Las folclóricas, nudistas y burbujas 2.0 necesitan con urgencia un esmoquin para las Campanadas
PUNTADAS CON HILO
Jennifer Hermoso se disfrazó de bola de Navidad, Ana vistió tan amena como siempre, Marta Flich derrochó demasiada fantasía y Pedroche, aún más conceptual que de costumbre
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El esmoquin femenino es una pieza clave en la liberación del armario de la mujer, pero a las presentadoras de las Campanadas se les ha olvidado este dato o han hecho caso omiso a la moda, a Yves Saint Laurent y a su historia. Ellas han preferido lucir cacha o chicha, vestirse tipo bola de discoteca y cubrir el cuerpo de forma anecdótica con blondas como si fueran una bandeja de pastelería.
Lo de Pedroche se acerca más a una performance (espectáculo) que a un traje. Josie, con sus superpoderes 'fashion', le ayuda desde hace una década a dotar de significado el estilismo escogido. Hemos pasado de cotillear cuánto mostraba a preguntarnos de qué hablará con su modelito. Siempre con el morbo de medir cuánto enseña y de ver al crestas en Instagram con el trajecito que su señora lució el año anterior.
Esta vez, Cristina, cual ninfa del bosque y con un dos piezas orgánico firmado por Paula Ulargui, ha sabido vender su mensaje mejor que nunca, porque fondo y forma se han fusionado de manera magistral, aunque no he entendido muy bien la diadema de brillantes puesta en la cabeza como si fuera a bailar la danza del vientre.
Menos conceptual y más evidente ha sido el vestido burbuja 2.0 de Jennifer Hermoso que, con su escote vertiginoso y unas hombreras de heroína de barrio, parecía la pegatina de 'felicidades' que ponen en los paquetes de regalo de El Corte Inglés. Que alguien me explique por qué en la 1 tenían que dar las campanadas tres personas tan dispares. Parece el arranque de un chiste: va un presentador, una cantante y una futbolista... Cada uno, además, a su bola estilística: La campeona del mundo, ochentera y dorada; Ana Mena, sensualísima y con encaje verde, en vez de ser rojo o negro como manda la tradición, y Ramón García, aterciopelado y de color fruta del bosque.
Ya sé que Ramón cuenta con la capa como seña estilística para la última noche del año, pero su regreso a la Puerta del Sol con este atuendo no ha tenido buena aceptación. Me atengo a los adjetivos escritos sobre el traje, que han sido los siguientes: sorprendente y elegante, uno detrás del otro. Cuando se califica así un conjunto, todo seguido, es que no quieres criticar en exceso al personaje.
Qué distinto hubiera sido que el presentador del Grand Prix hubiera llevado un esmoquin negro con capa, y 'la hermosa' y 'la amena' hubieran vestido la misma prenda masculina versionada en plan sexy y femenina. Una morena y una rubia vertebradas por Ramón García en blanco y negro. La estampa hubiera sido coordinada, en tendencia y, ahora sí y de verdad, elegante.
Marta Flich, que es una debutante en esto de las Campanadas, pero toda una profesional de la presentación, resbaló de lo lindo con el vestido de Alta Costura de tintes folclóricos y color Barbie. Tiene altura y hechuras para ponerse un esmoquin sin camisa, abrochado, y acompañarlo con unas sandalias o stilettos. Habría sido genial que con el traje le hubieran peinado la raya a medio lado y le hubieran recogido la melena en una coleta o moño bajo. Los labios rojos y unos ojos ahumados de estilo rockero habrían sido el colofón glorioso. Algo así como el traje de Yves Saint Laurent inmortalizado por Helmut Newton para Vogue en 1975, que seguro se puede ver en la exposición del citado fotógrafo, en el muelle de Batería de La Coruña hasta el 1 de mayo.
En cambio, el modelo que vistió Flich, firmado por el valenciano Carlos Haro y acompañado de un mantón de manila, era demasiada fantasía folclórica para Jesús Calleja, que dicho sea de paso, vistió impecable.
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