PNV y Junts recuperan su alianza de cara al nuevo contexto político
Los independentistas vascos y catalanes, con ERC y Bildu, son «determinantes» para la investidura
Ortuzar viaja a Waterloo para verse con Puigdemont y trazar líneas de colaboración para negociar con el PSOE
![Carles Puigdemont y Andoni Ortuzar, este viernes, en Waterloo (Bélgica)](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/09/15/image_20230915191950-RZcnUPQvFwxxdTIyCELj5DK-1200x840@abc.png)
El apretón de manos que se produjo ayer entre Carles Puigdemont y Andoni Ortuzar en Waterloo (Bélgica) podría entenderse, en realidad, como la firma de un tratado de paz después de un cese de relaciones que ha durado seis años. Ambos mandatarios, visiblemente sonrientes, ... posaron ante el refugio donde Puigdemont escapa de la Justicia española y mantuvieron una reunión «cordial» y «provechosa» presidida por una ikurriña, una señera y una bandera europea.
La escena es la continuidad de otra imagen simbólica que tuvo lugar el pasado día 11. El senador peneuvista Luke Uribe-Etxebarria posaba en Barcelona junto al secretario general de Junts, Jordi Turull, durante la ofrenda floral con motivo de la Diada. Se trata de una fotografía que no se producía desde que en 2019 la relación histórica entre el nacionalismo de derechas vasco y catalán saltara por los aires. Entonces, los de Ortuzar optaron por priorizar las relaciones con los herederos de CiU y ha sido ahora, que el PDECat ha entrado en fase de disolución, cuando están abordando un aparente cambio de estrategia.
En realidad, no se trata de ninguna novedad en el panorama político español. Tal como recordó Uribe-Etxebarria, la «amistad» del nacionalismo vasco y catalán se remonta a 1923. Hace cien años, nacionalistas catalanes, vascos y gallegos sellaron lo que se conoció como la 'Triple Alianza', que buscaba aunar a las fuerzas para maximizar su capacidad de influencia en Madrid. Con la llegada de la democracia, aquel acuerdo mudó en el tándem Jordi Pujol-Xabier Arzalluz, con CiU y PNV determinantes en el Congreso.
«Malas consecuencias»
Sin embargo, esa relación comenzó a deteriorarse en 2017. Ni Arzalluz ni Pujol estaban ya en las direcciones de los partidos y los nuevos dirigentes de CiU iniciaron su apuesta por la unilateralidad. Antonio Ribera, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad del País Vasco, recuerda que aquella apuesta soberanista llegó a esta comunidad en un momento en que la sociedad estaba «empachada» de nacionalismo tras los convulsos años del Plan Ibarretxe. Eso hizo que las tesis que planteaban primero Artur Mas y luego Puigdemont fueran «inasumibles» para el PNV. «Se dieron cuenta de que la opción de los nacionalistas catalanes reportaba malas consecuencias electorales», explica.
El lendakari, Iñigo Urkullu, incluso trató de mediar tras el referéndum de octubre de 2017 para frenar la declaración unilateral de independencia. Pero sus esfuerzos fueron en vano y Puigdemont cumplió su amenaza. Fue el inicio del fin de la relación que constató su ruptura en las elecciones europeas de 2019. «CiU y Junts no tienen nada que ver», señala Ribera. El PNV y la antigua Convergència habían concurrido hasta entonces de manera conjunta en los comicios europeos, pero ese año Junts anunció que irían solos para avanzar en «la internacionalización del conflicto catalán».
«Ellos entendían que no tenía sentido una coalición», reconocen fuentes del PNV, que pese a ello señalan que siempre ha habido «buena relación» con el nacionalismo catalán de CiU, que luego mudó al PDECat y que ahora representa en exclusiva Junts. Esas mismas fuentes señalan que los dirigentes actuales del PNV, la generación de Ortuzar, Urkullu y Aitor Esteban, han tenido desde su juventud «lazos de amistad» con quienes gozan de mando en Junts, como Josep Rull, Turull o Joaquim Forn. Esos lazos llevaron a Ortuzar a visitarles en la cárcel de Lledoners a título personal.
Sin embargo, el ambiente ha sido muy distinto a nivel institucional desde que se produjo la ruptura entre las dos formaciones. PNV y Junts incluso protagonizaron en el Congreso sonados desencuentros. El más duro fue el rifirrafe que protagonizaron el portavoz peneuvista, Aitor Esteban, y la diputada de Junts Pilar Calvo, a cuenta de la enmienda que permitía a las selecciones autonómicas competir en deportes con arraigo. Calvo le acusó de «vetar el sueño del independentismo catalán» de lograr la completa oficialidad de todas sus selecciones.
Hubo que esperar a los últimos compases del Gobierno de coalición para encontrar signos de acercamiento. El primero, durante el Alderdi Eguna (Día del Partido, en euskera) de 2022. Rull recibió una ovación de los militantes del PNV. Después, esta formación, Junts y el PDECat sorprendían con una comparecencia conjunta para denunciar la «invasión competencial» de la Ley de Vivienda.
Aquello era también una forma de escenificar cierta unidad frente al tándem Bildu-ERC, que sí aprobaron esa ley. De hecho, esa alianza de izquierdas se ha convertido en un verdadero quebradero de cabeza para los de Ortuzar. Tras el cambio de estrategia de Bildu, ahora proclive a alcanzar pactos en Madrid, el PNV ha visto como su posición de «socio preferente» del Gobierno se ha ido viendo desplazada. Bildu y ERC han sido determinantes en numerosas leyes, mientras los de Ortuzar se sentían ninguneados y veían como el calendario de transferencias, pactadas para la investidura de Sánchez, se retrasaba 'sine die'.
La amenaza de Bildu
El cambio de roles se ha traducido en el tablero electoral vasco en una importante erosión electoral que dio al traste con su hegemonía. El PNV sufrió un importante varapalo electoral en los comicios municipales y quedó relegado a segunda fuerza, tras el PSE, el 23J. Ahora, con unas elecciones autonómicas a la vuelta de la esquina, ve cómo Bildu, la fuerza que más crece en votos, le pisa los talones e incluso amaga con lograr el 'sorpasso'.
Ese contexto político, unido a que los votos de ambas formaciones serán decisivos para una hipotética investidura de Sánchez, parecen haber ayudado a reconstruir puentes. Fuentes del PNV reconocen que es posible que la relación entre peneuvistas y Junts sea ahora «más visible», aunque niegan que la relación en estos años no haya sido «fluida». Tanto es así que Ortuzar, en una entrevista en el diario 'Deia', presumía de una relación «bien engrasada» con Junts y advertía al PSOE que debía «buscar el acuerdo» con ambas formaciones para lograr la investidura. Esteban también ha insinuado en sus intervenciones que el PNV ha maniobrado para lograr el acercamiento entre el PSOE y Junts. Incluso se muestran exquisitos con su forma de referirse a Puigdemont. En el comunicado emitido ayer, se referían a él como presidente «en el exilio» y en privado recalcan su condición de «exiliado» y no de prófugo o huido de la Justicia.
Pese a todo, Ribera cree que Puigdemont podría ser «una mala compañía» para los de Ortuzar por lo imprevisible de sus reacciones. Por eso opina que es temprano para hablar de una recomposición de la relación. Considera que los gestos vistos hasta ahora hay que interpretarlos como «pequeñas señales» y que habrá que esperar a ver cómo actúan los partidos en un hipotético Gobierno de Sánchez en el que sus votos sean decisivos.
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