«Que un niño sepa hablar en público es un trampolín para su vida laboral y personal»
Entrevista con Aurora Michavila, consultora, conferenciante internacional y autora del libro 'Supercomunicadores'
Los niños españoles suspenden al hablar en público
Diez pasos para enseñar a tu hijo a hablar en público
Aurora Michavila es experta en ayudar a grandes y pequeños a encontrar en la comunicación un trampolín para progresar en lo personal y lo profesional
Para muchas personas supone exactamente lo mismo tener un micro en la mano delante de un centenar de personas que estar frente a un fiero león. Hablar en público es uno de los asuntos pendientes de muchos adultos pero se puede trabajar y con ... mejores resultados si se hace desde niños. Esa es la propuesta de Aurora Michavila, consultora y conferenciante internacional, además de experta en ayudar a grandes y pequeños a encontrar en la comunicación un trampolín para progresar en lo personal y lo profesional. Ese es el objetivo de su último libro, 'Supercomunicadores' (Imago mundi): ayudar a las familias a entender, practicar y aplicar esta capacidad en su día a día.
Muchas personas sienten fobia a hablar en público. ¿Cuántas veces has escuchado a alguien decir eso?
Muchas veces he escuchado a mi alrededor decir que tiene miedo, fobia… Gente incluso muy experimentada, que lleva años hablando en público. No es un tema que tenga que ver únicamente con ser junior. Nos sucede o puede suceder a todos porque a lo mejor lo que está en juego es importante para nosotros o nos estamos enfrentando a un reto para el que a lo mejor no nos sentimos preparados.
Quiero decir que igual estás acostumbrado a dar charlas a tus equipos si trabajas en una empresa, pero de repente te dicen que tienes que hablar ante el comité de dirección. O estás muy acostumbrada a hablar porque divulgas o eres periodista y te sientes cómodo detrás de una pantalla, pero te piden que des una charla delante de 1.500 personas. O tienes que defender un proyecto personal porque necesitas dinero para financiarlo y tienes que hablar y convencer a unos 'business angels' para que pongan el dinero. O, llevado al terreno personal, que te la juegues en una conversación porque te estás declarando o terminando una relación.
En el momento en el que tú hablas para expresar tu opinión, defender una idea, en el contexto que sea, y quieres que haya una consecuencia después pero tienes miedo a no conseguirlo vas a tener más nervios de lo normal. El problema aparece cuando esos nervios te inmovilizan más de la cuenta.
Las personas tienen que entender que van a sentir nervios y que no es malo tenerlos porque significa que tu sistema está funcionando perfectamente. Lo que hace tu cerebro es ayudarte con toda la información que recibe a sobrevivir. Y si para ayudarte a sobrevivir entiende que estás en peligro, reacciona y te manda hormonas para solucionar esa situación. ¿Qué hace entonces? Manda cortisol y adrenalina para que tengas la energía que necesitas para superar ese momento que para el cerebro es una situación de vida o muerte.
Pero, ¿cómo se explica la respuesta física?
El problema es que el cerebro no distingue realidad de ficción. Le llega un impulso neuronal, y en su lenguaje traduce: «esto es peligroso». Tanto si estás delante de un león o tienes un micro en la mano o te declaras a tu novia. A los efectos a tu cerebro le supone el mismo peligro, produciendo un exceso de cortisol y adrenalina.
¿Cómo podemos 'contrarrestar' esa respuesta tan física de exceso de cortisol?
Lo que hay que hacer es dar al cuerpo señales de normalidad.
¿Qué podemos hacer para evitar que nos suba el cortisol hasta extremos incapacitantes?
Por descontado, hay que ir mega requete ultra preparado, pero luego se pueden aplicar técnicas que evitan que siga subiendo el cortisol. Se puede hacer con una respiración lenta, profunda, que contrarreste las respiraciones cortas que se hacen en situación de peligro. También es recomendable tener preparadas tus 'frases de poder', las que te ayudan a cambiar tus pensamientos, del tipo: «¡Venga va! ¡Que tú puedes!». Son frases para ti mismo, del tipo: «Si superas tal cosa x». Cosas que te digas a ti mismo y que te ayudan a venirte arriba, a creerte que puedes.
A Mónica Lewinsky le pidieron que diera una charla TED diecisiete años después del escándalo. No solo la iban a ver muchos millones de personas a lo largo del tiempo, sino que se iba a quedar en la red para siempre. Para ella era un momento importante. ¿Qué hizo? Se escribió su 'frase de poder', que consistía en recordarse a sí misma que lo que iba a contar era importante. Se escribió: «it matters». Esto importa. Así, mientras daba su conferencia, el papelito estaba en un lugar visible y a lo largo de la charla ella lo miraba cuando se sentía nerviosa. También es verdad que todos los que dan una charla TED tienen un coach durante meses que les acompaña en el discurso.
En el asunto de la oratoria, ¿nos lleva mucha delantera el sistema educativo anglosajón?
En el mundo anglosajón nos llevan mucha delantera pero la glosofobia está arraigada igual. Aunque quizás es verdad que tengan más recursos, o cuenten las cosas de forma más amena.
Está más integrado pero si tú buceas mucho en los sistemas educativos del mundo te das cuenta de que todos adolecen de una falta de preparación del alumno para la vida real. En su día Sir Ken Robinson denunció que las escuelas siguen promoviendo o priorizando aprendizajes de la era industrial y postindustrial y por tanto no preparan al alumno para ser una persona curiosa, creativa, con imaginación o capacidad para resolver problemas, para pensar de forma 'cruzada'' Todo esto afecta a cómo te comunicas, y en el libro insisto mucho: Si piensas peor, hablas y te relacionas peor. Y el sistema educativo, con muy honrosas excepciones, todavía está afincado en algo muy tradicional.
Hay otro autor, Warren Berger, que trabaja mucho con el mundo de la curiosidad y el pensamiento crítico. Su libro se llama 'A beautiful question in the classroom'. Una de las premisas de las que parte es que el sistema educativo está pensado para evaluar respuestas no para potenciar la capacidad de hacer mejores preguntas, más fértiles.
Los niños, los seres humanos, preguntamos mucho y con mucha curiosidad pero poco a poco y en gran parte debido al propio sistema educativo y al hogar, donde pasamos muchas horas, se capa esa capacidad de preguntar.
Miedo al juicio ajeno
Por lo general, hay más gente con problemas que sin ellos para subirse a un estrado o hacer una presentación. Es por lo que tú llamas en el libro el miedo al juicio ajeno. ¿Puede que los españoles tengan el sentido del ridículo más acentuado que en otras culturas?
En general todo el mundo tiene miedo al juicio ajeno. A veces es un juicio de ti mismo porque eres muy fatalista o perfeccionista, pero muchas otras veces es miedo al juicio ajeno… También intervienen muchos aspectos culturales, de cómo nos nutrimos… Decimos 'Spain is different' o 'es que nosotros somos así' y con eso ya justificamos todo aquello en lo que no queremos trabajar. Vivir en otros países hace que te nutras de cómo se relaciona la gente. En Estados Unidos es muy fácil ver en la calle a un papá o a una mamá hablando con su hijo como si fuera un adulto, ayudándole a razonar. Si lo ves desde fuera puedes pensar: '¡Que intensidad!', pero en realidad están preparando a esa personita para que de mayor pueda pensar por sí misma. Hay muchos aspectos culturales que están impregnados en ese estilo nuestro del que hablas. ¿O a lo mejor es una creencia?
Con las redes sociales encima ese miedo al juicio ajeno puede verse aumentado.
Las redes sociales están especializadas en sacar luces y sombras. Tienen esa parte positiva de conectarnos pero, a la vez, la visceralidad de 'vomitar' lo que se piensa sin filtro. Los algoritmos no nos ayudan, más bien nos tienen tiranizados, porque nos dan más de lo mismo. Crees que el mundo es como tú lo ves porque el algoritmo te sigue nutriendo de la información que más buscas o en la que más tiempo interaccionas en la pantalla. Esto polariza mucho, porque si a ti te están validando constantemente lo que tú crees te refuerzas, te vienes arriba, y luego no tienes filtros.
En el libro también pones encima de la mesa la tiranía de la inmediatez, y que hay adolescentes muy presionados a tener opinión, sobre todo y al segundo.
Para tener una opinión te tienes que informar de diferentes fuentes, tener otra mirada, que te permita cuestionar o reflexionar, sobre la cuestión en concreto. Las redes eso no lo permiten. ¿Qué pasa con los adolescentes? Que han crecido en este mundo y esta es 'su' normalidad. Se relacionan así entre ellos en un contexto donde están habiendo movimientos sociales importantes y transformadores. Estamos rodeados de problemas complejos y los jóvenes no siempre están dotados de las herramientas que necesitan para abordar estos temas.
Saber hablar en público puede ser el detalle que marque la diferencia
¿Cómo se puede entrenar a los niños para hablar en público?
Creo que hay que estimular las herramientas internas que el niño necesita. Sería bueno ayudarle a pensar por sí mismo, a preguntar, a que tenga imaginación, a que tenga recursos para gestionar la frustración. Pero, sobre todo, es muy importante que los niños encuentren en la comunicación un trampolín y no un obstáculo para progresar en lo profesional y lo personal. Puede ser el detalle que marque la diferencia. La comunicación está en todo lo que hacemos, incluido nuestro diálogo interno.
¿Qué podemos hacer para fomentar esa buena expresión oral en los niños? ¿Qué recursos podemos ofrecerles?
Juegos en familia. A través de los 'smart games' y de una forma fácil se pueden practicar habilidades necesarias para la vida. En casa podemos jugar a resolver el dilema y preguntar: «¿qué prefieres: no tener nunca más acceso a redes sociales o comer todos los días 'nuggets' de pollo? Y que lo expliquen. No porque se justifiquen va a tener solución pero les ayuda a reflexionar. Y son cosas a los niños les gustan… Otra actividad muy tonta pero que funciona muy bien es coger un jarrón en el que, a lo largo de la semana, todos los miembros de la familia vayan metiendo dentro un tema o una pregunta. Lo van guardando ahí y el día que pasan más tiempo juntos, en la comida o en la cena, van sacando el recorte como tema de conversación para que cada uno diga lo que opina y lo defienda. Se trata de convertir algo lúdico en una experiencia didáctica donde se aprendan las cosas que luego necesitas para la vida.
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Otra cosa importante para padres y profesores es ayudar al niño a entender lo que ha pasado. No decir: «¡esto está mal, lo tienes que hacer así». Nuestra tarea consiste más bien en ayudarle a entender que cuando habla de esta forma a su hermana o a su compañero de clase lo que pasa es 'X'. Se trata de crear un proceso de pensamiento. Estamos muy acostumbrados al «no, porque no, a esto es así…». El niño tiene que entender que hay consecuencias (no de penalización). Que si «yo te hablo a ti sin mirarte a los ojos, tú te vas a sentir de tal manera».