El instituto que ayuda a superar el fracaso escolar y alcanzar el éxito personal
Las escuelas de segunda oportunidad son el lugar para los estudiantes que no encajan en el sistema tradicional
«Quien repite curso, en muchos casos, lo hace porque es víctima de un sistema educativo incapaz de detectar sus dificultades»

En el Centro Norte Joven de Fuencarral (Madrid) se respira un ambiente único. No se trata del tradicional instituto al uso. En él, los adolescentes han encontrado la motivación que necesitan para seguir formándose, tienen ganas de acudir a clase y hacer pellas ya no entra en sus quehaceres diarios. Se trata de un lugar especial en el que las etiquetas que han marcado la vida de estos chavales durante la infancia y adolescencia, etapas de desarrollo claves, desaparecen. Aquí no se juzga ni se ponen etiquetas. Tampoco tiene cabida la frase 'no vales para estudiar'. Aquí tienden la mano y ofrecen una segunda oportunidad que casi nadie rechaza.
«Se preocupan de nosotros más de la cuenta y eso es de agradecer», asegura a ABC Jorge, de 23 años. Este joven, residente del popular barrio madrileño de Moratalaz, abandonó sus estudios tras pasar al instituto. «Tenía la cabeza un poco desordenada -reconoce-. Era un niño. En el colegio fui aprobando, aunque siempre me decían que podía hacer más. Al empezar la ESO, juntarme con otra gente, fumar, beber, salir de fiesta y tal… lo dejé».
En su familia, la decisión no fue bienvenida. Pero se matriculó en un grado medio de electricidad. «Los profesores también me incitaron un poco porque veían que no quería estudiar, que faltaba mucho al instituto, que no prestaba atención… Me dijeron que buscara una FP», recuerda, «que también dejé pocos meses después». Entonces, sus progenitores dejaron de darle dinero y su padre, fontanero de profesión, le obligó a ir a trabajar con él los sábados. «Busqué un empleo de jardinero entre semana», añade.
Una formación diferente
Durante casi tres años, su vida giró en torno a la jardinería y la fontanería. «Pero llegó un día en el que me noté estancado, muy cómodo, y cuando te sientes así, significa que no avanzas. Es lo que he aprendido en este tiempo», asegura. «He ido madurando, alejándome de ciertas amistades y sobre todo me planteé dónde quería estar dentro de 10 años. No tenía ni la ESO. Me dije a mí mismo que tenía que evolucionar».
Un amigo le habló de Norte Joven. «Ni lo conocía. Vine a hacer la entrevista y me dijeron que tenía que estar dos años para sacarme la ESO y, al mismo tiempo, carpintería, el primer año, y fontanería el segundo. Me lo pensé mucho, la verdad, porque tenía que renunciar a un salario y a una vida cómoda por mi futuro bien».
Si no pasa nada, Jorge finalizará este curso con sus objetivos conseguidos: su título de secundaria más dos oficios, carpintería y fontanería. «De hecho, el verano pasado quiso contratarme la empresa de carpintería en la que hice las prácticas pero dije que no. No había cumplido mis metas y no podía quedarme de nuevo a medio camino».
La asociación Norte Joven es una entidad sin ánimo de lucro que nació en 1985 de la mano de personas voluntarias sensibilizadas con la problemática de jóvenes de Fuencarral-El Pardo que habían abandonado los estudios y contaban con pocas alternativas de futuro. Entonces, se plantearon ofrecer a los jóvenes el aprendizaje de un oficio, completar la escolarización básica y sesiones para la adquisición de habilidades sociolaborales. «Es lo que hoy llamamos competencias personales», puntualiza Mercedes Negueruela Lucena, directora general.
Los voluntarios son pieza fundamental en todo un engranaje cuyo objetivo final es promover el desarrollo personal y la integración sociolaboral de personas en situación de desventaja social, en especial jóvenes. Hoy cuentan con tres centros de enseñanza en la Comunidad de Madrid (Norte Joven Fuencarral, Norte Joven Villa de Vallecas y Norte Joven Alcobendas) y más del 70% de los alumnos finalizan su formación con éxito.
Valía personal
«Nos alientan de otra manera -asegura Jorge-. Y lo más importante: no nos cuestionan, nos entienden más. Si haces algo mal en clase, el profesor, evidentemente, te regaña. Pero nos tratan de otra forma. Aquí no somos un rebaño».
Negueruela subraya que no sólo ofrecen formación: «También un acompañamiento integral: apoyamos en el refuerzo de la autoestima. Profesores, educadores y voluntarios tienen una gran capacidad de escucha. Son jóvenes con muchas dificultades y no queremos que las mismas les penalicen o se les juzgue por ellas. Le dejamos claro que han de esforzarse, que pueden y que tienen toda nuestra ayuda y apoyo». Así, cuando los chavales tienen determinadas necesidades económicas, de vivienda o incluso necesitan apoyo psicológico o legal, se les ayuda. «Somos una escuela de segunda oportunidad y no queremos que un alumno se caiga por esas dificultades tan importantes», subraya la directora general.
María L. Martínez Calvo, directora pedagógica del centro de Fuencarral, explica que «cuando trabajas con experiencias de fracaso escolar, o mejor dicho, con personas que no han alcanzado éxito en la escuela, necesitas ver los motivos por los cuales eso no ha sido posible. No podemos olvidar que todos estos alumnos quieren el éxito, sacarse su secundaria, tener sus estudios e incluso ir a la universidad. Tienen sus propios sueños aunque, ahora mismo, no se ajusten a esa realidad».
La clave, relata, está en ofrecer «un modelo educativo diferente en el que no puedes reproducir el mismo sistema del instituto porque los chavales lo han rechazado y no han sido capaces. Ellos son responsables de que las cosas les hayan ido mal. También la escuela de no haber respondido adecuadamente para que el éxito se diera».
Enfoque educativo
Está claro que soluciones hay. Sólo que hay que enfocarlas de otra manera. «Cuando trabajas con personas en situaciones de vulnerabilidad, es vital que ellos empiecen a quitarse todas las losas que llevan encima, toda esa mochila de fracaso, de 'yo no valgo', de 'no soy capaz'» . Y, eso, en Norte Joven saben hacerlo. «Estableciendo una relación personal diferente y ofreciendo de otra manera la oferta académica -cuenta Martínez-. Nos acercamos a los chavales de otra manera, les damos otras herramientas, las clases son más pequeñas, cuentan con los apoyos que necesitan, atendemos las dificultades que vamos detectando… Si, además, lo haces con cercanía, respeto, con una mirada de 'vas a ser capaz', los jóvenes se empoderan».
Empoderadas se sienten hoy también Bárbara (nombre ficticio) y Sofía. Ambas tienen 18 años y, aunque sus vidas personales son muy diferentes, hoy sonríen, aseguran que están contentas y sienten que al fin encajan.
«Repetí 1º de la ESO. Pasé a 2º y también repetí», dice Bárbara. «No lo pasé bien con el divorcio de mis padres, me mudé, me cambié de instituto y sufrí acoso escolar… Caí en depresión y me dieron un año de tregua para recuperarme», rememora mientras las lágrimas recorren sus mejillas al recordar una etapa que ha marcado ya su vida. «De hecho, me autolesionaba. Ahora llevo un año que ya no lo hago», dice orgullosa.



Aunque reconoce que no le entusiasmaba la idea de volver a tener que cursar 2º de la ESO en Norte Joven, «me aseguraron que entenderían mi situación y que me ayudarían igualmente». Al mismo tiempo, estudia cocina. «Y estoy muy contenta», dice con una amplia sonrisa. «Mi tutor es una persona de confianza para mí -prosigue-. Me cuesta muchísimo confiar y él ha tenido mucha paciencia conmigo. Aquí, todos me entienden sin la necesidad de tener que decirles nada. Son como mi familia. Incluso saben que me autolesionaba pero nunca me lo han preguntado. Me han respetado y jamás han intentado sonsacarme nada».
Sofía, que también estudia cocina y está terminado la ESO, destaca el trato humano de todo el equipo profesional de la Fundación. «Te apoyan en todo y te ayudan. Al fin he encontrado un sitio en el que siento que encajo y en el que las etiquetas ya no me acompañan». Su caso es como el de muchos jóvenes de hoy. «Repetí 2 de Primaria, cuando me diagnosticaron déficit de atención, y 2º ESO. Llegó un momento en el que dejé de creer en mí misma, perdí la ilusión y no me gustaba lo que estudiaba», recuerda. «De hecho, llegué a pensar que no valía para estudiar y no sabía que iba a ser de mi vida».
Ahora, reconoce estar contenta y motivada. «Es mi primer año de cocina y estoy encantada. Me queda todavía otro año más pero no me importa. Estoy haciendo algo que me entusiasma sin que nadie me juzgue por mi pasado. Desde que empecé las clases en septiembre, no ha habido ni un solo día en el que haya faltado. ¡Hasta he llorado porque llegaba tarde a clase! ¡Nunca me había pasado algo así!».
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Gracias a ello, Sofía sabe hacia dónde quiere encaminar su futuro: «Me gustaría ser maître en un restaurante. Sé que tengo que estudiar mucho pero voy a ir a por ello. Al fin me he dado cuenta de que sí puedo».
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