, con sombras en la pared o con disfraces y maquillajes, juegos de mesa (¡las cartas de toda la vida!), taller de cocina casero, la búsqueda del tesoro… ¡Imaginación y creatividad al poder!
No voy a decir que haya que eliminar las pantallas porque vivimos en esta realidad tecnológica, pero sí tenemos que reaprender a convivir con ellas desde lo saludable y responsable puesto que la influencia de su abuso, abarca muchas áreas, tanto a nivel cognitivo en los niveles de atención y concentración, como a nivel emocional en cuanto a mayor frustración y problemas de conducta, por no hablar a nivel social y familiar, donde estar mirando más hacia la pantalla que a nosotros genera un distanciamiento del momento y los vínculos presentes.
Podemos hacer uso de la pantalla de una forma más beneficiosa y con contención. Un ejemplo, viendo una peli todos juntos y después sacar algo bello de ahí, promoviendo la posterior puesta en común donde cada uno dé su opinión y comparta lo que le ha parecido, escuchándose y compartiendo activamente, quizá, mientras salimos a dar un paseo.
-Aconsejas también promover la inteligencia emocional. ¿Por qué y para qué?
La inteligencia emocional es clave para un desarrollo óptimo y también, para un bienestar familiar global.
Promoviendo el conocimiento de las emociones, su posterior escucha y manejo generamos una autoconciencia que facilitará un mejor autoconcepto y autoestima y, por tanto, una mayor y mejor autorregulación. ¿Y no es esto lo que buscamos todos? Sentirnos sanos en nuestro sistema nervioso y capaces de manejar y manejarnos en el cotidiano sin estar tan desbordados.
Cuando se trabaja en inteligencia emocional y se asume la responsabilidad de uno mismo, automáticamente se puede coger la autopista hacia la crianza respetuosa.
«Validar la emoción es reconocerla y no juzgarla cuando surge»
-Blanca, el verano resulta especialmente estresante para muchos padres y madres que hacen malabares para conciliar. Así, llegan agotados a sus vacaciones, están cansados durante las mismas y, a veces, se desesperan con los niños. ¿Qué 'tips' puedes dar a estas familias?
Para empezar, tratarnos con benevolencia y saber que hacemos siempre lo que podemos y llegamos hasta donde llegamos; nuevamente, somos humanos. No siempre es fácil y se ha de reconocer, pero no por ello vamos a sentarnos en esa justificación.
El 'tip' fundamental, una vez más, sería no descuidarse durante el resto del año, esto debería ser una carrera de fondo, no un esprint' Como decía, una filosofía de vida. Por tanto, atenderse de forma diaria para llegar a las vacaciones lo más serenos y estables posible, evitando el agotamiento o procurar llegar lo menos saturados posible.
Es importante reducir las autoexigencias, el perfeccionismo y aprender a relajarnos, dejando al margen todo ese gran 'deber ser y hacer'; empezar a escucharse y priorizar lo que es realmente importante. Todo esto es algo que se debe instaurar en la práctica diaria, con uno mismo y con los demás.
En verano igual. Es momento para reducir el ruido, el ritmo y, a poder ser, el estrés, incluyendo el familiar; buscar espacios de oxigenación en equilibrio con el de compartir es muy necesario, tanto en el día a día como en el periodo vacacional. De hecho, estos periodos suelen ser más demandantes y agotadores precisamente porque durante el año no estamos expuestos a este nivel de convivencia, así que mantener un buen equilibrio entre los diferentes espacios y actividades, junto con lo comentado anteriormente (comunicación asertiva, validar las emociones -propias y ajenas-, mirar hacia dentro y cuestionarse…), pueden ser factores clave a la hora de gestionar los momentos estivales.
Y sobretodo, recordar siempre que los niños solo tienen que ser niños. Y los niños quieren jugar, quieren reír, y quieren compartir con mamá y papá, ver a sus referentes con calma y felicidad de pasar tiempo con ellos. Pero también se van -y nos vamos- a enfadar, también lo van a expresar (¡qué sano!), se van a equivocar y van a tener días de altibajos. Todo eso forma parte de vivir esta experiencia vital y humana.
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A veces nos llevamos al límite por cosas que no podemos controlar y nos desesperamos frente a aspectos que son naturales que ocurran. Relativizar y priorizar es primordial.
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