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Acogida familiar: Sesenta niños buscan un hogar para vivir este año escolar

En el programa 'Un curso en familia' de la Comunidad de Madrid participan menores que crecen en residencias

«Tras un curso escolar en casa nuestro hijo de acogida mejoró en clase y dejó de pegar»

«En una familia de acogida el niño aprende que hay adultos que nunca hacen daño»

Olvido Macías: «Para ser familia de acogida no hay que ser ni millonario, ni superhéroe»

E.K., de 13 años, en un momento de estudio con su madre y sus hermanas de acogida ABC
Carlota Fominaya

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Según los últimos datos proporcionados por la Dirección General de la Infancia y Fomento de la Natalidad, en el año 2020, el número de menores bajo medida de protección de la Comunidad de Madrid fue de 3.802, de los cuales 1.498 se encontraban en acogimiento residencial. Este es el tercer año que la región busca personas o familias, con o sin hijos, que estén dispuestas a abrir su hogar a un niño que actualmente crece en una residencia durante un curso escolar. Se trata, explica Adriana de la Osa, portavoz de ASEAF, Asociación Estatal de Acogimiento Familiar, «de ofrecer un clima de convivencia familiar en un entorno normalizado y estable a los menores que viven en un centro de acogida».

Los niños siguen asistiendo a su colegio, y continúan con las visitas que estén manteniendo hasta el momento con su familia biológica. La mayor parte de los niños propuestos tienen entre 9 y 17 años. «Necesitamos con urgencia familias dispuestas a abrir su hogar a menores comprendidos en ese rango de edad», reconoce De la Osa, voluntaria en un centro y también familia colaboradora.

De hecho, se atenderá especialmente a los casos de menores a partir de 10 años por considerarse que este proyecto, aclara esta profesional, «tiene un gran impacto en los adolescentes precisamente por la mala prensa que tienen». A veces, reflexiona la portavoz de ASEAF, «son mucho más conscientes de su realidad y ven esto como una última oportunidad antes de saltar al vacío con 18 años. Son simplemente niños que necesitan que les quieran, que les acompañen, que les apoyen…».

Los beneficios para estos pequeños y para todos los participantes en el programa son muy significativos. Así lo confirman Alejandro y María, padres de dos niñas de 9 y 10 años que este curso abren las puertas de su hogar por segunda vez a E.K, de 13. No solo eso, sino que después de esta experiencia, han solicitado la acogida indefinida para ella. Esta familia llegó a esta decisión tras acudir a una charla informativa en el colegio al que acuden sus dos hijas. «Hasta ese momento, no teníamos constancia de que existieran este tipo de programas», reconoce este farmacéutico.

Ellos lo hablaron con sus hijas, y cuando todos estuvieron de acuerdo, se lanzaron y comenzaron el proceso. «Habíamos solicitado un menor de entre 6 y 10 años por similitud con la edad de nuestras niñas pero nos llamaron para decirnos que tenían a una menor de 13 y dijimos que adelante. Entendimos que si nadie le daba la oportunidad ahora a medida que fuera pasando el tiempo lo iba a tener más difícil». «Ella fue muy valiente, parece que tenía muchas ganas», apuntan. Al principio le hicieron un aprovisionamiento de ropa y al poco tiempo se normalizaron las rutinas y todo lo que supone una convivencia familiar.

Riqueza mutua

El provecho para todos fue obvio desde el primer momento. «A E.K. la vemos súper feliz y nuestras niñas vieron que fuera de nuestra burbuja hay niños que viven situaciones completamente complicadas y difíciles y que, al final, somos unos privilegiados», puntualiza su mujer, María. «Siempre te proporciona riqueza conocer las circunstancias de vida de otra persona y, en definitiva, se trata de hacer algo por la sociedad. Sentimos que estamos ayudando a una persona con inquietudes que, a lo mejor de otra manera, no tendría el futuro que nosotros le podemos ofrecer», añade.

«Desde la Comunidad nos insistieron en que no nos preocupáramos por los estudios, pero a raíz de estar en casa pegó un subidón notable en todas las asignaturas», relata este padre. «Nosotros en casa estamos encima de los deberes de las tres, y eso es una de las cosas que más le costaron: que alguien estuviera pendiente de ella y le preguntara constantemente si tenía tarea, si lo entendía, si necesitaba que le echáramos una mano… Ahora lo pide ella», apunta esta madre.

De hecho, la idea de que los menores institucionalizados en la región pasen un curso escolar en una familia de acogida nació en plena pandemia para dar respuesta al problema educativo que causó la crisis sanitaria en el ámbito de los menores tutelados. Lo que en un momento fue nefasto se convirtió en oportunidad y los doce menores que salieron a familias inicialmente se han convertido hoy en sesenta niños en situación de idoneidad.

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