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«Los adolescentes han de aprender que no son el centro del universo»

Hablamos con Laura Morán, psicóloga, sexóloga y terapeuta

La psicóloga Laura Morán
Ana I. Martínez

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'Iguales pero diferentes' (Boldletters) es el libro que muchos padres deben deben tener en cuenta para regalar a sus hijos. Aunque es un libro que los adultos también pueden -y deben- leer, los menores de entre 8 y 14 años encontrarán en él muchas respuestas a sus preguntas.

Laura Morán, psicóloga, sexóloga y terapeuta de familias y pareja, ha escrito este libro de manera rigurosa pero amena y con buenas dosis de humor para afrontar uno de los grandes retos de la pubertad: abrirse al mundo y a una mayor variedad de relaciones. Y es que, además de los camabios físicos, los preadolescentes se adentran un mundo en el que todo parece diferente: las relaciones con los demás, ya sea con sus amigos con su familia, suponen un reto desafiante.

Y es que la clave está en cómo afrontar las cosas. «Tenemos que aprender a desarrollar habilidades para que esas relaciones con los demás sean sanas, funcionales o exitosas», recuerda la experta en esta entrevista con ABC.

- ¿Cuáles son las características propias de la pubertad?

La preadolescencia ayuda a hacer la transición entre la niñez y la adolescencia. En realidad, es una etapa que viene marcada por los cambios físicos que se producen en los menores: la aparición del vello, cambios de la voz, el popular estirón… Y estos cambios físicos vienen acompañados de modificaciones psicológicas y sociales. Es decir, hasta ahora, han estado bajo el paraguas de los padres pero ya empiezan a dibujar su identidad, a querer diferenciarse de los progenitores cada vez más. Es una etapa de cambio que requiere de mucha atención porque a los menores ya les importa muchos más la opinión de sus iguales.

- En el libro explicas cómo se relacionan con sus iguales y con la familia. ¿Cómo son estas relaciones que establecen?

En en hogar, es muy común que haya cierta tensión por esa necesidad que tienen de ser más independientes, de diferenciarse. Ya no les hace gracia, por ejemplo, vestir con el mismo jersey de mamá o papá. Por eso surge el conflicto de protección: para los progenitores, sus hijos siguen bajo su paraguas pero para los preadolescentes no. Y otra cosa que sucede es que cada vez hay más modelos de familias diferentes por lo que entran más variables en juego. Por eso es muy importante dar respuesta y flexibilidad a los chavales para que puedan relacionarse tanto con la novia del padre como con su madre.

- De hecho, el libro contiene estrategias para que los chavales puedan relacionarse adecuadamente. Pero, ¿es necesario que dispongan de estas herramientas? «Vaya tonterías», pensarán algunos adultos.

Sí, son importantes porque somos animales sociales. Tenemos que aprender a desarrollar habilidades para que esas relaciones con los demás sean sanas, funcionales o exitosas. Porque también han de aprender que no son el centro del universo, como cuento en el libro. Por eso surgen conflictos en casa a la hora de acatar normas o de cumplir con obligaciones. Además, están en una etapa en la que los picos de humor son muy intensos. Hay que trasladarles la idea de que es legítima la emoción que sienten pero cuando esta las trasladas a la conducta, al comportamiento o en las relaciones con los demás, hay que tener cuidado porque no hacen más que entorpecer sus relaciones con los demás. Por eso necesitan adquirir esas herramientas. Por tanto, si no estás de buen humor, avisa a tus padres. Así, la convivencia es más fácil y, al mismo tiempo, les damos esa responsabilidad que conlleva hacerse mayor.

«Para los progenitores, sus hijos siguen bajo su paraguas pero para los preadolescentes no»

- ¿Y cómo se relacionan con sus iguales?

Ahora, ya buscan identificarse con sus amigos, no con los padres. Es la edad de tentar a los límites, transgredir las normas… En el libro hablo de cómo se relacionan y también de la posibilidad de perderlos, algo que me parecía muy importante incluir porque al final siempre se tiene una idea romántica de las relaciones pero éstas también experimentan la ruptura. A veces, los menores (y mayores) tienen amigos que no les tratan como merecen. He aquí otro ejemplo de la importancia de que manejen esas herramientas a la hora de relacionarse de manera sana para que elijan bien con quién comparten su vida.

- ¿Cuál es el papel de los padres teniendo en cuenta que ya no les ven con los mismos ojos y se van a fijar siempre más en el amigo?

Para que haya una relación de confianza entre padres e hijos, hay que trabajarla mucho antes de la preadolescencia. Por ejemplo, es fundamental que en casa se hable siempre, desde que son pequeños, de las emociones, con ejemplos de lo que es vivir y relacionarse porque, aunque no lo entiendan del todo, se tiende ya un puente de comunicación por el que los adultos son y serán modelos, referentes. Contarles que estás enfadado con un amigo o que has perdonado a un compañero de trabajo por algo que ha hecho mal, es importante. Cuando un padre o madre me dice: «A mí, mi hijo no me pregunta nada de sexo», respondo: «¿Le has preguntado alguna vez?». Contestan: «No». Por eso, ellos piensan que no sabes de eso o no quieres hablar de ello.

Cuando se trabaja bien, los chavales, aunque tengan a sus amigos como referentes, saben que existe ese puente de comunicación con sus progenitores y lo usarán, aunque ahora su comunicación sea más escueta.

- ¡Qué importante es también que sepan decir no!

Por supuesto y más a estas edades en las que empiezas a saltarte normas, a hacer gamberradas, a consumir alcohol, a presenciar bullying… Es importante que se sientan legitimados para decir «no» aunque eso suponga enfrentarse al grupo de sus iguales. De ahí, la importancia de las habilidades sociales

- Sexo, amor y diversidad sexual también están presentes en el libro. Porque los padres, en pleno siglo XXI, siguen sin tratar en casa estos temas...

Me parecía importante incluir la diversidad sexual porque, yo que atiendo a muchos jóvenes transexuales, al no identificarse con los modelos más conocidos, sufren mucho y creen que son raros, que algo en ellos no funcionan… Y si no tienen referencias, mal, porque a estas edades, ser diferentes o ser un apestado es muy duro.

Por otro lado, sobre el sexo y a las relaciones, a los adultos les cuesta entender esos comportamientos infantiles en dichas temáticas. Les parecen tonterías. Sin embargo, cuando son pequeños, les hace gracia que hablen de «novio» o «novia». A los progenitores les asusta porque creen que se habla desde el mismo sentimiento que experimentan los adultos y no es así. A un niño de 8 años no le vas a hablar de relaciones sexuales porque, para empezar, no tiene ni interés. Pero sí le hablas del respeto al cuerpo, de límites. La educación sexual va sobre adaptar, en función de la edad y madurez del niño, lo que les explicamos.

«Es importante que se sientan legitimados para decir «no»»

- Hay padres y madres que definen a sus hijos preadolescentes de egoístas. ¿Es cierto?

Es verdad que los niños de hoy han crecido en unas circunstancias diferentes, en un momento en el que no han experimentado la necesidad de compartir o de sentir empatía porque se han criado solos, sin hermanos, cuando antes las familias eran más numerosas. Esto es fruto de sus circunstancias vitales. Pero, al mismo tiempo, vivimos en la cultura de la inmediatez, en que si quieren algo, lo tienen al día siguiente porque lo compras por internet en un momento. Pero esto es algo que también hacemos los adultos: estamos siempre con el móvil en la mano respondiendo ya a quien me acaba de escribir un mensaje. Al concederles todo y rápido, ven el mundo a sus pies.

- Con lo importante que es la empatía...

Es una estrategia básica para que el ser humano pueda funcionar como ser social.

- Tú que estás todos los días rodeada de jóvenes, ¿qué ves en ellos? ¿Cuáles son sus principales carencias?

Por mi experiencia, veo falta de esfuerzo. Lo que quieren, quieren que se les de ya y porque sí, cuando la vida no funciona así. Se va perdiendo la frontera entre privilegios y derechos y entiendo que esto tiene que ver con que los adultos estemos siempre dándoles todo lo que les hace felices cuanto antes. De ahí, su baja tolerancia a la frustación.

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