
HagiografÃa de las Santas de Zurbarán
Santa Bárbara
La patrona de los mineros, bomberos y artilleros, entre otros oficios tonantes, era hija del sátrapa Dióscuro, nacida en la ciudad de Nicomedia, a orillas del mar de Mármara, en la actual TurquÃa. Su padre la encerró en una torre con sólo dos ventanas para aislarla de la predicación del cristianismo, pero gracias a un sacerdote que se hacÃa pasar por médico, perseveró en su conversión y en honor de la SantÃsima Trinidad perforó una tercera ventana en la torre que le sirve de atributo. El juez Marciano la torturó con los peores padecimientos hasta que los verdugos le arrancaron los pechos con tenazas. Finalmente, su propio padre le dio muerte con sus propias manos; acto seguido, un rayo lo fulminó. Zurbarán la representa con la mano en el pecho, uno de los tormentos de su hagiografÃa.
Santa Casilda de Toledo
Patrona de Briviesca, la leyenda hagiográfica de esta santa española sitúa su martirio en 1087 después de que su padre, un rey moro toledano, descubriera que se habÃa convertido al cristianismo. Comparte con San Diego de Alcalá, Santa Isabel de HungrÃa y Santa RosalÃa de Palermo el milagro que se le atribuye de alimentar a los presos cristianos con panes que se convirtieron en rosas en el delantal donde los portaba cuando su padre la descubrió. Asà la pinta Zurbarán, con las rosas en el regazo. Se la invoca también contra la memorragia (flujo menstrual excesivo), que fue la causa de que se mudara a Burgos para bañarse en las milagrosas aguas de los lagos de San Vicente como remedio a sus males, motivo por el que se convirtió en patrona de Briviesca.
Santa Catalina de AlejandrÃa
Su hagiografÃa está envuelta en la leyenda, quizá porque su nombre en griego significa puro y el relato de su vida no sea más que una reelaboración de diversos materiales. Hija de un rey, fue obligada a estudiar filosofÃa, asimilando su vida a la de la célebre filósofa pagana Hipatia. Pero un ermitaño la convirtió proponiéndole a Jesús como el único novio digno de ella, de ahà nació la leyenda de los Desposorios mÃsticos que tanto popularizó su culto a partir del siglo XV y que tanto reflejo ha tenido en el mundo del arte. Quizá es que la rueda dentada en que la martirizaron se haya confundido con el anillo de esponsales. Zurbarán la representa con la espada con que la mandó decapitar el tirano, pero de su herida brotó leche en vez de sangre, lo que la convirtió en patrona de amas de crÃa. Como filósofa, fue patrona de Universidades como la de la Sorbona de ParÃs; la rueda dentada del suplicio la convirtió en patrona de carreteros, molineros, torneros y otros oficios con rueda; por último, las navajas con que la tormentaron la hicieron protectora de los barberos.
Santa Dorotea
Su nombre teofórico significa Don de Dios, lo mismo que su equivalente masculino Teodoro. Su hagiografÃa se popularizó en Europa, sobre todo Alemania e Italia, a partir del siglo XIII a través de la Leyenda Dorada en la que compartÃa honores con las santas Margarita, Bárbara y Catalina que también pintó Zurbarán. Hija de un gobernador de Capadocia, en Asia Menor, habrÃa nacido en Cesarea y fue decapitada en tiempos de Diocleciano en el año 304. Camino del suplicio, el escriba Teófilo -otro nombre teofórico también- le insinuó irónicamente que le enviara flores y frutas cuando llegara al ParaÃso. Sin vacilar, la santa contestó que asà lo harÃa. En el momento de su última plegaria, se le apareció un ángel de manto púrpura y cabellera coronada de estrellas portando un cesto con manzanas y rosas que ella encargó entregar al incrédulo Teófilo, que se convirtió al instante.Â
Santa Engracia de Zaragoza
Su nombre (Sancta Gratia) revela que quizá se trate de una santa legendaria que no llegó a existir. En tiempos de Diocleciano, esta mártir aragonesa fue flagelada y más tarde le atravesaron la frente con un clavo, motivo por el que se la invocaba contra el dolor de cabeza. Su culto se circunscribÃa a la región de Zaragoza de la que es patrona, si bien se extendió al otro lado de los Pirineos donde hay un pueblo de montaña que lleva su nombre en los Bajos Pirineos. Hija de un noble hispanorromano, estaba de paso en Zaragoza camino de su boda en el Rosellón francés cuando el gobernador Daciano la martirizó a ella y a los dieciocho (el número coincide con el de asistentes al entierro de Cristo) caballeros que la escoltaban.
Santa Eufemia de Calcedonia
Griega de Bitinia, región que se extendÃa por Asia Menor más allá del Ponto Euxino. El juez que la encausó por confesarse cristiana intentó violarla, pero al fracasar en su libidinoso intento, la sometió a los más variados tormentos: le rompieron los dientes con un mazo, la hicieron caminar descalza sobre hojas de espadas someramente enterradas pero un ángel la elevó sobre el suelo, fue arrojada a una hoguera pero las llamas la respetaron, atada a una rueda rellena con brasas, aplastada durante siete dÃas con ruedas de molino de aceite que se pulverizaron y arrojada al foso de los leones, que le lamieron los pies y le hicieron un trono con las colas entrelazadas. Zurbarán la representa con una sierra para que no se confunda con el atributo de la rueda dentada de Santa Catalina.
Santa Eulalia de Mérida
También de Barcelona, aunque el martirologio español diferencie a ambas santas, igualmente improbables desde el punto de vista histórico. La santa extremeña se conoce desde el siglo IV a través de un himno de Prudencio. La leyenda de Eulalia se parece a la de las jóvenes mártires Santa Inés de Roma y Santa Fe de Agen, martirizadas con doce años después de que se hubieran negado a incensar los Ãdolos paganos. Santa Eulalia - la Santa Olalla asturiana patrona de Oviedo- fue apartada de la ciudad por sus padres, pero la doncella se presentó ante el pretor a renegar del paganismo. Su martirio es toda una escalada de suplicios: flagelada, rociada con aceite hirviendo, desgarrada la carne con ganchos, salpicada de sal en las heridas, quemados los pechos con antorchas, prendidos los cabellos en una hoguera y finalmente decapitada, instante en que una paloma salió de su boca que acompañó la nevada que aplacó el fuego.
Santa Inés de Roma
Inconfundible el cordero que le sirve de atributo, la virgen mártir romana -iglesia en su honor en la plaza Navona- se tomó como sÃmbolo de castidad y pureza a partir del cual se confeccionó su hagiografÃa en la que ocupa lugar destacado su honra después de que fuera conducida desnuda a un lupanar por negarse a ofrecer sacrificios a los dioses paganos. Como a Santa MarÃa Egipciaca, le creció el cabello para vestir su desnudez, y además un ángel la recubrió con un manto deslumbrante para preservarla de los intentos de violación ritual con que los romanos se aseguraban de no ajusticiar a una virgen. Patrona de la orden trinitaria, de los adolescentes, de las novias y de los jardineros, por cuanto la pureza se asimila a un jardÃn cerrado que nadie ha podido hollar.
Santa Isabel de HungrÃa
Su existencia histórica está datada en 1207, cuando nace en Presburgo. Prometida a los cuatro años con un aristócrata de Turingia, fue criada en el castillo de Wartburg, cerca de Eisenach (doscientos kilómetros al nordeste de Francfort del Meno). Fundó un hospital al pie del monte Warturg y se consagró a los pobres, enfermos y leprosos. Llegó a tomar el hábito de terciaria franciscana en Marburgo (Hesse) después de enviudar. Murió a los 24 años. Como en Santa Casilda, también su hagiografÃa reproduce el milagro de la conversión de los panes robados para alimentar a los pobres en rosas rojas y blancas, que es como la pinta Zurbarán. Otro pintor de Sevilla, Murillo, tomó a esta santa hospitalaria como modelo para la serie de cuadros de la iglesia de la Caridad en la que pinta a la reina cuidando de los tiñosos de la que es patrona.
Santa Isabel de Portugal
Otra santa reina como su tÃa abuela Santa Isabel de HungrÃa, hija del rey Pedro III de Aragón nacida en Zaragoza, se convirtió en reina lusa por matrimonio con Dionisio I y murió como monja clarisa en 1337 a los 66 años de edad en un convento de Coimbra en el que ingresó luego de peregrinar a Santiago de Compostela. También se le atribuye el milagro de la conversión de los panes en rosas y del agua en vino (recuerdo de las bodas de Caná) cuando persistÃa en ayunar a pesar del consejo de su confesor, que le animaba a beber vino como reconstituyente. Murió en Estremoz, de vuelta de un viaje a este lado de la raya para interponerse entre las huestes de su hijo (Alfonso IV de Portugal) y su nieto (Alfonso XI de Castilla)
Santa Marina de Aguas Santas
Su madre se la confió a su criada Sila asustada de que su marido pudiera repudiarla tras un parto múltiple de nueve niñas en la actual Bayona de Pontevedra en el año 119. Pero la sirvienta, convertida al cristianismo, en vez de ahogarla en el Miño la dejó al cuidado de una familia amiga. Bautizada por San Ovidio, desafió a su propio padre, que querÃa verla abjurando de su fe. Su martirologio incluye figuras arquetÃpicas como el cuerpo que no se consume en el horno. La cabeza, una vez decapitada, botó tres veces en tierra formando tres manantiales de aguas con propiedades terapéuticas que aún hoy siguen manando en Orense. Es patrona de Guinzo de Limia, Cambados y la cordobesa Fernán Núñez, entre otras poblaciones.
Santa Margarita de AntioquÃa
Invocada por las parturientas en el momento de dar a luz, su devoción se extendió rápidamente por Europa en la Edad Media al asociarse el tránsito del recién nacido con el de la santa cuando perforó con una cruz el vientre del dragón que se la habÃa tragado de forma legendaria, retomando el tema de Jonás en el vientre de la ballena.
Hija de un sacerdote pagano en AntioquÃa, su ama de crÃa la habÃa convertido al cristianismo. El gobernador Olibrio se prendó de ella al verla cuidando de un rebaño de ovejas, pero ella no sucumbió a los requiebros y por ello fue encerrada en un calabozo donde se le apareció el dragón que se la tragó. La tradición popular la asimiló a la princesa liberada de ese animal mitológico por San Jorge. Padeció toda suerte de suplicios hasta morir decapitada.
Santa Matilde de Quedlimburgo
Nacida en 897, vivió en el castillo de Herford hasta que matrimonió con el emperador Enrique I el Pajarero (por su afición a la cetrerÃa), hijo del duque Otto de Sajonia. Uno de sus cinco hijos, Otón el Grande, fue emperador del Sacro Imperio Romano Germánico resucitando asà el Imperio Romano de Occidente, y otro fue San Bruno de Colonia, fundador de la orden de los cartujos para los que Zurbarán pintó la impresionante escena de San Hugo en el refectorio. Matilde pronto dejó de lado toda esta majestad de la corte para dedicarse a las obras piadosas y de caridad en un caso muy parecido al de las dos santas reinas Isabel. Renunció a su herencia y vivió retirada de la corte. Fundó muchos monasterios, sobresaliendo el de Polden, en el ducado de Brunswich, y un convento en Quedlimburgo (sesenta kilómetros al suroeste de Magdeburgo en Sajonia-Anhalt) donde la enterraron a su muerte, acaecida en 968.
Santa Ãrsula
A la cabeza de las Once Mil VÃrgenes, Ãrsula de Colonia remonta el Rin hasta Basilea en una barca pilotada por un ángel antes de atravesar los Alpes y llegar a Roma para que la princesa, hija del rey de Gran Bretaña, y su novio fueran recibidos por el Papa Ciriaco. A su vuelta a la ciudad germana, los hunos de Atila mataron a toda la caravana, pero el castigo para los bárbaros asiáticos no se demoró: un ejército de once mil ángeles los puso en fuga. ¿Hubo en realidad once mil vÃrgenes? La inscripción “XI.M.V.” que dio pie al fabuloso número puede leerse también como “once mártires vÃrgenes”, esto es, Ãrsula y diez doncellas que la acompañaban; o incluso a sólo la santa si es verdad que el error procede del nombre de una de las compañeras, bautizada como Undecimilla. Ejerce el patronazgo sobre las ursulinas, las huérfanas y el gremio de pañeros, además de invocarse su protección contra el dolor de cabeza.