Llega el terciopelo como antídoto de moda contra la chabacanería de Nochevieja
Puntadas con hilo
La Reina Letizia lleva un traje de doña y muy señora mía, mientras que el de la mujer de Biden es ñoño y el cuello recuerda a los disfraces de Papá Noel
Todas las columnas de Inés Table
Los brillos, matasuegras y gorritos de papel son a priori una ordinariez. Frente a la estampa del día de Nochebuena, la Nochevieja siempre ha sido mucho más chabacana si nos atenemos a estilismo y decoración, y lo es por triplicado desde que Cristina Pedroche da las campanadas con sus no trajes o sus propuestas nudity (léase estilo desnudo).
La Navidad impone en el imaginario colectivo un traje distinto para la cena del 24 y para la última noche del año. En el primer caso se multiplican los trajes oscuros y vestiditos negros (LBD), tacones midi (a media altura) y perlas, mientras que el día de las uvas todo es brilli brilli, cristal, stilettos (taconazos de 10 centímetros) y lucir cacha.
Este año propongo reflexionar y buscar un punto de elegancia intermedia, que nunca está reñida con la modernidad. Por eso apuesto por el terciopelo. La idea me la han proporcionado las pasarelas internacionales. Hay hasta 552 resultados de moda tejidos con este material. Las más apetecibles: Valentino, Chanel, Gucci, Elie Saab y Balmain. Esta última firma acude al negro y resulta más poderosa y sexy que la Reina Letizia y su traje de doña y señora mía. Es una señal de lo que digo que las cabeceras de moda hayan hablado más de los pendientes que de las prendas que luce.
Para joya, el dos piezas de Timothée Chalamet que viste un maravilloso conjunto de Tom Ford en color rosa. Es también una de las nuevas propuestas para primavera-verano 2024 de Peter Hawkings, nuevo director creativo de la firma estadounidense. «Es el ideal», declaró sobre el diseñador el que fuera fundador de la marca y director de cine que, según fashionnetwork, vendió hace un año su casa de costura por 2.800 millones de dólares al grupo Estée Lauder.
De la elegancia moderna con un puntito macarra y transgresora del actor a la propuesta ñoña y de abuela cebolleta de Jill, mujer de Biden. No hay que confundir el saber estar con el saber vestir y ese traje de chaqueta «achanelado» con ribetes de terciopelo es casposo y aburrido. Además, el cuello de este material me recuerda a los disfraces de Papá Noel.
Tampoco tiene mucho pase el conjunto de Adriana Abenia porque, aunque el traje de Vilagallo no está mal, el estilismo (ojo ahumado y gatuno azulón, sujetador de brillos y pendientes de cortina) made in presentadora es la alternativa recatada pero igualmente choni de cualquier Fin de Año de Pedroche.
Sofía de Suecia y su vestido wrap (que se enrolla al cuerpo) son el ejemplo perfecto de cómo vestir prendas de terciopelo en clave clásica sin parecer una carca. Las hombreras marcadas, la largura midi, que marque la cintura y el color granate son puntos a favor de lo que debería ser un look royal.
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