Tras una década opacado, Zapatero vuelve para apoyar a Sánchez y reivindicarse
Aclamado por las filas sanchistas, el expresidente ha 'resucitado' para ser el principal y mejor propagandista del jefe del Ejecutivo, con el que estuvo años sin tratarse
Sánchez acusa a Israel de «matanza indiscriminada de civiles» y pide al PP que apoye su posición
La palabra griega que en la Biblia se traduce por «resurrección» es anástasis, que significa levantarse de nuevo. José Luis Rodríguez Zapatero, que renunció a presentarse a las elecciones de 2011 y se fue a su casa en silencio, ha vuelto al primer plano de ... la política nacional en los últimos meses. Ayer saboreó los aplausos de los militantes del partido, puestos en pie para aclamarle, en el mitin organizado por el PSOE en Ifema. En el momento en el que aludió al final de ETA, Pedro Sánchez se levantó de su silla para sumarse a las ovaciones y saldar la deuda contraída con su predecesor en la última campaña electoral.
Decenas de seguidores agitaban banderas de España mientras el pabellón rugía de entusiasmo. Fue una resurrección porque Zapatero había pasado a engrosar el panteón de los expresidentes, donde siempre hay más pena que gloria. Tenía 51 años cuando abandonó el poder tras su inesperada decisión de no volver a presentarse a las urnas. Han transcurrido desde entonces 12 años.
Su retorno al fragor de la agitada vida política nacional tiene una fecha: 19 de junio de 2023, tres semanas después de la debacle socialista en las elecciones municipales y autonómicas. Los votantes de Sánchez estaban desmoralizados y la sombra de una humillante derrota se cernía sobre el partido. Muchos apostaban por el final de un ciclo. Pero Zapatero no. Aquel día levantó la moral de las alicaídas huestes socialistas en una entrevista con Xabier Fortes en el programa 24 Horas de TVE que se convirtió en 'trending topic'.
El propagandista
Afirmó que Sánchez era la víctima de «una burbuja creada por insidias» y señaló que los resultados eran «perfectamente remontables». Interrogado por los vaivenes del presidente, respondió que todo gobernante cambia de opinión. Y luego cargó contra el negacionismo de Abascal en materia de violencia de género, haciendo un emotivo llamamiento a la izquierda a cerrar filas en las generales. También arremetió contra Feijóo: «Sus discursos dañan a España». Y acabó asegurando que el estado de opinión cambiaría en los debates. La revista Vanity Fair tituló: «De presidente bambi a Chuck Norris de la campaña del PSOE». Fue una verdadera inyección de moral a los militantes.
Desde aquella fecha, Zapatero ha multiplicado su presencia en las cadenas de televisión y en las radios para apoyar a Sánchez y defender la ley de amnistía. Ayer pronosticó que abrirá el camino a una nueva etapa de concordia. En la entrevista que le hizo Carlos Alsina, calificó de «grave error» la decisión del Constitucional de invalidar 14 artículos del Estatuto de Cataluña. El periodista de Onda Cero le recordó unas declaraciones en las que expresaba su satisfacción por la decisión del Alto Tribunal.
Tal vez motivado por los buenos resultados de las generales, Zapatero se dejó llevar por el lirismo en un reciente mitin en San Sebastián en el que enunció: «El infinito es el infinito. No cabe en nuestra cabeza. Pertenecemos a un planeta excepcional. Somos el único sitio del universo, del todo, en el que se puede amar y leer un libro«.
La relación entre Sánchez y Zapatero atraviesa ahora una luna de miel. Uno y otro se deshacen en elogios. Pero no siempre fue así. Durante varios años, estuvieron sin hablarse. Sánchez llegó a pensar que su predecesor era un aliado del aparato del partido que había provocado su dimisión en 2016.
El desencuentro se produjo antes de llegar Sánchez a La Moncloa. En su 'Manual de resistencia' el presidente reconoce que estuvieron durante un tiempo sin hablarse. Sucedió cuando Sánchez se enteró de que Zapatero había comido en secreto con Pablo Iglesias en presencia de Bono y Page. Visiblemente molesto, le pidió explicaciones por lo que consideraba una deslealtad. Zapatero permaneció unos segundos en silencio y contestó: «Es cierto. Tenía curiosidad por conocerle». Pero el malentendido quedó disipado durante la pandemia cuando Zapatero llamó a Sánchez para ponerse a su disposición. Tampoco dudó en salir al paso en esa época de unas declaraciones de Felipe González en las que afirmaba que el Gobierno parecía «el camarote de los hermanos Marx». Enfatizó que el balance del Ejecutivo era muy bueno, subrayando su política social.
A pesar de sus diferencias, Zapatero siempre se ha sentido más cerca de Sánchez que de González. Sus relaciones en sus casi ocho años de gobierno fueron pésimas. Además de una incompatibilidad de caracteres, González nunca le perdonó su decisión de ordenar que el partido dejara de pagar a los abogados de los imputados por los GAL. Su buena sintonía con Pedro J. Ramírez le incomodaba también al expresidente andaluz.
¿Por qué ha vuelto?
La pregunta no por obvia es menos pertinente: ¿por qué Zapatero ha decidido volver ahora cuando tras su marcha optó por un discreto silencio? Quienes le conocen aseguran que llevaba una espina clavada desde abril de 2011 cuando anunció por sorpresa que no se presentaría a las elecciones, cediendo el testigo a Rubalcaba. Dos meses antes, el CIS le había dato una nota del 3,30 de valoración ciudadana, la más baja desde que derrotó en las primarias a Bono por estrecho margen. La economía española estaba al borde la intervención con la prima de riesgo en máximos históricos y un paro que se situaba cerca de los cuatro millones de personas.
No parece una causalidad que en mayo de 2011 decenas de miles de jóvenes indignados en toda España salieran a la calle. Fue el acta de nacimiento de Podemos. Zapatero estaba ya muy tocado por los recortes forzados por la crisis económica, por los malos resultados de las europeas y por la oposición del PP al diálogo con ETA, aprobado en una resolución del Congreso. Un año antes, se había visto obligado a tomar decisiones impopulares como la congelación de las pensiones y la bajada del sueldo de los funcionarios. Su intento de contrarrestar la crisis con su Plan E fue un fracaso y un despilfarro.
Era el triste epilogo de un mandato que había comenzado con días de vino y rosas. Ni siquiera el final de la violencia de ETA le ayudó a salir del bache. A diferencia de Sánchez, Zapatero se esforzó tras ganar las elecciones de 2004, pocos días después de los atentados de Madrid, en tender la mano al partido que lideraba Mariano Rajoy. Quería bajar la crispación y llegar a acuerdos de Estado. Él mismo había dado ejemplo al firmar el Pacto Antiterrorista con Aznar a finales del año 2000. Pero la relación se fue degradando a medida que avanzaba su primera legislatura. La ley de memoria histórica y su reforma educativa evidenció que la distensión era un espejismo.
La primera decisión que adoptó Zapatero al llegar al Gobierno fue la retirada de las tropas de Irak, algo que había prometido en la campaña. El presidente Bush le retiró la palabra y se negó a recibirle, sin olvidar su desplante de permanecer sentado al pasar la bandera de Estados Unidos. La historia se repitió como farsa cuando Trump le mandó sentarse a Sánchez en una cumbre del G20 o cuando la Casa Blanca transmitió su lista de agravios al Gobierno. Los dos coinciden en haber sido objeto del rechazo de la derecha republicana y en un cierto antiamericanismo primario que viene de los prejuicios históricos de la izquierda. Zapatero puso en marcha su fallida «Alianza de las Civilizaciones», mientras que Sánchez ha intentado jugar un papel en la solución del conflicto entre israelíes y palestinos sin ningún éxito.
Zapatero fue el primero en equilibrar el número de mujeres con el de hombres en el Gobierno, nombrando vicepresidenta a Teresa Fernández de la Vega. Fue también el impulsor de una ley contra la violencia de género, la creación de juzgados especializados y otras medidas que luego ha desarrollado Pedro Sánchez, que siempre ha levantado la bandera del feminismo y los derechos LGTBI.
Medidas pioneras
Muchas de las decisiones que adoptó Zapatero, como el reconocimiento del matrimonio homosexual, las prohibiciones del tabaco, la memoria histórica y la ley de dependencia le hubieran gustado tomarlas a Sánchez. Hay entre ellos una clara afinidad ideológica que ha llevado a algunos analistas a valorar la actual etapa socialista como una reedición del zapaterismo, transmutada despectivamente por el PP en sanchismo.
Zapatero ganó sus primeras elecciones de forma inesperada y contra las encuestas, como ha sucedido en los comicios de julio. La mala gestión de Aznar de los atentados del 11-M pasó factura a Rajoy, candidato del PP. En vísperas de la cita electoral, miles de seguidores socialistas cercaron Génova. «No nos merecemos un Gobierno que nos mienta», dijo Rubalcaba. Ahora la historia se ha vuelto al revés: es la ultraderecha quien cerca la sede del PSOE en protesta contra la amnistía.
Hay otro interesante paralelismo entre los dos dirigentes socialistas. Sánchez tenía fama de ser un moderado cuando derrotó en las primarias a Eduardo Madina. Se le etiquetaba como un socialdemócrata liberal. Y esa también fue la adscripción ideológica de Zapatero cuando ganó las primarias gracias al apoyo del PSC y el guerrismo. Él mismo se definió como un dirigente de la Tercera Vía que entonces encarnaba Tony Blair. Se mostró partidario de una economía de libre mercado con la intervención del Estado para asegurar el reparto de la riqueza.
Desde su famoso «no es no», Sánchez ha ido evolucionado hacia posiciones más afines al ala izquierda de su partido, ocupando el espacio de Podemos, sin desdeñar el populismo. Su gestión ha estado caracterizada por su falta de autocrítica, incurriendo frecuentemente en el autobombo. También ha mostrado un marcado carácter narcisista que se ha traducido en rodearse de personas que no le cuestionan y obedecen ciegamente sus órdenes. No le ha temblado el pulso a la hora de apartar a quienes le habían servido fielmente como Ábalos, Calvo, Redondo, Lastra o Campo.
Zapatero encajaba mucho mejor la crítica y, sobre todo, mantuvo el 'fair play' con la prensa. No dudó en aceptar entrevistas en medios hostiles y no utilizó las ruedas de prensa en La Moncloa para hacer propaganda, como ha sucedido con Isabel Rodríguez. Tampoco se vio afectado por los episodios de corrupción que tanto habían desacreditado al felipismo. Igual que Sánchez, mantuvo su vida privada apartada de los focos.
Al margen de sus medidas de carácter social, Zapatero dejó como legado un puñado de frases inolvidables, que evidencian su entusiasmo por la lírica. Suyas son aquellas palabras de «la tierra no pertenece a nadie salvo al viento» o aquello de que le gustaría haber sido «supervisor de nubes acostado en una hamaca».
El paso del tiempo ha ayudado a que cayeran en el olvido sus declaraciones negando la crisis y pronosticando en 2007, unos meses antes del estallido de la burbuja inmobiliaria, que España disfrutaría de pleno empleo en cuatro años. «Estamos en la Champions League de la economía», señaló tras jactarse de la solidez de nuestro sistema financiero.
La crisis económica
Se equivocaba tanto que, en una comida a mediados de 2010 en la sede del PP en Génova, Rajoy fue preguntado por su estrategia para derrotar a Zapatero en las próximas elecciones. Su respuesta literal fue: «Nada. La crisis se lo llevará por delante». Así fue. Tiró la toalla y no se presentó. Nunca lo ha olvidado.
Si Sánchez guarda en su memoria como una dolorosa herida el día en el que se vio obligado a dimitir como secretario general en 2016, Zapatero siente todavía amargura por la manera en la que abandonó el poder, amortizado por su partido y desaparecido en la campaña en la que Rubalcaba fue aplastado por Rajoy.
Durante los últimos años, ha intentado mediar entre el régimen de Maduro y la oposición. Gracias a él, algunos presos políticos han sido puestos en libertad. Pero su labor no ha sido bien valorada por quienes luchan contra los herederos del chavismo. María Corina Machado declaró que Zapatero sólo ha contribuido agudizar la división de los venezolanos y a legitimar la represión de Maduro. Él se defiende con el argumento de que su trabajo siempre ha tenido un carácter altruista y humanitario.
Leire Pajín aseveró en su día que la coincidencia entre Zapatero y Obama era «un acontecimiento histórico en el planeta», una frase que ilustra hoy irónicamente la efímera gloria del poder y la fragilidad de la memoria. El de ayer fue un momento de íntima satisfacción para el socialista leonés, nieto de un militar republicano fusilado, que por fin ve reivindicada una gestión que forzó su salida de la política por la puerta de atrás. El Nuevo Testamento consigna que Jesús tenía poder para resucitar a los muertos. Sánchez ha resucitado a Zapatero o, tal vez, al revés. Ha vuelto.
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