«Tras un curso escolar en casa nuestro hijo de acogida mejoró en clase y dejó de pegar»
Los beneficios de pasar un año lectivo en familia para los menores en residencias
Mateo no sabía lo que era vivir en la estabilidad de un hogar hasta que de forma providencial y nada más salir del confinamiento de marzo llegó a la vida de Chelo y Jesús, sus padres de acogida. Pasó con ellos todo el curso pasado ... gracias al programa SOS Covid de la Comunidad de Madrid, que este año 2021-22 recibe el nombre de «Un año escolar en familia». «Con nosotros ha conocido lo que es convivir en una casa, con sus pros y sus contras, sus abrazos, sus peleas, y sus límites. Porque a veces los menores de residencias piensan que vivir en familia es tener todo lo quieres… y no. Compaartir el calor de un hogar supone que alguien te de las buenas noches, o un beso cuando estás en la cama, te arrope..., pero también es educar, aceptar el no, acostarse pronto y asumir responsabilidades», explica Chelo.
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Los niños que participan en el programa siguen manteniendo su plaza en su centro escolar de origen , pero la coordinación con el colegio pasan a realizarla las familias de acogida, que deben reportar también la información al educar del niño en el centro para que esta sea registrada. Bajo estas premisas, Mateo, de 9 años, sacó adelante un curso que si ya de por si fue difícil para todos en general, para estos niños todavía más, porque sufrieron la falta de recursos materiales en las residencias para acceder a la enseñanza online, más la suspensión del voluntariado presencial y el apoyo escolar con carácter semanal del que disfrutaban.
Resultados académicos
Todo eso quedó atrás en casa de sus padres de acogida . «Nos dijeron que no nos centrásemos mucho en la parte académica, pero el crío ha mejorado muchísimo. Es verdad que hemos luchado, porque algunos días, como todos los niños, había día que no quería hacer deberes, o no quería estudiar, pero de repente le cambió la letra. Terminó haciendo unos cuadernos de exposición. También dejó de pegar. Me decía: ya no pego. Estaba enfadado con el mundo», asume esta madre.
La adaptación al nuevo hogar y las costumbres familiares fue muy lenta y progresiva «Cuando llegó a casa tenía muchos problemas de conducta. Raro era el día en el que no me llamaba una monitora del comedor. Pero somos conscientes de que el 90 por ciento de su vida ha sido difícil. Un curso después, el niño ha mejorado mucho. Y a mi casa han vuelto los cromos de la Patrulla Canina y el Ratoncito Pérez», insiste esta mujer.
Prioridad administrativa
El acogimiento familiar , recalcan desde la Comunidad, «es la alternativa más idónea para el crecimiento y el desarrollo psicosocial de los menores. Para nosotros es una prioridad. Estamos abiertos a cualquier persona o famila, con o sin hijos, que esté dispuesta a abrir su hogar y ofrecer un clima de convivencia en un entorno familiar estable». «No hace falta ser millonario. De hecho, lo que menos importa es lo material. La mayoría de participantes ya de por sí tienen un corazón muy generoso. Es más, no hace falta ser solidario con los que están lejos los tenemos a la vuelta de la esquina, y en cada ciudad hay un centro o una residencia de menores. Para nosotros es un servicio a los demás, no lo hacemos por llenar ningún vacío, tenemos hijos, perros... Una vida absolutamente feliz, normal e imperfecta », concluye Chelo.