Francina Armengol, la nueva bruja blanca del Congreso
PUNTADAS CON HILO
El blanco es el color por excelencia en el armario de la nueva Presidenta del Congreso de los Diputados
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Francina Armengol adora el blanco
En la primera entrega cinematográfica de Las Crónicas de Narnia, titulada: 'El León, la bruja y el armario', la actriz Tilda Swinton aparece vestida de blanco como señora de aquel país de nieve y hielo. La película y los modelazos impolutos de costura me vinieron a la memoria el día que Francina Armengol tomó posesión de su cargo como presidenta del Congreso.
Mi cabeza suele hacer estas 'desconexiones', porque en realidad, las comparaciones entre la Bruja blanca de Narnia y la política mallorquina se ciñen y limitan solo al color. ¿No? La diva de la película utiliza el tono en su indumentaria para mostrar frialdad y para dar miedo a sus súbditos. Francina, que también adora el blanco, lo sé porque la conozco desde hace 15 años, no sabemos si lo viste con alguna oscura intención, pero lo que está clarísimo es que lo reserva para las grandes ocasiones.
Cuando fue a presentar sus respetos al Rey el pasado 18 de agosto, acudió con un modelo blanco con caladitos y en forma trapecio. Un vestido de aire Adlib, imagino que haciendo un guiño a sus islas Baleares. El modelo 'paseo por la playa de Palma al atardecer', comparado con el impecable traje de Felipe VI, resultaba de mercadillo y las sandalias de esparto calzadas y posadas por Francina no ayudan a elevar el look.
El día de la constitución de las Cortes, el 17 de agosto, también lució un top del citado tono. El diseño en cuestión, que combinó con un pantalón negro, podía ser a la vez un collarín -imagino que para proteger las cervicales de la tensión generada por el nombramiento- y una prenda surrealista, gracias al escote en forma de lágrima, que era para hipar.
Si Schiaparelli, la dama de la costura surrealista, levantara la cabeza, le daría un pasmo al ver la fruslería de la presidenta del Congreso; ella, la diseñadora, que inventó sombreros con forma de zapato e incluso creó vestidos con estampados de bogavante pintados por el mismísimo Dalí, no saldría de su asombro al ver la abertura vertical que lucía en el pecho Armengol.
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Quise buscar en el pasado más reciente otro modelo que elevara la crónica estilística de Francina, que bien sabe una servidora que nunca ha vestido divina, pero tampoco hubo suerte. Eso sí, encontré una foto con el Rey, fechada en agosto de 2021, y casi me lío entre esa imagen y la de este año. En ambas, la hoy presidenta de la Torre de Babel lució el mismo modelito ibicenco de mercadillo y las mismas sandalias. Me sacaron del error las mascarillas y el pelo rizado de la política. Ahora sé que, puestos a elegir, la prefiero con alisado japonés en la melena.
No tengo nada en contra de repetir modelo. La Reina Letizia lo hace a menudo y me parece un ejercicio muy sano de contención y sostenibilidad, pero en el caso de Francina es mejor que deje a un lado el capazo y las porqueras, venda en Wallapop el diseño ibicenco y el de la lágrima y se compre algo más 'minimal' y serio para andar por la moqueta parlamentaria, presidir las Cortes de Madrid y presentar sus respetos al Rey.
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